CARLOS RODRÍGUEZ LÓPEZ
Oír hablar del Manchester United es hacerlo de uno de los clubes deportivos más laureados del mundo. Tres copas de Europa, 20 títulos de Premier League, una UEFA Europa League o una Copa Intercontinental, además de 38 victorias en los torneos domésticos (Copa de La Liga, FA Cup y Community Shield), adornan las vitrinas de Old Trafford.
El ‘ManU’ es la escuadra con más títulos de Inglaterra, además del equipo donde tuvo lugar la explosión futbolística de las carreras de jugadores de la talla de Éric Cantona, David Beckham, George Best, Ryan Giggs o el mítico Sir ‘Bobby’ Charlton.
La historia idílica de un equipo que —después de unos años de crisis tras la marcha de Sir Alex Ferguson— siempre acaba volviendo a ser el de siempre o, bueno, el que casi siempre ha sido. Porque la historia de los red devils no siempre fue triunfal y llena de luces.
El equipo del Teatro de los Sueños (apodo acuñado por Sir Bobby Charlton para referirse a Old Trafford) ha tenido que sortear numerosos obstáculos a lo largo de sus 139 años de vida.
Los comienzos fueron especialmente difíciles: hasta 1955, el decano de los equipos de Manchester solo había logrado levantar tres títulos de Liga y cinco copas, y no formaba parte de la élite del fútbol inglés. Fue en esa temporada, en la 1954/55 cuando la historia del United cambiaría para siempre de la mano de los ‘Busby Babes’, una de las generaciones de futbolistas más talentosas que se recuerda en la ciudad inglesa.
Matt Busby, el jefe
Si a un aficionado al fútbol se le pregunta quién ha sido el mejor entrenador de la historia del United, una gran mayoría responderá con el nombre del escocés Sir Alex Ferguson, técnico del club durante 27 años (1986-2013) y campeón de dos Champions que engrandecen un palmarés envidiable. Sin embargo, si la pregunta va dirigida a un hincha del equipo inglés, responderá con el nombre de otro escocés: Matt Busby.
Busby se pasó al lado ‘rojo’ de la ciudad para hacerse cargo del equipo después de haber militado en las filas del Manchester City. Seguramente en su etapa con los sky blue (como se conoce a los jugadores del City), nunca pensó que acabaría siendo uno de los artífices de que el Manchester United alcanzara las cotas deportivas y de imagen en las que se mueve actualmente.
En 1942, acompañado de su mano derecha James Murphy, llegó a un equipo que llevaba más de 30 años sin ganar ningún trofeo. Desde el primer momento comenzaron a dejar huella en la estructura del club con decisiones como la asignación de tareas administrativas a los futbolistas; además, Matt y James, defensores acérrimos de la cantera, alineaban a un gran número de juveniles, jugadores sobre los que estaban muy encima para ayudar a progresar con el objetivo de verlos triunfar en el primer equipo.
El año 1947, después de un parón de siete temporadas en la liga inglesa a causa del estallido de la Segunda Guerra Mundial, el Manchester terminó la temporada segundo, solo un punto por detrás del Liverpool. A esta gran actuación en Liga se sumó la victoria en la final de FA Cup contra el Blackpool. Cuatro campañas después, en 1952, los hombres de Busby darían un golpe sobre la mesa logrando el doblete: campeones de liga y Community Shield. No era más que un preludio de la gloria que estaba esperando al club inglés tres años más tarde.
En la temporada 1955/56 repetiría los éxitos del 52 con una camada de futbolistas cuya media de edad era de 22 años. Nacían los ‘Busby Babes’, como se denominaría al genial grupo de jóvenes dirigidos por el escocés.
Los ‘Busby Babes’, una generación irrepetible
“Un jugador es lo bastante mayor siempre y cuando sea lo suficientemente bueno”, repetía Busby ante los incipientes comentarios sobre la precocidad de sus pupilos. Porque ver a un grupo de chavales integrando un equipo de la First Division (nombre que recibía la máxima categoría de la liga inglesa hasta pasar al formato Premier en 1992) resultaba cuanto menos sorprendente. El paso de los partidos normalizó esta circunstancia e incluso las habilidades que aquellos chicos demostraban sobre el verde. A nadie asombraba ya el fabuloso juego practicado por los ‘Busby Babes’.
Tras una primera temporada gloriosa, saldada con el triunfo en el campeonato doméstico y la Community Shield, la joven plantilla del United lograba el billete para la Copa de Europa. Era la segunda edición del que con el paso del tiempo se convertiría en el torneo de clubes más importante del mundo, un status que dista bastante del que poseía en sus inicios.
Sin ir más lejos, Matt Busby tuvo que lidiar con la inicial negativa de la FA (The Football Association) a que un equipo inglés disputara este torneo. Los antecedentes no eran esperanzadores: el Chelsea, que había conseguido el campeonato liguero de 1954/55, no había tenido el permiso de la FA para participar en el certamen europeo la temporada anterior. La insistencia de los mancunianos tuvo resultado y el United pudo competir en el torneo del viejo continente, del que solo el Real Madrid —en semifinales— lo pudo apear; pero la hazaña no quedó ahí, también ganaron la liga esa temporada (1956/57).
Los protagonistas del fenómeno que estaba causando furor en el planeta fútbol tenían nombre y apellidos: Mark Jones, Ray Wood, David Pegg, Bill Foulkes, Kenny Morgans, Albert Scanon, Eddie Colman, Denis Viollet, Roger Byrne, John Doherty, Colin Webster, Billy Whelan, Tommy Taylor, Geoff Bent, Wilf McGuinness, Duncan Edwards, Bobby Charlton…
Daba comienzo la campaña 1957/58, la que marcaría para siempre la historia de los ‘diablos rojos’. Después de una gran primera mitad de temporada, el conjunto de Busby marchaba entre los primeros de la tabla y se enfrentaba al Estrella Roja de Belgrado en el partido de vuelta de cuartos de final de la Copa de Europa. Era 5 de febrero de 1958 y los red devils cosechaban un empate a tres en el partido de vuelta, lo que hacía bueno el 2-1 obtenido en Old Trafford. Los miembros de la expedición del United pasaron la noche en Belgrado sin esperar el fatídico episodio que tendría lugar horas después.
6 de febrero de 1958
El día 6 de febrero el equipo cogió un vuelo con dirección a Manchester. Debido a los muchos kilómetros del viaje, la ruta incluía una parada en Múnich para repostar. Atendiendo a lo previsto, los ingleses embarcaron en Belgrado y aterrizaron en la ciudad bávara.
Tras unos minutos, la tripulación volvió al avión pero el piloto no consiguió que este alcanzara la altura necesaria y abortó el despegue. Inmediatamente después tenía lugar el segundo intento, también fallido. El piloto comunicó por megafonía que no era posible despegar debido a problemas técnicos y remitió a la expedición a esperar en la terminal mientras los mecánicos solucionaban el problema.
Los nervios se acrecentaban y la espera se hacía eterna, hasta que el piloto informó de que ya era posible despegar. Nuevo intento, el tercero. La tensión se apoderaba de los allí presentes que, inseguros, tomaban asiento en el avión. La máquina arrancó y comenzó la pesadilla. El aguanieve dificultaba el despegue, comenzaron las turbulencias y el piloto perdía el control de la aeronave hasta que un ala impactaba con una casa abandonada. El avión se estrellaba.
Murieron 23 personas entre futbolistas, miembros del cuerpo técnico, periodistas y personal aéreo. Del total de los fallecidos, ocho eran miembros de los ‘Busby Babes’: Mark Jones (capitán), David Pegg, Eddie Colman, Roger Byrne, Billy Whelan, Tommy Taylor, Geoff Bent y Duncan Edwards (que falleció días más tarde al no poder recuperarse de las lesiones causadas por el accidente).
Era el fin de una de las generaciones más asombrosas de la historia del fútbol. Un grupo de jóvenes liderado por el virtuoso mediocentro Duncan Edwards (Charlton se refirió a él como “La única persona a quien realmente me sentía inferior”), que finalizaba trágicamente su carrera a los 21 años, ya erigido como un símbolo tanto en su equipo como en la selección nacional de Inglaterra, en la que debutó con 18 primaveras.
Después del accidente, Matt Busby, que logró salvar su vida tras resultar herido, rehízo la plantilla con la inestimable ayuda de Jimmy Murphy. El pilar de ese equipo era otro superviviente de la catástrofe, Bobby Charlton. Esa temporada el equipo perdió fuelle en liga, pero alcanzó una meritoria final de FA Cup en la que cayó ante el Bolton. Lo importante no era el resultado, era que apenas tres meses después del accidente una plantilla en la que se mezclaban jugadores amateurs y supervivientes del desastre aéreo… ¡había alcanzado una final!
El Manchester tardaría cinco años en volver a ganar un título, otra FA Cup a la que sucederían dos campeonatos de liga y dos Community Shield (1965 y 1967), pero el título importante sería el que llegó a sus vitrinas en 1968: la Copa de Europa.
El destino quiso que ese fuera el último título que levantaran Sir Bobby Charlton, Bill Foulkes y Matt Busby, aquel por el que tanto habían luchado el resto de ‘Busby Babes’. Sin duda el mejor homenaje posible para uno de los equipos más mágicos de la historia del fútbol, cuyo legado siempre será recordado en Old Trafford.