CARLOS RIANDE CORTIZO
Hay personas que son capaces de elegir su destino en la vida. Arturo Navas, pontevedrés y amante del fútbol, se entregó en cuerpo y alma al club de la ciudad que le vio nacer.
Siempre dispuesto, hombre orquesta, un trabajador de los pies a la cabeza cuyo corazón latió granate hasta el último día. Este es un pequeño homenaje a Arturo, fallecido el 24 de junio de 2019 a los 80 años de edad. No estoy acostumbrado a despedir a amigos, supongo que la corta edad es una razón de peso para ello. Aún así, en el camino te encuentras a personas mayores que llegan a tu vida y que te llegan. Conocí a Arturo al jugar en el fútbol base del Pontevedra CF.
Junto a nuestro entrenador teníamos a un hombre que se encargaba de las fichas, de darnos las camisetas, de tratar con los árbitros, atendernos si habíamos llevado algún golpe y todas las demás labores sucias que se os puedan venir a la mente. Todas aparentemente menores pero imprescindibles para un correcto funcionamiento del vestuario.
Podía quedarse en eso y ya hubiera realizado la función de delegado, además de ser la voz de Pasarón, pero no. Voy a lo intangible. Minutos antes de salir al campo, cuando estás esperando por el árbitro y en tu cabeza empiezan a aparecer los nervios, Arturo ponía su brazo sobre tu hombro, te daba un abrazo y dedicaba unas palabras afectuosas que te llenaban de confianza. Una sonrisa eterna que te contagiaba.
Habría compañeros que luchaban por un escudo y demás películas que nos meten en la cabeza desde críos. De hecho, un entrenador con el que guardo otro grato recuerdo de esa época como es David Paredes, «Duvi», en alguna ocasión nos soltaba la frase de «qué daño os hace la tele» y con el tiempo me doy cuenta de lo que contiene.
Yo jugaba para aprender y pasármelo bien, era un chaval y pienso que de eso se trata. Por desgracia en raras ocasiones ocurre. Recientemente, Quique Setién reflexionaba en una entrevista que estamos transmitiendo a los más pequeños que si no ganas no eres válido. De ese modo vamos a crear una cantidad de jóvenes fracasados tremenda.
Por tanto, personas como Arturo se hacen indispensables para la estructura de un club. Ni el escudo ni la camiseta, como niño, me suscitaba gran cosa y creo que debe ser así. No soy un profesional, no me trates como si lo fuese.
De esa manera, por la forma de ser y lo que transmitía Arturo terminé queriendo jugar y ganar por unos valores. Por gente como él. Por lo que me transmitía. No recuerdo victorias o derrotas en concreto pero sí tengo claro que aprendí de ellas en las conversaciones en el bus, después de los partidos, con los bocadillos que nos repartía.
No tengo nada en particular contra el Pontevedra CF, pienso que es un mal que trasciende a la mayoría de equipos. Si estos son trituradoras de chavales, dónde parece que si no ganas no sirves, ocurre lo mismo con los empleados en la sombra del club.
Arturo entregó su vida a la institución y a los chavales porque era lo que le gustaba, siempre dejó claro que no sentía ninguna deuda entre ambos. Dio todo lo que tenía y dudo que haya forma de igualar la balanza. Por conocer a personas como él vale la pena dedicar tu tiempo a este deporte.
Es una figura que los clubes deberían cuidar mucho más de lo que lo hacen. Un especialista en seres humanos, que diría Jorge Valdano. Al fin y al cabo es de lo que se trata también al entrenar y jugar al fútbol, de aprender de seres humanos como Arturo Navas. Hasta siempre, amigo.