CARLOS RODRÍGUEZ LÓPEZ
En el fútbol, como en la vida, la línea que separa la gloria del fracaso es muy delgada. Apenas un segundo, ese en el que puedes perder ese bus que te llevaba a una entrevista de trabajo, o ese en el que anotas un penalti para ganar el partido, basta para convertirte en vencedor o en vencido. Todos queremos formar parte del grupo de los vencedores, habiendo incluso quien, como el padre de la protagonista de Little Miss Sunshine, emplea todos sus esfuerzos para formar parte del selecto grupo de los que ganan. Sin embargo, muchas veces el destino escapa a nuestras acciones. A veces, incluso antes de que emprendamos el duelo, ya hemos sido vencidos.
Los vencidos
Restaban horas para el comienzo del partido de vuelta de la Final de la Copa Libertadores entre River y Boca cuando, en su trayecto hacia el estadio Monumental, la expedición xeneize vio como los cristales de su autobús eran reventados a pedradas y el gas pimienta entraba dentro del vehículo. Quizá ahí no lo supieran pero, los hinchas de River artífices de ese espectáculo esperpéntico, ya habían hecho perder a mucha gente.
Aunque resulte vencedor del duelo del domingo en el Bernabéu, el equipo de Gallardo ya ha perdido. Ya no tendrá la opción de jugar con el factor cancha a favor, algo que sí hizo Boca. Además, ha visto como la imagen de su afición ha salido maltrecha por culpa de unos pocos, después de los incidentes del 24 de noviembre.
El socio de River también pierde. Pocos son los que han podido acometer el gasto de un viaje transatlántico más los gastos derivados de la estancia en España, e incluso esos que lo han hecho, saben que presenciaran una final que no será nunca igual de emotiva de lo que lo habría sido jugarla en su cancha.
Pierde Fede Peretti, reportero gráfico que lleva acompañando con su cámara al equipo de sus amores desde el año 2010, y que ha visto como la decisión de llevarse la final a Madrid le impedirá estar en el partido de su vida, además de dejarlo sin el final para su libro.
Salió vencido el fútbol sudamericano, ante su oportunidad de volver a crecer y ganar algo de terreno al del continente europeo, acabó por ser absorbido por éste. No solo no dio un golpe sobre la mesa cuando pudo, sino que benefició a ese coloso llamado fútbol europeo, que año a año le gana en protagonismo y arrebata a sus jugadores estrella. Y en especial perdió Argentina, que dejando volar a España a algunos de los miembros más peligrosos de las barras bravas, demuestra una vez más que todavía tienen que mejorar muchas cosas en la gestión de su fútbol.
Perdió Boca, porque aunque gane el domingo, su victoria nunca será tan grande como lo habría sido en caso de jugar en El Monumental, con todo el estadio en contra. Pero no solo por eso, también perdió por culpa de los que intentaron que ganara la Libertadores en los despachos, sin jugar la vuelta.
Los vencedores
No todo es malo para los xeneizes: la elección de un campo neutral como sede le permitirá recibir el apoyo de sus aficionados pese a que, si se aplicara un criterio justo, en la vuelta solo debería haber seguidores de River.
Ganó Madrid, que con la final de Copa Libertadores y Champions League en la misma temporada, unido a los grandes éxitos de Real y Atlético en los últimos años consolida su posición como una de las capitales mundiales del fútbol, y que de garantizar la seguridad para el evento reforzará su imagen de ciudad segura capaz de acoger todo tipo de grandes eventos. También lo hizo el Real Madrid, que revaloriza su imagen de club global al ceder su estadio para el evento.
Venció Luis Rubiales, por conseguir que el partido se juegue en España pero, sobre todo, porque se muestra más poderoso frente a su enemigo y homólogo en La Liga, Javier Tebas. Rubiales consigue traer a España uno de los partidos más apetecibles para cualquier federación del mundo, mientras que Tebas vio fracasar notablemente su proyecto de llevar a Miami un partido de LaLiga.
Los aficionados de uno y otro equipo residentes en España e incluso en Europa también salieron vencedores. Muchos tendrán la oportunidad de acudir al estadio y otros la de al menos vivir el ambiente de las horas previas de la final en la sede de la misma (algo que de jugarse en Argentina sería imposible).
Y, en especial, ganó el negocio. Porque un partido en Madrid era más apetecible económicamente hablando que uno en Asunción, y porque todo el quilombo que se montó alrededor de la cita supone un claro aumento de los alicientes para que espectadores que ni siquiera sabían lo que era la Copa Libertadores ahora quieran ver el encuentro en sus teles.
El domingo, si todo transcurre con normalidad —algo sobre lo que no es descabellado dudar atendiendo a los antecedentes—, River o Boca abandonará el Santiago Bernabéu como ganador de la Copa Libertadores 2018. Solo uno tiene la oportunidad de salir vencedor de la Libertadores 2018, pero los dos han sido ya vencidos.