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DIEGO TOMÉ CAMOIRA

@FirstClassSDP

Si hay una máxima que se ha repetido como un mantra a lo largo de la última década entre aficionados de cualquier parte del globo, es aquella que dice: “De no ser gestionado el club por los propios aficionados, que, al menos, sea alguien de la casa quien lo haga”. La animadversión frente a la globalización.

Lo que en un primer momento podría parecer xenófobo hasta cierto punto, no es más que la reacción lógica, ante la más que asentada globalización en el terreno del balompie. ¿Qué tienen en común el Fútbol Club Jumilla y el todopoderoso Paris Saint-Germain? El rechazo que generan entre propios y extraños por un simple motivo, su accionariado está en manos de capital extranjero.

Como ya una vez comenté por estos lares –donde aún no sé muy bien por qué me tienen en cuenta a la hora de redactar- los derechos televisivos, así como la mercantilización del fútbol, han provocado un progresivo desarraigo entre los aficionados y sus clubes. Pero esta vez no vamos a debatir sobre el precio de las entradas, ni tan siquiera haremos distinción entre aficionados y clientes como en aquella ocasión, y englobaremos a todos en un mismo saco.

Hay quienes incluso, calificarán esta pieza de eurocentrista, y como artículo de opinión que es –más malo que bueno- en su derecho están. Pero son precisamente estos dirigentes foráneos quienes más pecan de este eurocentrismo al que aludimos.

El ejemplo de Aspire Academy

La academia Aspire se fundó en el año 2004 en Catar, con el objetivo de explorar y ayudar a desarrollar a los atletas cataríes, al tiempo que les proporcionaban un acceso a la educación secundaria. Hasta aquí todo correcto, en términos coloquiales, estaríamos hablando de utilizar los petrodólares que regaban (y riegan) de dinero al país emiratí, con el fin de potenciar las facultades de los jóvenes deportistas de aquel rincón del golfo pérsico.

Sin embargo, y con el paso de los años, vemos varios ejemplos que muestran que esta estrategia no ha funcionado, y ya no es que se haya aumentado el nivel competitivo de los atletas cataríes, sino que ha habido un cambio de táctica que, en parte, requiere menos esfuerzo y menor conocimiento del trabajo de formación, la nacionalización.

Si miramos más allá del fútbol y fijamos la vista en otras disciplinas, apreciamos como esta dinámica se vuelve aún más común. En el caso del balonmano, en el primer Mundial de la historia disputado en tierras cataríes -2015-, de los 17 jugadores convocados para la cita mundialista, tan sólo 3 habían nacido en territorio catarí. Poderoso caballero es don dinero, o eso dicen, ya que el éxito de la selección catarí, que finalizó su andadura como anfitriona coronándose subcampeona, estuvo bañado en jugosas cantidades de dinero por el hecho de adquirir la nacionalidad y la consecución de cada victoria a lo largo del campeonato.

Volviendo al plano que nos interesa, esta dinámica se ha extrapolado a otras esferas de control, y en un intento de ampliar las fronteras de actuación de la academia. Se decidió realizar la compra de dos clubes europeos al borde de la quiebra, el Eupen belga y la Cultural y Deportiva Leonesa. Si bien el conjunto belga –que milita actualmente en la primera división de su país- sí tiene un gran número de jugadores formados en la Aspire Academy, ninguno de los futbolistas que conforman la plantilla del primer equipo Culturalista provienen de dicha academia.

En su intento, quizá con buenas intenciones en primera instancia, de potenciar el fútbol en su país, se ha conseguido el efecto adverso, y desde comienzos de siglo, y especialmente desde comienzos de la década, los propietarios extranjeros comienzan a ser un actor importante dentro del fútbol europeo.

En España

La multiculturalidad ha impregnado al fútbol también dentro de nuestras fronteras, y es que, desde Jumilla a León, pasando por Lorca, Málaga o Santander, multimillonarios chinos y jeques árabes se reparten la tarta. Es cierto, que sin controlar grandes clubes como en Francia o Inglaterra, pero sí haciendo de estos conjuntos su coto privado sin mucho éxito.

 

Bien conocen los cantos de sirena y esta mala gestión a la que aludimos en el Sardinero, quienes vieron como en, tan sólo tres años, el Racing pasaba de jugar partidos en Europa a caer al pozo de la Segunda B –con asalto al palco incluido-.

Y es que esta estrategia, en muchas ocasiones, adquiere sentido si se alza la vista hacia estamentos superiores. Como comenta –el siempre irreverente- Carles Viñas en una de sus piezas para Panenka. La propia LFP, ha firmado este último año un acuerdo de colaboración con la GSA (General Sports Authority) por el cual jóvenes promesas futbolísticas saudíes tendrán su hueco en la liga española. Pero, ¿quién está detrás de este acuerdo? El mismo organismo público que se encarga del fútbol en Arabia Saudí. Con el gobierno hemos topado –y más con el saudí-; ahora se entiende perfectamente que los Salman, Fahad, Sahiri etc, ocupen los terrenos, o, mejor dicho, los banquillos, de algunos clubes de primera.

Cambiarlo todo para que nada cambie, o bueno, quizá algo sí ha cambiado de un tiempo hasta parte. Que los Caneda, Gil, Lendoiro y compañía que campaban a sus anchas por la liga española, al menos, sentían fidelidad y sabían lo que era la pertenencia a unos colores más allá del dinero.

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