Mural de Diego Armando Maradona en los Quartieri Spagnoli de Napoli, donde es un ídolo | Lucas Méndez
Mural de Diego Armando Maradona en los Quartieri Spagnoli de Napoli, donde es un ídolo | Lucas Méndez
LUCAS MÉNDEZ VEIGA

@LMendez8

Por todos es sabido que el calcio es el deporte rey y que en Italia, si cabe, todavía lo es más. Entre todo ese fervor que se vive en el país transalpino, hay una ciudad de gran importancia que cobra otra dimensión cuando rueda el balón. Hablamos de Napoli, de su SSC Napoli. Esa pasión tan napoletana siempre ha estado en las serpenteantes calles de la ciudad del Vesubio, pero todo cambió cuando en el viejo San Paolo vieron jugar a uno de esos ‘locos bajitos’. Llegó y lo cambió todo. Era argentino, su nombre: Diego Armando Maradona.

Nostro ‘Dio’: Maradona

Solo quien haya estado alguna vez en Napoli sabe de lo que hablamos. Han sido muchos los conjuntos que, a lo largo de la historia, han legado sus éxitos o fracasos al talento de un único jugador. La historia de la Società Sportiva Calcio Napoli no veía reflejada en títulos su condición de histórica antes de la llegada de ‘El Pelusa’. Fundada en 1926, tuvo que esperar hasta 1987 —solo dos temporadas después del desembarco del jugador en la Campania— para entender lo que era ganar un Scudetto.

Antes de su llegada al sur de Italia, Maradona venía de una época en el Barcelona que no acabó de la mejor manera. Dispuesto a desmostrar el fútbol que llevaba en sus botas, se le plantearon varias opciones para seguir su carrera. Se dice que la Juve estuvo también muy cerca de su traspaso pero que fueron 14 millones de liras las que hicieron que el Diego llevase su fútbol a la sureña bahía italiana.

Lo que se encontró a su llegada no era un panorama idílico. Hablamos de un conjunto que en la 83/84 había salvado por los pelos la categoría. Y en solo dos temporadas, el astro argentino logró colocar al club en lo más alto.

Niños napoletanos jugando en la Piazza del Plebiscito | Lucas Méndez
Niños napoletanos jugando en la Piazza del Plebiscito | Lucas Méndez

Desmotando tópicos, acrecentando rivalidades

Un Scudetto es lo máximo a lo que puede aspirar un club italiano. Aún hoy se conserva ese aura de grandeza que se otorga al ganador del campeonato nacional. Y como decíamos, en Nápoles, la tercera ciudad más poblada de Italia, jamás habían probado esas mieles. El carisma del —ya por entonces— mejor jugador del mundo hizo cambiar la mentalidad del club, de sus compañeros y de la ciudad entera. Pero hablamos de algo más importante que solo fue capaz de desmontar un jugador de la talla de Maradona.

Existen dos Italias, y eso es algo patente aún hoy en día. Esa división norte – sur lleva décadas siendo una realidad. Mientras el norte (con ciudades como Milán y Turín a la cabeza) poseía y posee las mayores infraestructuras, un índice de paro más bajo y, en el plano que nos concierne, los conjuntos futbolísticos más poderosos; el sur veía como los índices de desempleo, la precariedad laboral y social y problemas como la delincuencia no dejaban de crecer.

Enfrente el gran mural al Pelusa, en pleno barrio español, se encuentra una especia de templo en homenaje a Maradona | Lucas Méndez
Enfrente el gran mural al Pelusa, en pleno barrio español, se encuentra una especia de templo en homenaje a Maradona | Lucas Méndez

En medio de todo este clima, acrecentando en los ochenta con dosis de un debate que también hoy se ve en la calle, surgió la gran figura de ‘El Pelusa’ para conseguir el primer Scudetto de la historia para un equipo del sur. Los —siempre insultados—terrone* habían conquistado la Italia futbolística.

*Apelativo vulgar que surgió en las décadas de los 60 y 70 con la que los norteños nombraban a los campesinos del sur que emigraban al norte buscando trabajo.

En una región dejada de lado, con constantes movimientos sísmicos y el temor a una nueva erupción del Vesubio, Maradona fue la salvación. El Napoli, después de años de menosprecios, podía mirar cara a cara a los grandes equipos italianos. Y la rivalidad, sobre todo con la Juventus, el todopoderoso conjunto norteño, se acrecentó.

Ahora la estrella de los partenopei podía hacerle frente a los Platini, Laudrup o Baggio, medir de igual a igual a conjuntos como la Roma de Ancelotti, Falcão o Bruno Conti, la Fiore de Passarella o Sócrates o la Samp de Mancini. Junto a jóvenes canteranos como Ciro Ferrara y escuderos de lujo como Salvatore Bagni o Bruno Giordano, ‘El Pibe de Oro’ logró ubicar en el mapa futbolístico italiano a una ciudad del sur.

El San Paolo no es el estadio que me gustaría. Necesito dos segundos para comprar el terreno y hacer un estadio en 18 meses, pero luego me doy cuenta de que es el estadio de Maradona. Él es la única parte importante de un pasado de fútbol napoletano y no lo olvidaría – De Laurentiis, presidente del Napoli

Ya no solo por el calcio. Diego representaba bien a las clases más bajas y por eso el napolitano se sintió tan identificado con él. Jugaba, también, para defender a su pueblo. El Scudetto supuso un soplo de aire fresco en una ciudad sumida en el caos, las guerras de bandas, el control de la mafia y catástrofes como el terremoto de Irpinia. Para los azzurri, que un jugador extranjero pudiese cambiar esa tónica lo supuso todo. Al nivel de Maradona, en Nápoles solo está su patrón, San Genaro. Palabras mayores.

La leyenda argentina puso en el mapa a una ciudad de la magnitud de Napolés, continuamente menospreciada social y también futbolísticamente. Ahora, en cualquier rincón de Nápoles, se le rinde tributo. A la derecha, con la camiseta de Boca Juniors | Lucas Méndez

Años dorados, un Mundial y una despedida

El nivel de aquel SSC Napoli no dejó de crecer. Los dirigentes vieron una oportunidad de oro para subir peldaños y establecer un hegemonía. Las inversiones en fichajes fueron in crescendo buscando rodear bien al pibe. Jugadores de la talla de Alemao o Careca permitieron a Maradona conseguir el primer éxito continental derrotando al Stuttgart alemán para ganar la Copa de la UEFA en el año 89.

Y aún dio tiempo a un segundo Scudetto, el de la confirmación del legado maradoniano. Hubo un cambio de entrenador por el medio, pero la esencia del Diego campando a sus anchas por el San Paolo seguía intacta. A la MaGiCa (Maradona-Giordano-Careca) se le unió otro escudero de lujo como Gianfranco Zola para volver a alzar otro cetro de campeonísimo de Italia. El del año 90 ha sido el último trofeo liguero que han levantado al cielo azul de Nápoles.

Era el año 1990, y todo parecía marchar bien por el sur. Con todo, convivir con una personalidad como la de Diego nunca fue sencillo, tampoco en Napoli. Por todos era conocido esa locura que era su vida fuera de los terrenos de juego, pero seguía dando réditos de su talento deportivo dentro de la cancha y poco parecía importar el resto. Ese mismo verano, el destino quiso que unas semifinales del Mundial de Italia’90 se jugasen en Nápoles. Los contendientes: Argentina e Italia. La ciudad se dividió entre el amor por su ídolo y las ganas de levantar el trofeo dorado en casa, en ‘su’ Mundial. Ganó Argentina y pasó a la final. Y claro, en Roma ocurrió lo que ocurrió…

Algo se rompió entre el diez y Napoli aquel verano. Ya nada volvió a ser igual en el plano futbolístico. En el 91 un test de drogas y problemas con la justicia pusieron fin a un etapa dorada como no ha habido otra para los partenopeos. Acabó la historia futbolística pero no la historia de amor entre un ídolo, el que lo cambió todo, y su ciudad, su hogar.

El legado del Diego en las calles de Napoli

El altar con el 'pelo milagroso' de Maradona en el bar Nilo | Lucas Méndez
El altar con el ‘pelo milagroso’ de Maradona en el bar Nilo | Lucas Méndez

Ese fervor casi enfermizo por el esférico sigue siendo patente cada día que uno pasea por las calles a orillas del Vesubio. Estos últimos años, bajo el mando de hombres como Benítez o Sarri, el Napoli ha vuelto a recobrar ese poder para pelearle el título liguero a la Juventus. Pero sin el éxito que cosecharon bajo el mando tiránico del pibe en el césped.

Las calles de Napoli no son las calles de Florencia o de Roma. Hay que admirar la ciudad en su caos, en su imperfección. Una ciudad que, en numerosísimos lugares, recuerda al ídolo que consiguió derribar todas estas barreras con las que los napoletani convivieron siempre. La imagen que encabeza esta pieza es un gran mural en el centro neurálgico de ese Nápoles que, decimos, Maradona defendía en el césped. En plenos Quartieri Spagnoli, ese barrio tan napolitano que tildan de ‘peligroso’ una vez cae el día; con sus calles estrechas, los puestos de alimentos, las casas abiertas de par en par, los tendales llenos y el ensordecedor sonido de motos.

Paseando por el centro histórico de la ciudad nos encontramos con otro de los tantos templos. Y es que, en sí, la ciudad es una oda al ‘Dio‘ Maradona. En el Bar Nilo se encuentra el altar en el que venerar al ‘Pelusa’, donde podremos encontrarnos hasta un pelo del propio astro argentino.

Mucha gente no puede evitar pensar en Nápoles y pensar en Diego. Ese brillo en los ojos de los habitantes de la ciudad al nombrar a su ídolo es algo que permanecerá para siempre en la memoria y en las calles de un lugar diferente. Una ciudad que un bajito argentino, un jugador diferente al resto, consiguió hacer grande. Derrocar todos sus miedos, años y años de diferencias territoriales, económicas y fútbolísticas se tornaron en alegría para un pueblo que, hoy, más de 30 años después, le sigue idolatrando.

Napoli es Maradona.

Una ciudad, rendida a la leyenda del Pelusa | Lucas Méndez
Una ciudad, rendida a la leyenda del Pelusa | Lucas Méndez

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