DAVID FERREIRO PÉREZ
Corría la temporada 2008/09. El Olympique Lyonnais gobernaba Francia con puño de hierro tras 7 títulos de liga consecutivos, récord nacional. El Paris Saint-Germain todavía no era la superpotencia que es hoy en día y el resto de equipos, como el Marsella o el Mónaco, no parecían capaces de destronar al gigante del Ródano. La historia le había reservado la gloria al Girondins Bordeaux, un histórico equipo francés que, por aquellos años, estaba liderado por dos nombres; el del técnico Laurent Blanc y el de un joven que acaparaba todas las miradas y los elogios llamado Yoann Gourcuff. Un mago había nacido.
La Ligue 1 hace una década sufría, irónicamente, la misma problemática que en la actualidad, pese a que con un cambio de protagonista. Por aquellos años el Lyon, un equipo que hasta 2002 no había levantado ni una liga, lideraba la tabla año tras año con mano dura. Habían impuesto su particular dictadura. Un total de 7 temporadas consecutivas copando el primer puesto de la tabla había aupado al equipo francés al Olimpo dedicado a los grandes equipos de este deporte. Y en Francia ningún equipo parecía capaz de romper con esa tiranía, algo similar a lo que pasa en las últimas temporadas con el PSG. Por aquellas pocos lo intuían, pero sería un histórico dormido como el Girondins de Bordeaux, el que estaría a punto romper con ese dominio.
La revolución del Girondins
En el verano de 2007 llegaría al equipo como entrenador el exfutbolista Laurent Blanc, mito de la selección y defensor de camisetas tan importantes como la del FC Barcelona o la del Manchester United. Pese a sus galones como jugador, muchos eran los que dudaban de las cualidades como técnico de Blanc, pero el tiempo acabaría dándole la razón. Esa misma temporada, y pese a tener un equipo menos competitivo que sus rivales, el equipo bordelés acabaría la temporada como segundo clasificado, sólo por detrás del Lyon, que se alzó con el doblete (Liga y Copa) en esa campaña. Y lo hizo desarrollando una idea de juego muy atractiva, dónde primaba el buen trato a la pelota y el dominio de la misma. En Burdeos no lo sabían, pero acababan de poner la primera piedra para el éxito.
Y la siguiente, por no decir la definitiva, la pondrían el verano posterior con la llegada de un joven y prometedor mediapunta a sus filas: Yoann Gourcuff. Yoann, hijo del ex futbolista y entrenador Christian Gourcuff, llegaba al Girondins como cedido por el Milan, que lo había pescado de la cantera de su natal Rennes tras destacar en las categorías inferiores. Aquel joven parecía tener talento, pero por el momento era toda una incógnita. Sin hueco en el primer equipo milanista, decidió hacer las maletas en busca de minutos. No regresaría al equipo rossonero, pero en su equipaje se llevaría la Champions ganada en 2006/07, pese a que apenas tuvo protagonismo.
La incógnita tardaría poco en despejarse, ya que ese mismo verano de 2008 el equipo de Burdeos le arrebataría la Supercopa de Francia al Lyon. Los de Blanc daban un golpe sobre la mesa y avisaban de que esa sería su temporada. Y así fue, el Girondins rompería en la temporada 2008/09 con la dictadura del Lyon, alzándose con la Liga con récord de victorias consecutivas incluída (récord recientemente superado por el Mónaco) y ganando también la Copa de la Liga, además de alzarse de nuevo en verano con la Supercopa.
Y todo liderados por un sensacional Yoann Gourcuff, designado como mejor jugador de la Liga y al que ya comenzaban a comparar con Zidane, ex jugador del equipo bordelés. Su estilo de juego dejaba la comparación en bandeja. Elegante, regateador, con buen toque de balón y una visión de juego al alcance de pocos, Yoann lo tenía todo para triunfar. El Burdeos no se lo pensó dos veces y decidió hacer un esfuerzo por el jugador, quedándoselo en propiedad. Todo parecía indicar que una nueva dinastía estaba a punto de dar comienzo. Los de Blanc realizaron en ese tiempo el mejor fútbol de Francia, destacando otros jugadores como Marc Planus, Alou Diarrá, Fernando Cavenaghi o el marroquí Marouane Chamakh, el mejor aliado de Gourcuff sobre el verde. Pero la estrella se diluyó pronto.
El final de un sueño
La temporada 2009/10 el equipo no logra clasificarse para Europa y Gourcuff toma, a finales del verano, la polémica decisión de irse al Lyon. Muy atacado por su decisión, el jugador prefirió cambiar de equipo con intención de jugar la Champions y llegar al Mundial en un buen momento. En Burdeos se había acabado el sueño. El resto de jugadores claves en el equipo campeón como Chamakh o Cavenaghi acabaron saliendo en los siguientes veranos, a los que también se unió el técnico Laurent Blanc en 2010 para dirigir a Francia.
Debutante en 2008 con Les Bleus tras el fracaso galo en la Euro 2008, Gourcuff fue uno de esos jugadores llamados a liderar el cambio. A partir de ahí se convirtió en un habitual en las convocatorias de Raymond Domenech, jugando como titular frecuentemente. Francia quería olvidar su mal papel en el torneo europeo, pero no sabían la que se venía encima. Gourcuff y todo el equipo mostraron un nivel pésimo en el Mundial de 2010, reflejando la problemática interna en el combinado nacional, con la famosa expulsión de Anelka que conllevó a una huelga de sus compañeros. Tras el estrepitoso fracaso en el Mundial, la figura de Gourcuff se fue diluyendo. Continuó como titular en Lyon y yendo con Les Bleus, aunque su presencia en el combinado nacional comenzó a ser esporádica.
No entró en la lista de la Euro 2012, pero esa misma temporada recibiría su última llamada para el combinado nacional. Aquel chico que atesoraba talento y clase a raudales, parecía haberlos perdido por el camino. Más lento en su juego y con menor determinación, Gourcuff había bajado del Olimpo. Duró poco al más alto nivel, pero los que lo vieron hablan de él como un gran director de orquesta, un ’10’ de los de antes, un mago con el balón que leía el juego a la perfección.
Su magia se fue apagando con los años en Lyon, donde progresivamente fue perdiendo importancia. Hasta que en 2015 decidió volver al club que lo vio nacer, el Rennes, por aquel entonces entrenado por su padre. Allí todavía juega los que, seguramente, serán sus últimos minutos el enésimo heredero de Zinédine Zidane, mostrando resquicios de la magia que un día enamoró a toda Francia. Un mago que, lamentablemente, se quedó en estrella fugaz.