Este artículo puede contener alguna incorrección temporal ya que fue publicado en 2018
DIEGO GÓMEZ GARCÍA
Los coqueteos entre el fútbol y el dinero han sido una constante durante los últimos años. Tanto, que en muchos casos el segundo se ha entrometido directamente en los asuntos del primero. Y aunque no siempre lo haga de malas formas y dispuesto a perjudicar al deporte en sí, las intromisiones rara vez se ven con buenos ojos. El caso es que Red Bull, poco a poco, ha montado un imperio futbolístico exitoso y, a la vez, odiado.
La compañía del toro ha visto en el fútbol un mercado importante. Y por eso, le ha llegado a poner su nombre a cuatro equipos en tres continentes distintos: dos en Europa, uno en Norteamérica y otro en África. Así, el New York Red Bull, el RB Leipzig, el Red Bull Salzburg y el Red Bull Ghana —ya extinto como tal—. Pero el caso es que es el alemán, concretamente, el que más rechazo y odio suscita.
R(ed)asenB(ull)allsport Leipzig, foco de críticas
Sin embargo, las críticas al equipo de Leipzig se focalizan más en el carácter capitalista de la empresa y del propio equipo que en sus intenciones y valores futbolísticos. Porque la realidad es que el RB —Rassen Ballsport, por la prohibición alemana de que los equipos utilicen nombres de empresas como Red Bull— Leipzig posee una buena escuela de fútbol, una importante infraestructura para la formación de futuros futbolistas y una afición abundante y creciente pese a ser un club nacido en 2009.
El equipo se fundó, por tanto, en el citado 2009 y comenzó su andadura en la quinta división bávara después de ocupar la plaza del humilde Markanstädt. Y es cierto, creció a base del dinero de una compañía gigante como Red Bull. Pero no en el mal sentido. El equipo se convirtió rápidamente en un club —en todos los sentidos, sobre todo por su buen trabajo de la base— y ascendió categorías rápidamente.
Tanto, que en 2013 llegó a la Bundesliga 3, la primera categoría nacional. Y en 2016, alcanzó definitivamente la élite del fútbol alemán. Por el camino, contó en sus filas con grandes promesas del fútbol europeo. Algunas, como Joshua Kimmich, ya son realidades.
Las críticas crecieron a medida que el equipo quemó etapas a un ritmo cada vez más frenético. Pero no cabe ocultar la realidad: el odio proviene del temor de los clubes más tradicionales a perder importancia en el ámbito alemán. Porque por lo demás, el RB Leipzig es un ejemplo de buena planificación. Lejos de copiar los modelos de compra masiva de ‘cromos’ de los primeros años con dinero árabe de equipos como el PSG y el Manchester City, el cuadro del este de Alemania ha crecido de forma sostenible, pausada, constante y fiable. Y ahí está la clave del momento dulce que ahora vive.
Red Bull, a asaltar la Bundesliga
La irrupción del RB Leipzig en la primera categoría del fútbol bávaro no dejó indiferente a nadie. Porque en su primera temporada, la 2016/2017, el equipo de Ralph Hasenhüttl acabó en segundo lugar. Fue la absoluta sensación del campeonato alemán y solo pudo ser superado por el Bayern de Múnich. En definitiva, cosechó un éxito rotundo y demostró que el modelo de crecimiento que quiere imponer Red Bull en el fútbol es sostenible y fiable. Además, permitió dar a conocer futbolistas que, más tarde, fueron pretendidos por grandes equipos. Dos buenos ejemplos son Naby Keïta y Timo Werner.
En la presente campaña el Leipzig tampoco ganará la Bundesliga. Pero sí estará hasta el final en la pelea por conseguir, una vez más, un puesto para disputar la Uefa Champions League en la que ya participó este año. Actualmente, Hasenhüttl y sus chicos marchan en el cuarto puesto. Esa posición les daría el pase directo a la fase de grupos de la próxima Champions en caso de finalizar ahí la temporada.
Los equipos de la compañía Red Bull, en especial el Leipzig, van camino de hacerse un hueco en el panorama internacional. La compañía del toro ha creado un imperio que, sobre todo en el caso del fútbol, es en muchos casos odiado. Aun así, ha sentado las bases sobre cómo invertir en infraestructura y crecimiento del balompié.