Hermanamiento entre el pueblo vasco y el argentino en 2016 | Fuente: Irekia - Lehendakaritza - Eusko Jaurlaritza / Basque Goverment, CC BY 3.0 es via Wikimedia Commons
Hermanamiento entre el pueblo vasco y el argentino en 2016 | Fuente: Irekia – Lehendakaritza – Eusko Jaurlaritza / Basque Goverment, CC BY 3.0 es via Wikimedia Commons
CARLOS RODRÍGUEZ LÓPEZ

@Carlosrlop

En los últimos tiempos muchos expertos -y no tan expertos- en materia deportiva, han rehusado la idea de mezclar fútbol y política. Hubo un tiempo en el que esa posición era difícil de defender, aquellos años en los que las gradas de los estadios mostraban mejor que cualquier otro tipo de manifestación pública la realidad socio-política de cada país, ciudad o región.

El Mundial del 82 disputado en España no fue, ni de lejos, uno de los más vistosos que se recuerdan en cuanto a lo futbolístico. Sin embargo, es uno de esos grandes ejemplos que nos dejó el balompié del siglo XX, de cómo las aficiones entendían la defensa de unos colores como algo más que el apoyo a un equipo de fútbol.

En Euskadi como en casa

El 13 de junio de 1982, dio comienzo el Mundial de España. Fue el torneo de Naranjito, el del tercer entorchado intercontinental para la azzurra y el de la Guerra de las Malvinas. El torneo comenzó en medio de la disputa armada entre Gran Bretaña y Argentina por el territorio del Atlántico que, curiosamente, finalizó un día después de que se celebrara el partido inaugural. Probablemente, de haberse sabido que terminaría nada más comenzar el torneo, los británicos no habrían siquiera valorado la opción de no acudir a la cita mundialista. Sin embargo, no fue así y, pese a la participación final, desde que comenzará el conflicto el 2 de abril muchas voces reclamaron a las selecciones de Inglaterrra, Escocia e Irlanda del Norte, que se negaran a participar.

Finalmente las autoridades británicas pensaron que lo mejor sería que sus combinados nacionales participaran, y optaron por sugerir a la FIFA la no participación de Argentina, oferta que el máximo organismo del fútbol internacional declinó. Se jugaría el Mundial, con la selección argentina, las británicas, y sus respectivos aficionados.

“Los aficionados que viajen a España serán tan buena representación de Gran Bretaña como las tropas lo están siendo en el sur del Atlántico”, llegó a declarar Margaret Tatcher sobre los fans procedentes de las islas. En la Europa continental, la imagen que se tenía de los supporters era otra bien diferente, la de los hooligans. Además, la preocupación se había acrecentado por culpa del conflicto de las Malvinas: los ingleses veían a los españoles como aliados argentinos (de hecho lo eran), por ello- y por la situación con Gibraltar- concebían la sede del torneo como tierra hostil.

Solo había un lugar en todo el territorio español, en el que la población los apoyaría: Euskadi. Ahí fue precisamente donde disputaron sus encuentros correspondientes a la primera fase y donde forjaron una curiosa relación con el pueblo vasco. Muchos de los habitantes de Euskadi los apoyaban en el tema de las Malvinas, y los británicos vieron en ellos un aliado.

Antes del partido ante Francia, los aficionados ingleses se encontraron en su camino a San Mamés un puesto en el que trabajadores de una fábrica local repartían propaganda nacionalista vasca. Era una época convulsa políticamente hablando y las autoridades no dudaban en tratar de disolver cualquier tipo de reunión de este tipo, sin embargo, nunca habían visto que los que ondeaban la ikurriña fuesen ciudadanos ingleses.  “Because they hate the Spanish and the coppers” (“Porque ellos odian a los españoles y a los maderos” ) -como explicó uno de los aficionados ingleses en cuestión a John Williams, Patric Murphy y Eric Dunning y recoge el libro Hooligans Abroad- ese era el motivo de su apoyo a aquellos que defendían el movimiento nacionalista vasco.

Algo así como un oasis al que aferrarse entre las tantas banderas de “Las Malvinas son argentinas” que los recibían en el estadio.

La Batalla de Zarautz

Pese a lo que pueda parecer, su batalla no era contra España, sino contra Argentina. Aficionados de uno y otro bando ansiaban que el devenir del torneo los citara después de la segunda fase, pero ninguno pudo superarla. Seguramente más de uno resoplo con alivio cuando ambos equipos certificaron su eliminación del torneo, sobre todo teniendo en cuenta lo que había pasado en la primera fase.

En los días previos al enfrentamiento contra Checoeslovaquia, los hooligans ingleses, alojados mayoritariamente en Zarautz, se enteraron de que un grupo de Barras Bravas argentinos se encontraba en la misma localidad.

Después de una discusión entre ingleses y argentinos acerca de Malvinas, se produjo una de las peleas más sonadas de la historia de los mundiales, tras la cual un grupo de aficionados argentinos acudió a uno de los hoteles en los que se alojaban los ingleses disparando armas de fuego. Aquel tenso episodio, bautizado como ‘La Batalla de Zarautz’ y confundido en un primer momento por las autoridades con un posible atentado de ETA, quedó en un susto.

El día del partido ante Checoeslovaquia, los británicos colgaron una pancarta con la leyenda: “Falklands- Zarauz We Win Wars” (Malvinas- Zarautz nosotros ganamos las guerras). La batalla futbolística entre Inglaterra y Argentina tuvo que esperar hasta el Mundial del 86, pero esa historia ya la conocen…

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