Con la boca abierta, una columna de Alberto Gómez
Con la boca abierta, una columna de Alberto Gómez
ALBERTO GÓMEZ GARCÍA

@agomezgarcia

«Es artificial. Pero algo es algo, ¿no?». Edú no olvida aquel primer día. Aquella pregunta. Porque Edú nunca había jugado al fútbol sobre un césped. Ni artificial ni ningún otro. Así que no sabía comparar. Ni responder.

En eso pensaba mientras sonreía viéndolos salpicarse. Desafiar las olas. Saltar unos encima de otros. Chapotear como niños pequeños sintiéndose, por un momento, imbatibles. Porque en el campo podían perder, y perdían, pero en el mar no había goles. Y a las olas, las únicas enemigas, las conocían de sobra.

Edú temía que, tarde o temprano, todos lo sabrían. Porque se acercaba el verano y cada vez habría más días en los que todos, tras el entrenamiento, acabarían zambulléndose en aquel mar de apariencia tranquila. Y Edú no sabía nadar. Sí, claro que había visto el mar. Su país era muy conocido por sus cálidas playas. Pero Edú nunca había aprendido a nadar. O nadie le había enseñado. Sólo lo sabía uno de sus compañeros, uno que jugaba en la defensa junto a él, después de haberle jurado que respetaría su secreto. Y el problema era que si siempre se quedaba en la orilla, contemplándolos, sospecharían.

Pero ahora no quería pensar en ese día. Prefería deleitarse escuchando sus risas. Viendo al entrenador sin la libreta en la mano y sin el silbato en la boca, con una cara a medio camino entre un hermano mayor y un amigo. O recordando sus primeros partidos, allá lejos, rodeado también de buenos amigos y deseando que el sol no se fuera para poder seguir dando pases y celebrando goles.

Edú no sabía cuándo podría volver. Las conversaciones sobre papeles, permisos y visados le superaban. Aunque de dinero sí que entendía. Y entendía que faltaba mucho para poder regresar. Pero, cuando llegase ese día, cuando volviese a verlos, les propondría volver a jugar. Seguro que aceptaban. Y seguro que se quedarían con la boca abierta cuando les contase que había llegado a jugar en uno de esos campos de los que salen en la tele. De césped.

Aunque fuera artificial.

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