Una imagen del derbi de Merseyside | Imagen extraída de Nigel Wilson from England, CC BY 2.0 <https://creativecommons.org/licenses/by/2.0>, via Wikimedia Commons*
Una imagen del derbi de Merseyside | Imagen extraída de Nigel Wilson from England, CC BY 2.0 <https://creativecommons.org/licenses/by/2.0>, via Wikimedia Commons*
DAVID FERREIRO PÉREZ

@ferrekt

El fútbol no podría entenderse sin la rivalidad. Se podría decir que son dos términos que van prácticamente de la mano. Todos los equipos de fútbol tienen su rival, su némesis, su archienemigo. A veces, de estas rivalidades nacen las mejores historias, los mejores partidos y hasta las grandes gestas. Una rivalidad ayuda a que, tanto uno como otros, mejoren día a día. Especialmente si tu rival es el vecino de enfrente. Tan iguales y, al mismo tiempo, tan distintos.

El fútbol es capaz de cosas grandiosas. Es capaz de unir a miles de personas que nada tienen en común pero, al mismo tiempo, también es capaz de separar a otras miles, por muy iguales entre sí que sean. Lo cierto es que la rivalidad, bien entendida, es una de las cosas más bellas del deporte. El afán de superarse, a sí mismo y a los demás, ha sido clave en muchas de las grandes victorias deportivas. Así, hemos podido vivir rivalidades tan legendarias como la de Michael Jordan e Isiah Thomas o Larry Bird y Magic Johnson en la NBA, Muhammad Ali y Joe Frazier en boxeo o Rafael Nadal y Roger Federer en tenis. Del mismo modo pasa en el balompié. Ya no solo entre futbolistas, sino especialmente entre equipos.

Los ‘odiosos’ vecinos

Sin embargo, cuando tu eterno rival es, a su vez, el vecino de enfrente, la cosa cambia. El ambiente se vuelve más romántico, más voraz. Ganar es la única opción, aún cuando los objetivos entre un equipo y el otro son completamente diferentes. Dos veces al año, como mínimo, el objetivo es el mismo para unos y otros: ganar al vecino. Y ya no es cuestión de ‘Clásicos‘, ni tan siquiera de derbis regionales, sino de compartir las calles con el bando rival.

Un claro ejemplo de esto lo que ocurre en Merseyside, región noroeste de Inglaterra, entre Everton y Liverpool. De hecho, la ciudad se divide en dos: azules y rojos, sin ninguna excepción. Aunque no se trata de una rivalidad violenta, en la que además se pueden encontrar a fanáticos de un equipo y del otro en la misma familia, lo cierto es que el paseo que separa los templos de ambos equipos -poco menos de un kilómetro-  convierte a esta rivalidad en una de las más intensas y, al mismo tiempo, bonitas de todo Inglaterra.

En el país del ‘football encontramos más casos similares, entre los que destaca el derbi de Nottingham, disputado entre el Nottingham Forest y el Notts County. Y no por su rivalidad, puesto que ambos equipos apenas coinciden en la misma división, sino por su proximidad. Y es que entre Meadow Lane y The City Ground, los feudos de ambos equipos, se encuentra el río Trent, que separa a su paso a aficionados de uno y otro equipo en cada orilla de su cauce.

Peligro al lado de casa

Aunque no todas estas rivalidades son, digámoslo así, relativamente tranquilas. En otras zonas del mundo podemos encontrar casos similares pero de enemigos acérrimos. Si existen rivalidades que dan miedo, una de ellas es, sin duda, la que enfrenta al Estrella Roja y al Partizan de Belgrado, en Serbia.

Conocido como uno de los derbis más calientes del mundo, el enfrentamiento entre los dos colosos del fútbol serbio es protagonista todos los años, y no precisamente por el deporte. Polémicas a un lado, los campos de ambos equipos, el Estadio Estrella Roja y el Estadio Partizan se encuentran separados solo por 700 metros. Aunque si algo está claro, es que los aficionados de uno y de otro equipo se encuentran bastante más alejados, aunque sean convecinos.

A la vuelta de la esquina

Pero este tipo de ‘casualidades‘ no se encuentran solo en Europa. De hecho, uno de los casos más sonados de vecinos y rivales se encuentra en Argentina, concretamente en la ciudad de Avellaneda, en la provincia de Buenos Aires, provincia que ya de por sí respira fútbol por los cuatro costados. Allí nos encontramos dos de los campos más míticos del fútbol argentino, el Estadio Presidente Perón -conocido coloquialmente como El Cilindro por la forma que tiene-, campo de Racing Club, y el Estadio Libertadores de América, casa del Club Atlético Independiente.

Entre estos dos vecinos se fragua una de las rivalidades más bonitas, duras y competidas del balompié argentino. Y todo en menos de 300 metros, distancia que separa ambos campos, que a su vez son muy diferentes, ya no solo en color, sino también en forma, lo que genera una curiosa vista para el aficionado neutral.

*Imagen original extraída de: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Merseyside_derby.jpg

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