Siempre sonriente. Éric Cantona | Fuente: David Fitzgerald/Web Summit via Sportsfile, CC BY 2.0 <https://creativecommons.org/licenses/by/2.0>, via Wikimedia Commons
Siempre sonriente. Éric Cantona | Fuente: David Fitzgerald/Web Summit, Sportsfile, CC BY 2.0 via Wikimedia Commons
LUCAS MÉNDEZ VEIGA

@LMendez8

El fútbol da sentido a tu vida.

Realmente lo creo.

Pero tu vida, tu historia, tu esencia, también dan sentido a tu fútbol.

¿Cuál es el sentido de la vida? Eso mismo se preguntaba Éric Cantona en la web The Players’ Tribune. El volcánico carácter de un icono como el galo siempre estuvo ligado con explosiones de puro talento. Hasta llegar a ese flash que marcó su carrera. Hoy vuelve a estar de actualidad y hemos querido recuperar su figura. Nunca está de más hablar de genios.

Una familia marcada por el exilio

El último reducto republicano en el norte en 1939 era Barcelona. La urbe caería en la Guerra Civil española en enero de ese año. Con ello, multitud de familias catalanas decidieron emigrar a la frontera más cercana. Francia acogería a muchos de aquellos refugiados. Pere Raurich, de 28 años se iría sin decir adiós. Antes, tuvo tiempo de preguntarle a su novia, Francesca Farnós, de solo 18 años, si estaba lista para huir. Ninguno lo dudó.

Argelès-sur-Mer, población gala en la Costa Azul y nada más traspasar la frontera, fue escenario de uno de los campos de refugiados en dicho país usados para acinar a exiliados del conflicto civil español. En condiciones inhumanas y muy cerca de la playa, residieron las esperanzas de prosperidad de miles de familias españolas. En dicha localidad, y desde el pasado agosto, tienen un terreno de juego muy especial.

 

Mi abuelo materno era de Barcelona y luchó contra Franco hasta el amargo final. Al final de la guerra, era buscado y tenía apenas unos minutos para escapar antes de que los franquistas capturasen la ciudad. Antes, pasó a buscar a su novia y le pregunto si la seguiría. Ella aceptó. Era mi abuela. Llegaron a un campo de refugiados en Argelès-sur-Mer. Después fueron a Marsella, donde yo nací. – Cantona

Dicho campo de refugiados guarda una anécdota curiosa. El afamado fotoperiodista de guerra húngaro, Robert Capa, visitó el escenario después de cubrir la contienda. Hasta 2007, ningún rastro de esa visita. Para entonces, se halló en México la famosa maleta que portaba el fotógrafo. Más de 4.500 carretes de instantáneas de gran valor fotográfico e histórico que vendrían a explicar muchas cosas. Entre ellas, tal y como cuenta el propio Cantona, gran parte de su historia. Esa historia que «está en su sangre» y le formó «como ser humano».

El 7 del United acudió con su mujer a una exposición de las tomas en Nueva York. Necesitaba ordenar y poner cara a esos recuerdos de los que le habían hablado en casa. Y lo hizo cuando se topó con un hombre que parecía su abuelo. No daba crédito. Meses más tarde, llevó a su propia madre a la exposición en Francia. «Es del momento en que huían por las montañas», le dijo ella. «Imagínense si mi abuelo no lo hubiera logrado. O si mi abuela no lo hubiera seguido. Quizá mi madre no existiría. Quizá, entonces, yo no existiría», confesó en la famosa web de relatos de deportistas.

Su familia paterna también vivió en sus carnes los problemas de emigrar. Su abuelo tuvo que luchar en la II Guerra Mundial. Antes, sus bisabuelos tuvieron que huír de Francia a Cerdeña en condiciones de auténtica pobreza en 1911. Estas historias de vida han marcado el carácter indomable de un futbolista diferente. Un futbolista sensible en su tiempo a las desgracias del mundo y a una crisis migratoria que deja vagando por el mundo en situaciones críticas a cientos de miles de personas.

El fútbol ha dado sentido a la vida del genio Cantona | Fuente: The Players Tribune
El fútbol ha dado sentido a la vida del genio Cantona | Fuente: The Players Tribune

Bad guy

«Cuando me lo encontré por primera vez en las taquillas, vi a un hombre que tenía un estilo diferente al de los demás», declaraba Phil Neville a Panenka con motivo del lanzamiento de su revista acerca de la simbiosis entre cine y fútbol. En aquella época de indumentarias Umbro icónicas no se escuchaba Billie Eillish sino más bien a los Stone Roses en ese lado de la ciudad mancuniana.

En los últimos días Cantona ha vuelto a la palestra en nuestro país. Son días de posicionamientos políticos y ante ello surgen comparativas. Mucha gente recuerda al díscolo genio por aquella patada en otro enero, el del 95. Selhurst Park era el escenario de un Crystal Palace – ManUnited. Cuando una entrada sobre Richard Saw le enviaba a la ducha, lo último que nuestro ‘villano’ deseaba escuchar eran gritos racistas. «Vete a tu país, bastardo». Sin mediar palabra, Éric le propinó una patada estilo kung-fu directa al pecho por encima de las vallas publicitarias. «Debería haberlo pateado más fuerte. No puedo arrepentirme», declaró el ex jugador francés recientemente. Nueve meses y varios cientos de miles de libras de sanción no nos libraron de una de las imágenes más icónicas y poderosamente representativas del fútbol.

En los últimos tiempos asistimos a argumentos e historias que, quizá, se repitan. A comienzos de temporada, Aleksander Ceferin —máximo dirigente UEFA— dedicó unas palabras al astro francés con motivo de su galardón honorífico. «Un hombre que no se casa con nadie, que defiende sus valores, que dice lo que piensa y, en particular, que pone su corazón y su alma para apoyar las causas en las que cree». Quizá, y solo quizá, debamos escuchar más a Éric Cantona.

 

Estoy orgulloso de venir de una familia de migrantes, rebeldes y trabajadores.

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