La pasada campaña los filiales de Sporting y Real Sociedad disputaron la fase de ascenso | Fuente: Fútbol Asturiano
La pasada campaña los filiales de Sporting y Real Sociedad disputaron la fase de ascenso | Fuente: Fútbol Asturiano
DIEGO TOMÉ CAMOIRA

@FirstClassSDP

El pasado miércoles, la RFEF (Real Federación Española de Fútbol) desvelaba finalmente la composición de los grupos en la categoría de bronce del fútbol español para la campaña 2018/2019. Como siempre, y debido a la dinámica de ascensos y descensos que afectan de manera desigual a cada una de las comunidades, las propuestas que se barajaban desde las diferentes federaciones autonómicas, eran muy diferentes unas de otras.

Desde el mismo día en que finalizaron los playoffs de ascenso a Segunda y Segunda B, se comenzaron a filtrar las diferentes opciones que se barajaban. Las federaciones navarra, madrileña y gallega, presentaron sus prioridades a la federación, sorprendiendo sobremanera la de los clubes gallegos, quienes tras años compartiendo grupo con Castilla y León, pretendían un cambio de esquema que les llevase a jugar en tierras vascas, cántabras y asturianas en la nueva temporada.

Una “Liga de filiales”

El curso 2018/19 echará a rodar con, ni más ni menos, que 22 filiales en Segunda B, una cifra récord tan sólo igualada en la temporada 2014/15. Esto llevó a que, entre las diferentes propuestas, se filtrase una que supondría la completa reestructuración de la división tal y como la conocemos en la actualidad. Un grupo de filiales.

A la espera de una posible remodelación de la categoría que se haría efectiva para la temporada 2019/2020, una de las posibilidades que tomó fuerza para esta misma campaña, fue la de reservar uno de los cuatro grupos para los filiales planteándose diversas opciones. Una de ellas, fue la de conformar un grupo con 20 participantes como es habitual, englobando a dos de los conjuntos filiales en el resto de grupos.

Sin embargo, esta propuesta planteaba el problema de qué filiales quedarían excluidos de “su grupo”. Por lo tanto, otra de las opciones que se pusieron encima de la mesa, fue la de reducir dos de los grupos hasta los 19 participantes para dejar el grupo de los filiales compuesto por 22 contendientes.

Esta solución ante la configuración de los grupos sorprendió a propios y extraños, ya que una de las premisas que siempre ha intentado mantener la RFEF, ha sido la de no dividir a los clubes de las distintas federaciones territoriales.

Además de ello, causó un gran malestar entre gran parte del resto de clubes de la categoría, ya que, la configuración de un grupo único de filiales, disminuiría las opciones de acceso al Playoff de los demás conjuntos. Si bien es cierto que se asegurarían 4 plazas de descenso directo para los filiales, también contarían con 4 plazas garantizadas en la fase de ascenso, 1 de ellas como primeros de grupo, lo que supone la posibilidad de ascenso con la disputa de una única eliminatoria y la reincorporación al playoff en caso de derrota.

En el centro de la polémica

El debate en torno a los filiales, se encuentra más latente que nunca en nuestro país. En parte, los propios clubes lo han alimentado con decisiones como la del Deportivo Fabril, quienes, aún a sabiendas de que su club no podría ascender a la división de plata del fútbol español debido al descenso del primer equipo, decidieron ocupar la plaza que se ganaron en los terrenos de juego para disputar la fase de ascenso. Situación similar se vivió en Mareo, cuando el Sporting de Gijón B llegó hasta la penúltima ronda del Playoff, al mismo tiempo que el primer equipo perdía en su eliminatoria frente al Valladolid cualquier posibilidad de ascenso a la máxima categoría.

Esto, unido a la desigualdad económica que supone el ser dependiente de algunos clubes de primera división con enorme poder adquisitivo, ha hecho que entre numerosos aficionados se haya reabierto un debate. El de crear una Liga –y no un grupo- de filiales.

Siguiendo el modelo que con tanto éxito se implantó en Inglaterra, muchos aficionados esgrimen el argumento de que crear un campeonato propio de filiales, evitaría toda la serie de problemas que se dieron en los últimos playoffs, y permitirían que los jóvenes futbolistas se enfrentaran con canteranos de su misma edad (más o menos) y en igualdad de condiciones; sin la presión de lo que haga el primer equipo.

Por el contrario, tanto los grandes clubes como los aficionados que defienden la integración en el sistema de ligas como cualquier otra estructura no dependiente, apuntan que el escaparate que supone la Segunda B, así como el foguearse a nivel competitivo con clubes históricos del fútbol español, trae consigo un paso intermedio positivo a la hora de dar el salto del fútbol normativo al profesionalismo.

Logo de los grupos de 2B | Fuente: RFEF
Logo de los grupos de 2B | Fuente: RFEF

En cualquier caso, el debate continuará al menos durante la próxima campaña, ya que, finalmente, la propuesta no fue llevada a trámite y la categoría de bronce del fútbol español contará con 4 grupos divididos territorialmente como de costumbre. No obstante, las críticas al trabajo de la federación no han arreciado, ya que, por ejemplo, en el caso de la provincia de Burgos, dos clubes tan próximos territorialmente como Mirandés y Burgos, pueden estar jugando de manera simultánea en Coruxo e Irún, al quedar divididos entre el grupo I y II para favorecer la entrada y los desplazamientos a la península de –efectivamente- un filial. Las Palmas Atlético.

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