En Stamford Bridge, como en muchos campos ingleses, todavía se mantiene esa estampa de ver las casas al lado | Fuente: neajjean - Chelsea FC, CC BY-SA 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=7653087
En Stamford Bridge, como en muchos campos ingleses, todavía se mantiene esa estampa de ver las casas al lado | Fuente: neajjean – Chelsea FC, CC BY-SA 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=7653087
LUCAS MÉNDEZ VEIGA

@LMendez8

Pocas cosas se le suelen resistir a Roman Abramovich. El magnate ruso que lleva años manejando el equipo del barrio londinense de Chelsea ha conseguido (casi) todo lo que se ha propuesto… hasta que se topó con la familia Crosthwaite. La idea del empresario era la de convertir un club castigado por la derrota en uno ganador. Y lo ha conseguido. No obstante los blues son el equipo más laureado desde que asumió las riendas allá por 2003. Cinco Premier League, cuatro FA Cup, tres Copas de la Liga, una Champions League y una Europa League agrandan el palmarés desde entonces.

Una mole gigante entre casas inglesas

Poco se le puede achacar a su gestión del club, pero suele ser un hombre caprichoso. Y cuando persigue una cosa es complicado que no se dé. Stamford Bridge es hoy el séptimo estadio de más capacidad de la Premier. Capaz de albergar a 41.000 personas, tiene por delante recintos como Wembley, el Estadio Olímpico de Londres, Old Trafford, el Etihad Stadium, St. James’ Park y Anfield. Quizás quede demasiado lejos el Bridge en aforo para la dimensión que ha cogido el equipo blue en estos tiempos. El campeón de la pasada edición del torneo inglés recibió allá por marzo del 2017 luz verde al proyecto de renovación de su estadio. Y estando Abramovich de por medio, no sería desde luego una reforma modesta.

La capacidad del nuevo recinto pasaría a ser de 60.000 personas e incluiría la unión directa del estadio con una estación del Underground. El proyecto de reforma se le encargó a los arquitectos Herzog y De Meuron, responsables de obras colosales como el Nido de Pájaro de Pekín o el Allianz Arena, hogar del Bayern München. Se ha llegado a hablar de cifras cercanas a 500 millones de libras para la realización del proyecto.

En un principio se preveía que el Nuevo Stamford Bridge estuviese listo para la temporada 2021-2022, teniendo que buscar el club un estadio provisional. Y decimos en un principio porque los ambiciosos planes de renovación del estadio han topado de frente con una familia británica cuya casa limita con el campo del Chelsea.

David contra Goliat

La familia Crosthwaite convive desde hace cincuenta años en una residencia frente al estadio, lidiando así con vecinos futboleros cada quince días. Jamás ha sido un problema hasta que el dueño ruso del equipo presentó los planes de remodelación del estadio. La familia presentó un recurso a la justicia británica alegando que la nueva reforma dejaría en una sombra permanente a su vivienda y varias del mismo vecindario.

Desde entonces el caso ha vivido diversos vaivenes. La maquinaria del poder comenzó a funcionar para que el nuevo estadio del Chelsea pudiese ser una realidad. Primero, el ayuntamiento de Londres, con Sadiq Khan como alcalde a la cabeza, aceptó la reforma alegando que Londres como ciudad deportiva «debería albergar grandes recintos», siendo el de los blues uno de ellos. Más tarde el gobierno competente, el council de Hammersmith and Fulham, decidió involucrarse comprando terreno en Stamford Bridge con intención de cederlo después al club. Esta jugada solo buscaría cambiar la entidad que realiza la reforma, pasando a ser una obra pública, por lo que la familia Crosthwaite ya no podría llevar el caso al Tribunal Supremo británico.

De este modo, con el poder en la mano que da el respaldo de las autoridades, el Chelsea pasó a la ofensiva, ofreciendo a los Crosthwaite un millón de libras «por las molestias», algo que la familia rechazó de forma rotunda.

Roman Abramovich no tuvo que intentar convencer a inversores o su afición para remodelar al estadio: tuvo que enfrentarse a la familia Crosthwaite | Fuente: John Dobson - originally posted to Flickr as CHELSEA (4) v (0) portsmouth, CC BY-SA 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=4834009
Roman Abramovich no tuvo que intentar convencer a inversores o su afición para remodelar al estadio: tuvo que enfrentarse a la familia Crosthwaite | Fuente: John Dobson – originally posted to Flickr as CHELSEA (4) v (0) portsmouth, CC BY-SA 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=4834009

Right to light

Nicolas Crosthwaite, de 69 años es un banquero retirado. Lejos de amedrentarse ante el panorama que se le vislumbra, ha decidido pelear por el que ha sido su hogar durante 50 años. Por lo de pronto, muchos de sus vecinos ya le consideran un héroe por decidir enfrentarse al Chelsea y a las autoridades en favor de una mejor calidad de vida para los suyos. El barrio donde se ubica el estadio y la casa en cuestión siempre se ha caracterizado por ser un barrio pudiente de la City londinense. Se dice que el inmueble de los Crosthwaite podría estar valorado en 4 millones de libras.

Sin embargo, el empeño de esta familia podría acabar siendo infructuoso, quedándose sin la compensación económica dada por el club y sin ese «derecho a la luz» que tanto reclaman y que les impedirá el nuevo estadio del club, sumiendo la vivienda en una sombra permanente. Y no es que el cielo de Londres regale precisamente muchos rayos de sol.

Los estadios ingleses, ¿bien ubicados?

No es la primera vez que ocurre algo similar. Pasó con la primera reforma del campo del Liverpool, Anfield. Fueron dos hermanas de apellido Mason las que consiguieron paralizar durante años la ampliación del estadio de los reds. El estilo de campo inglés es pintoresco. Ubicar estadios en medio de barrios ingleses le da una idiosincracia particular a su fútbol pero casos como el de los Crosthwaite reaviva la polémica sobre dicha situación de los recintos deportivos.

El aumento del poder económico y de gestión del «fútbol moderno» traspasa barreras. Los nostálgicos afirman que los estadios no deberían moverse de los barrios que han impregnado de carácter a equipos y recintos pero la maquinaria de este deporte marca otra realidad. Prácticas como ir comprando terrenos aledaños a los estadios permite a los clubes asegurarse zonas donde expandir sus estadios consiguiendo, una vez más, seguir alejando al fútbol de su verdadera esencia.

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