Fernando Castro Santos para Mundo Esférico | Diego Gómez
Fernando Castro Santos para Mundo Esférico | Diego Gómez
LUCAS MÉNDEZ VEIGA

@LMendez8

Fotografías: Diego Gómez

El grisáceo cielo de Pontevedra da una tregua después de muchísimo tiempo de aguaceros. En la céntrica Plaza de la Herrería, uno de los epicentros de la vida cultural y de ocio de la villa, ya hay niños jugando a la pelota. En su casco histórico, completamente peatonal, suele ser común ver a padres e hijos disfrutar de este deporte. Uno de ellos probablemente fuese, allá por los años sesenta, nuestro invitado de hoy. Fernando Castro Santos (Pontevedra, 1952) fue jugador de fútbol para después sentarse en banquillos de España y Portugal en una larga y exitosa carrera como técnico.

Se han acabado las tensiones y las prisas para él. El ex entrenador disfruta hoy de un tranquilo y plácido retiro en su ciudad, la que le vio crecer y en la que cerró el círculo en los banquillos. Hoy es uno más en Pontevedra, alejado de los focos y disfrutando del fútbol desde el otro lado. Ya ha vivido todo lo que el fútbol le deparaba. Acude a nuestra cita en una mítica cafetería de la mencionada plaza pontevedresa. Se acomoda junto a uno de los grandes ventanales del lugar y pide un café. El hecho de rememorar tantas vivencias hará que casi ni lo pruebe. Castro Santos es un mito del fútbol y tiene mucho que contar.

La conversación gira en torno a una carrera en los banquillos que comienza, cómo no, en casa. El Pontevedra le dio la oportunidad de sentarse en el antiguo Pasarón durante dos etapas para después probar suerte no muy lejos, en O Carballiño, dirigiendo al Arenteiro. Hablamos de clubes, por aquel entonces, de Segunda División B. Un buen comienza para el Castro Santos técnico. Sin embargo, en 1988 se comienza a gestar algo en Santiago de Compostela. Jose María Caneda, uno de los pintorescos presidentes del fútbol noventero en España, se hacía cargo de la SD Compostela. En el 89, el propio Caneda apostaba por Fernando Castro como el técnico que impulsaría al equipo, sumido en la mediocridad y vagando por categorías poco acordes a una ciudad de la importancia de Compostela.

Cuando hablamos de un club que no había tenido demasiado protagonismo, lo hacemos también de una afición que no se había comenzado a volcar con el equipo. Y así lo corrobora el ex técnico. El primer día que se presentó en el viejo campo de Santa Isabel, a punto de finalizar la temporada antes de su incorporación, se le «cayeron un poco las ilusiones». «Llegué antes del comienzo del encuentro y conté a los aficionados uno por uno. Eran 230. No invitaba a muchos sueños«, afirma. Su carácter persistente y la oportunidad que se le presentaba en una ciudad del calado de Santiago hizo que no diese marcha atrás. La decisión estaba tomada. Apostaría por llevar al equipo de la capital más alto. «Afortunadamente para mí y para el Compostela unimos nuestras vidas seis años consecutivos, de los cuales estoy tremendamente satisfecho», relata.

Pregunta: Usted debuta como técnico en 2ªB con el Pontevedra y el Arenteiro. Sin embargo, en el 89, Caneda le propone hacerse cargo de un 3ª, el Compos. ¿Qué proyecto le pone encima de la mesa para convencerle?

Castro Santos: Lo que hace que yo acepte la oferta de un equipo de Tercera en aquel entonces como el Compos era la idea que yo tenía de la ciudad. Me parecía que futbolísticamente estaba muy por debajo de su valor y que algún día tendría que despertar. Era una ilusión, un sueño. El Compostela nunca había destacado mucho y yo creía que había suficiente gente como para que hubiese un buen número de aficionados y pudiésemos llevar al Compostela, no tan arriba como llegó, pero sí a un lugar de mucho más protagonismo.

El preparador pontevedrés Castro Santos, en un momento de la entrevista a Mundo Esférico | Diego Gómez
El preparador pontevedrés Castro Santos, en un momento de la entrevista con Mundo Esférico | Diego Gómez

Nada más llegar al cargo, el éxito se consuma. Llega a encadenar dos ascensos consecutivos de Tercera a Segunda, haciendo debutar al club en dicha categoría. El equipo responde a sus métodos y la afición comienza a asomar. La SD gana la Tercera División en su grupo y asciende directamente a Segunda B. Al año siguiente, en un disputado playoff de ascenso a Segunda con «el peor grupo», el equipo sube a la división de plata. A modo de liguilla se enfrentan con Alcoyano, Deportivo Alavés y Badajoz. Los extremeños eran el hueso del grupo, un equipo que no había perdido en todo el año. «Incluso en su casa nos metieron un 4:0. Recuerdo la vuelta con un calor asfixiante, los futbolistas solo pensaban en beber. Fuimos capaces de ganar un partido decisivo, el empate les llegaba a ellos. Lo sacamos adelante y ascendimos a Segunda», explica.

P: El Compostela llega por fin a esas cotas con las que soñaba. El club y usted mismo debutan en Segunda División y pasan dos años antes del ‘sueño’ que se vivió en el Tartiere. ¿Qué recuerda de esa época?

R: Estuvimos tres temporadas en Segunda A. En la tercera nos tocó un playoff de ascenso contra el Rayo Vallecano, que era el que venía de Primera a jugar la promoción (de descenso). En una eliminatoria muy igualada, con empates en Vallecas y en San Lázaro, tuvimos que desempatar en Oviedo. Fue uno de los logros de mi carrera, sobre todo por lo que suponía para una ciudad como Santiago.

P: Comentábamos anteriormente el tema de la afición, que en su primera toma de contacto con el club se llevó esa ‘decepción’. En Oviedo se movilizó a muchísima gente que soñaba como ustedes con ese ascenso. ¿Cómo se pasó de esas 200 personas a llenar San Lázaro y ver aquellas imágenes del partido contra el Rayo?

R: Conseguimos llenar San Lázaro pero antes también Santa Isabel. Ese fue otro logro importante. Más quizá que el ascenso, que al final depende de una victoria o no, de una trayectoria, de muchos factores. Conseguir enganchar futbolísticamente a una ciudad que estaba de espaldas a la SD y al fútbol en general para mí ha sido el logro más importante de mi carrera. El segundo logro, fue la siguiente temporada con la consecución de la permanencia en Primera División. Un equipo con muy pocos refuerzos fue capaz de mantener la categoría. Después dejamos de ser un equipo ‘pobre’, modesto, para que llegasen las subvenciones de la LFP y gastar mayores presupuestos en siguientes temporadas y ya no estaba yo.

P: Cuando llega al equipo en 3ª ya están jugadores como Bellido u Ohen. Después va sumando piezas con ese poco presupuesto del que habla y se forma un bloque que fue creciendo con los ascensos. ¿Cuáles fueron las claves?

R: Es indudable que si no hay calidad futbolística es difícil conseguir resultados. Seguramente había más calidad de lo que se presuponía por nombres. Nosotros configuramos un equipo en el cual aunamos algunos jóvenes, un poco desconocidos,  que venían con hambre, con otros jugadores que ya venían rebotados de otros equipos. Nos alimentamos mucho de jugadores del Celta. Nacho, Fabiano, Lucas, Toni, Marič… Fueron jugadores que pasaron por Vigo, que era un poco nuestra cantera (risas). A ellos en su momento ya no les valían y para nosotros eran muy aprovechables.

Conseguir enganchar futbolísticamente a una ciudad que estaba de espaldas a la SD y al fútbol en general para mí ha sido el logro más importante de mi carrera

En el Compostela de esa época se apostó por crear un sentimiento de familia. Eso hizo que muchos jugadores se decidiesen por un proyecto humilde como el de la esedé. El futbolista no tenía de qué preocuparse y cobraba puntualmente aquello que se pactaba. «Había muy poca gente dirigiendo. Estaba Caneda, Fidalgo, un administrativo y yo en la parcela deportiva. Eran gestiones muy directas y estábamos todos los días juntos», contesta Castro Santos. Aún hoy, según sus propias palabras, cree que un éxito como el de llevar a aquel equipo a la élite fue «repartido entre mucha gente, yo solo fui una de las partes», afirma.

P: Habla de su mando en la parcela deportiva, ¿qué peso tenían sus decisiones a la hora de traer jugadores para la SD?

R: Recuerdo que en el Compostela han pasado unos 30 o 40 jugadores a prueba. Solo elegimos a uno: Frank Passì. El resto venían medio fichados aunque al final conseguíamos convencer al presidente de que no eran lo que necesitábamos. Decir que todo el mérito era mío, pues no. Había tres personas que consensuábamos la decisión: mi opinión deportiva, Fidalgo como gerente del club y Caneda como presidente. Yo daba toda mi opinión deportiva y tenía mucho peso pero por encima de mi opinión estaba la del presidente. Era consensuado porque llegábamos a convencer de los pros y los contras de aquellos 30 jugadores. Si no hubiera sido así, alguno se hubiera quedado. Conseguía que no se quedasen, no porque tuviese algo en contra de esos chicos argentinos, uruguayos, venezolanos, croatas, sino que no mejoraban lo que teníamos. Prefería lo que ya conocía porque le íbamos a sacar un rendimiento mejor.

P: Llega a Primera División, consigue la salvación y la comunión con la afición y la plantilla es perfecta. Sin embargo decide irse. ¿Qué le llevó a tomar esa decisión?

R: Tuvimos un desencuentro el presidente y yo. Acababa contrato pero nunca tuve demasiados problemas para renovar con el Compostela. Podía ser un día cualquiera en una cafetería. Hablábamos del tema y en cinco minutos estábamos de acuerdo sin firmar nada. Eso me costó después algún disgusto a nivel económico, cosa que no mencionaré. Aquella temporada algunos equipos, sobretodo uno, el Sporting de Gijón, estaban muy interesados. Cuando algún club quería hablar conmigo se lo comunicaba a mi presidente. En definitiva, él creyo que estaba firmado por algún club porque no había aceptado su propuesta de renovación. No la había aceptado por un tema económico. Uno intenta ir más arriba y el club pagar lo menos posible. No había nada más como se demostró al final cuando yo me quedé sin equipo. Vinieron otras temporadas con otro presupuesto, otro entrenador, otros futbolistas, de las cuales yo no tengo nada que decir.

Vinieron otras temporadas con otro presupuesto, otro entrenador, otros futbolistas, de las cuales yo no tengo nada que decir […] a mí me hubiera gustado continuar aquella etapa en la que fuimos haciendo un equipo. Fue una pena que todo aquel bloque se rompiera.

Lo cierto es que Castro Santos quería continuar en Santiago: «A mí me hubiera gustado continuar aquella etapa en la que fuimos haciendo un equipo. Fue una pena que todo aquel bloque se rompiera«, confiesa. Tal y como él afirma, estuvo unos meses sin equipo hasta que después firmó por el Real Club Celta de Vigo. En una relación de confianza consolidada en esa ‘familia’ que era la SD, un día Caneda creyó que el técnico que había ilusionado a toda una ciudad estaba firmando con otro club a sus espaldas. «El presidente firmó a otro entrenador que fue Fernando Vázquez y hubo un pequeño desencuentro. Pasado cierto tiempo volvimos a retomar la confianza que teníamos pero que rompió seis años de trabajo en un club», relata. Él mismo afirma que fue algo complicado de mantener porque es difícil que un club mantenga su apuesta tanto tiempo.

P: En el momento de su salida, fue despedido como un héroe. Mucha de esa afición que consiguió sumar a la causa hoy ya no está con el equipo. ¿Cómo explica ese retroceso de la masa social del Compos?

R: Hay que pensar que en el club pasó algo muy grave, su desaparición. Seguramente por un mal ajuste económico y deportivo se desciende de categoría y eso arrastra la economía. Es un dinero que debían, era insoportable. Dicen que con dudas o sombras pero es la realidad. Aunque después se hayan intentado abonar otras situaciones para que crecieran otros ‘Compos’ ya nunca fue lo mismo. Cuando desaparece una cosa, ya no tenemos ese sentimiento. También creo que la gente se sintió desencantada con todo lo que pasó, con los resultados deportivos. Quizá a la afición todavía le faltaba un poco para consolidarse como buena afición de verdad y se decantó por no volver otra vez al fútbol. Para cuando se creó un club nuevo ya iban quinientas o mil personas. Les va a costar volver a ser aquella afición de Primera División, a menos que se vuelva a ascender, cosa que no es nada fácil.

P: Siguiendo esa línea de inestabilidad, ¿qué cree que le ha faltado al club, a la afición o a las directivas para mantener el proyecto de fútbol en una categoría digna de Santiago?

R: Creo que fue una mala relación económico deportiva. En la época buena de Primera, antes de empezar la temporada, ya se tenía superávit. Los ingresos de televisión, de la publicidad, más socios y taquillas, les daba para estar muy saneados. Se tuvieron algunos jugadores que cobraban cierto dinero, pero no era descabellado. Después vinieron unos futbolistas que creo que rompieron el techo salarial. Se dice, esto lo pongo entre comillas porque no lo sé a ciencia cierta, que Penev cobraba cien millones… Esas cifras no eran sostenibles para un club como el Compos y me da la sensación que ahí se rompió un poco. De que las cosas vayan bien a que no vayan tan bien es un nada, un centímetro, una decisión, un balón al poste, que el delantero acierte o no. Creo que ahí empezó el declive y después vinieron los descensos. Si no sabes gestionar con la tranquilidad suficiente puede pasar lo más grave para un club, la desaparición.

Castro Santos fue el que comandó la nave del Compos a 1ª División | Diego Gómez
Castro Santos fue el que comandó la nave del Compos a 1ª División | Diego Gómez

La SD Compostela fue importante para Castro Santos por ser el primer club que le permitió debutar en la élite. «Es el momento de mi carrera más feliz, más importante, aunque tuve otros y en ciudades de renombre. Empezar con un equipo tan abajo y llegar tan arriba… todavía no hay nadie que haya batido ese récord en España», afirma sonriente. El fútbol ha cambiado quizá demasiado desde que dejó de entrenar -allá por 2011- y todavía más desde que dejó el banquillo picheleiro. De ahí que sea tan complicado reeditar una gesta de esa magnitud.

Subidos en la ola del dinero de las televisiones y en la que prima la élite, los clubes humildes pelean en el fango de las categorías inferiores, luchando por repartirse las migajas de ese pastel que son los derechos de televisión. Eso para los clubes que se encuentren en esa tesitura. Para el Compostela, hoy de nuevo en Tercera, es una labor titánica. «Se que el presidente actual tenía ilusión por llegar a la Segunda División pero no es tan sencillo. Se tienen que dar muchas cosas. Tienes que empezar con mucha ambición desde abajo pero también con la tranquilidad y la serenidad suficiente. Y rodearte de gente de fútbol, de gente que sepa de qué va esto», asegura el ex técnico.

[Hablando del Compos] Es el momento de mi carrera más feliz, más importante, aunque tuve otros y en ciudades de renombre. Empezar con un equipo tan abajo y llegar tan arriba…todavía no hay nadie que haya batido ese récord

También el ámbito periodístico es diferente desde que Castro Santos era técnico. Como técnico siempre fue de fuerte carácter y muchas veces su relación con la prensa fue tensa. Le preguntamos por dicha relación, por cómo ve el devenir de la profesión y como afecta al profesional. «No tuve mala relación, no me quejo. Hubo ciudades en las que sufrí un poco las críticas del periodista, ciudades como Vigo, Sevilla, Braga, Córdoba, Tenerife. Creo que uno siempre ha sabido moverse con esa presión. Intentaba hacer su trabajo más fácil al periodista, sin ir más allá y sin que entraran en lo que uno considera privado», afirma. «Sin periodistas deportivos el fútbol sería mucho menos importante. Eso ha ido derivando en un periodismo deportivo un tanto amarillo. No importa el juego, importa todo lo que rodea al juego y a mí, como técnico, no es lo que más me importa», sentencia.

Al tratar el tema, el técnico va hilando argumentos en favor de una prensa que se centre más en lo que considera importante: el análisis del fútbol. Hubo un momento en el que dijo basta y ese devenir de la prensa, sumado a la pérdida de peso de los entrenadores y de la llegada de herramientas como las redes sociales han hecho que Castro Santos perdiese la ilusión por entrenar.

«Son algunos de los motivos por los que me he alejado prematuramente del fútbol. Pero hay muchas otras cosas con las que no estoy de acuerdo y que no estoy dispuesto a soportar. Hay factores que han cambiado mucho la relación con los futbolistas, el protagonismo de los directores deportivos en detrimento de los técnicos, que cada vez somos más un número, fácil de cambiar, solo con el peso de elegir un once, soportando la responsabilidad de ganar o perder». En este sentido, sostiene Castro Santos: «Han cambiado los sistemas de entrenamiento, ha evolucionado el mundo pero hay esencias que a mí me cuesta aceptar que ahora sean mejores que antes».

P: A nivel general, ¿qué balance hace de su carrera? ¿Alguna espinita que le quedase clavada?

R: Quizá por la cercanía y por el cariño que yo le tengo al Compos, no haber conseguido todo lo que quería conseguir. Después, con el Celta estuve a quince minutos de jugar una final de Copa contra el Barcelona. En aquella eliminación contra el Betis, con un gol tramposo, cuando no nos devolvieron una pelota que habíamos echado fuera. La doble competición nos pasó un desgaste tremendo. Me hubiera gustado que las cosas se hubieran dado un poquito mejor porque conmigo elegimos a Mazinho, a Mostovoi y a Revivo y nadie lo dice. También el no haber conseguido el ascenso con el Sevilla. Lo consiguió mi sustituto, Marcos Alonso, por lo que no estábamos tan lejos. Son las dos espinitas que tengo porque quién sabe, en clubes muy importantes, con una gran repercusión mediática, si se hubiera dado… Como esas cosas no se pueden cambiar pues he tenido que pelear muchas veces con clubes en situaciones muy complicadas y que allá me iba yo con toda la ilusión. Estoy orgulloso de mi trabajo.

Hay cosas que no estoy dispuesto a soportar […] factores que han cambiado mucho la relación con los futbolistas, el protagonismo de los directores deportivos en detrimento de los técnicos, que cada vez somos más un número

Hablando en presente de la profesión nos asalta la duda de si se plantearía volver a sentarse en banquillo. Zanja rápido la cuestión: «No, dije hasta aquí hemos llegado, hace tiempo que dejé eso. Alguna propuesta he tenido y eso que nuestro mundo funciona con representantes, con salir en la foto y aparecer en los estadios. Tampoco he querido hacer ninguna mención. Un entrenador sigue siendo entrenador hasta que muere pero yo, a las propuestas de trabajo nacionales y de fuera, que quizá se te valora mejor, he dicho que no. Quiero vivir de otra manera, más tranquilo».

Entiende que la vida bajo un banquillo ha cambiado. Para Castro Santos, muchos técnicos actuales deciden firmar no tener peso en las decisiones técnicas porque saben lo que hay. Cada vez la cola del paro de entrenadores es más alargada y ante eso, muchos aceptan cualquier propuesta. «El entrenador que quiera tener mucho protagonismo en decisiones importantes tiene muchas dificultades para poder trabajar», reitera.

Con un hombre de fútbol como Fernando Castro Santos es imposible no alargar la conversación y querer preguntar sobre todo lo que rodea un mundo tan apasionante y cambiante. Su legado en este deporte se firmó en muchos conjuntos pero principalmente en la gesta que puso en el mapa futbolístico a Santiago de Compostela. De ser una capital sin un gran equipo de fútbol y sin gran afición, a obrar una de mayores machadas de este deporte. Todo ello de la mano de un técnico que supo configurar un bloque humano en comunión con su afición. A base de trabajo y sacrificio. Aunque él mismo rechace cargarse gran parte del peso de aquel éxito, me atrevo a afirmar que aquel Compos, en Primera División, fue el Compos de Castro Santos.

*Este es el segundo capítulo de nuestro serial dedicado a la Sociedad Deportiva Compostela. Es la continuación de un primer reportaje en el que repasamos su legado y actual situación. Agradecemos a Fernando Castro Santos su predisposición y su tiempo para realizar esta entrevista. En posteriores episodios profundizaremos en su historia con la visión de otros protagonistas de aquel equipo.

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