LUCAS MÉNDEZ VEIGA
Desde 2015 Roma cuenta con un equipo muy especial. La Romulea Autistic Football Club no es un equipo cualquiera. En el histórico barrio de San Giovanni el fútbol defiende su papel más importante en la sociedad: el de permitir jugarlo a todo aquel que lo desee.
La inclusión en el deporte forma parte cada día de manera más relevante de nuestra realidad. Cada vez son más los clubes que rechazan la deriva mercantilista y deciden centrarse en el papel elemental que puede tener el deporte en las sociedades modernas: el de mejorar la vida de las personas, hacerlas sentir partícipes de algo, hacer crecer y afianzar sus vínculos afectivos, permitir ser a la gente más auténticos.
Autismo: un trastorno olvidado
El autismo es un trastorno social que se manifiesta en los niños siendo estos bien pequeños. Se trata de una alteración en los comportamientos sociales de las personas, que se pone de manifiesto en las deficiencias comunicativas y de interacción. Además, hablamos de unos patrones y conductas repetitivas de comportamiento, intereses y actividades que nos hablan de un problema que permanecerá con los años.
El diagnóstico se convierte en algo importante, en una tarea laboriosa para los profesionales. El arduo proceso requiere siempre de la máxima atención a los comportamientos y patrones sociales.No se conocen datos concretos en España. La Confederación Autismo España habla de datos de estudios epidemológicos en Europa, que apuntan a 1 caso por cada 100 nacimientos (Austism-Europe aisbl 2015), a pesar de ser una cifra que no deja de aumentar.
En Estados Unidos, sin embargo, ya se habla de 1 cada 88 personas. El TEA, Trastorno de Espectro Autístico, se trata de una anomalía de la que no se conoce mucho. No hace tanto que se habla con certeza de casos reales y de cifras que no sean dudosas.
Los tabús son numerosos y las dudas de los padres cuyos hijos son detectados con autismo también. De esta manera, hablamos de un contexto en el que este trastorno no está plenamente reconocido, estudiado y detectado por los sistemas sanitarios mundiales.
La Romulea Autistic: rompiendo barreras
Bajo el amparo de la Jornada Mundial del Conocimiento del Autismo, nace en 2015 un club diferente. Casi desde el comienzo lo hicieron de la mano de una asociación futbolística importante de una urbe como Roma. La Romulea Calcio es, desde 1921, una de las grandes escuelas de fútbol de la capital y compiten en un recinto al lado de la gran Basílica de San Giovanni, en uno de esos barrios tan bulliciosos y singulares de la Ciudad Eterna.
Después de saber de la existencia de un conjunto de las características del Autistic, fundado desde cero por un grupo de chicos a los que el tema les tocaba de cerca, el club se decidió volcar y ser pionera en este ámbito. Apoyarían con todo lo necesario a un conjunto tan especial. Así nace la Romulea Autistic Football Club.
«La Autistic nació primero con un grupo de chicos y trabajadores que daban apoyo a los jugadores del equipo. Cuando empezaron la actividad, los acogimos aquí dentro y comenzamos una relación de colaboración. Venían y se entrenaban una vez a la semana. Esto durante dos años. Al tercero ya les preguntamos si querían formar parte del organigrama de la Romulea, ser un equipo nuestro. Debo decir que lo acogieron con muchísimo entusiasmo y nos convertimos en uno solo, algo precioso», narra su presidente Nicola Villela, cuya familia lleva décadas dirigiendo el club.
Antes de la Romulea Autistic, como dijimos, existía una relación comercial en el sentido de que el club debía gestionar sus espacios, con sus costes. Digamos que, entonces, existía más bien un apoyo logístico y una relación de convenio. Fueron pasando los años y fueron integrando el conjunto en el organigrama de la base. La relación con las familias comenzó a mejorar y la confianza en el proyecto creció, a pesar de que al principio hubo reticencias.
Es algo que destaca su entrenador y cabeza visible del proyecto, Tommaso Arrotta. «Para mí esto es la consecución de una idea que tenía. Sobretodo viéndolo en mi mujer, a quien se le detectó autismo, y en las familias de los jugadores percibimos la poca fe que tenían en sus hijos y en la forma de hacer las cosas. Nos dimos cuenta que muchos padres pensaban que sus hijos eran diferentes a los otros y son términos que podemos emplear porque es así», comenta.
Se decidió entonces que las familias pagasen una cuota anual, como el resto. «Se igualaron en condiciones con el resto de niños que entrenan fuera del espectro autístico. Esto es un modo para poder incluirlos y tratar a los individuos en el discurso de la igualdad. En el mismo sentido, nos permitía poder llevar adelante la actividad, pagar los gastos y dar la posibilidad a quien quisiese de ser parte activa y realizalo en el campo», añade el presidente Villela.
Esa poca fe inicial de los padres en el fútbol como elemento positivo para la vida de sus hijos fue cambiando con el tiempo a pesar de que es algo común en Italia. En un país con un discurso futbolístico enfocado a lo negativo —violencia, curvas, racismo, ultras, dinero— nadie valoró el poder del deporte nacional para mejorar la vida de personas con estos problemas.
«Cuando esto echó a andar nadie creía en nosotros. Poco dinero, mucha voluntad y llegamos a dar una lección, no de forma presuntuosa, pero a nivel cultural hicimos un cambio también en la Romulea. La Romulea es un microcosmos ya que son más de quinientos federados con sus quinientas familias, y se generó un clima que no creía que fuésemos capaces de crear. Es la mayor satisfacción, junto con la demostración a estas familias de que el deporte de equipo debe unir por fuerza. El aspecto difícil del autismo es el de la comunicación y en el fútbol se comunica con la pelota. No existen once balones, existe uno solo a través del cual se comunica», comenta orgulloso Arrotta.
En el plano técnico, el preparador siempre creyó necesario adaptar los entrenamientos a las capacidades de sus jugadores. «Elaboro los entrenamientos en función del nivel, lo cual no significa no entrenar», incide. Conseguir llegar a competir en campeonatos nacionales fue un riesgo que se corrió y contó con los apoyos necesarios para que no se echase todo a perder.
«Entreno desde hace quince años y para mí no cambia nada. De esto se trata. Enseño que debes estar puntual en el campo, tener tu camiseta limpia y no de otro color, debes venir a los entrenos. Es un aspecto que conseguimos: un 92% de presencias en los entrenos. Significa que quieren jugar», dice.
Uno de los jugadores más destacados es Pietro Cirrincione. Además de ser uno de los fundadores, se trata del capitán y uno de los más veteranos. Comenta sonriente que nunca pensó en llegar a estas cotas pero que, ya puestos, no piensan parar de soñar.
«Empezamos en un torneo en estos campos, con un equipo mitad integrado por gente del espectro autístico y la otra formada por educadores, voluntarios o amigos. Nuestra escuadra es inclusiva en el sentido de que todos tenemos las mismas opciones y oportunidades. No existen reglas especiales: el juego es el reglamentario de la FIFA y para nosotros es importante el apoyo para participar en el equipo», explica.
En el autismo en general las personas que lo padecen se encuentran con las dificultades de no comprender las reglas sociales porque es complicado comprender el lenguaje no verbal.
Durante el juego esto añade dificultades para interpretar dinámicas de juego: por ejemplo, cuando un compañero está listo para recibir un pase o cuando otro debe decidir si ataca o no al delantero que encara a propia meta.
«Necesitamos una ayuda más pero en todo caso jugamos de forma competitiva. El deporte es un derecho y llevamos adelante este proyecto desde hace cuatro años y hoy podemos decir que somos un equipo oficial de la Romulea, que es una sociedad deportiva histórica de Roma Capital desde hace un siglo. Esto aumentó nuestra visibilidad», finaliza Cirrincione.
El aspecto difícil del autismo es el de la comunicación y en el fútbol se comunica con la pelota. No existen once balones, existe uno solo a través del cual se comunica – Tommaso Arrotta, entrenador
Matteo Gianmaruchi se define a si mismo dentro del equipo como un «gran rompepiernas como central«. A decir verdad, es uno de los que más piña hace dentro del vestuario, algo que sin duda agradecen sus compañeros. Basta echar un ojo al entusiasmo con que el resto del plantel lo saluda nada más llegar al campo de juego.
A la hora de ponerse serios, Gianmaruchi habla abiertamente de los problemas que este trastorno les acarrea en su día a día y de cómo es el ambiente tan familiar dentro del vestuario.
«El ambiente dentro del vestuario es difícil, como en todos los vestuarios. En este sentido tenemos problemas igual, estrés postpartido, las ganas de ganar, el saber que no diste el máximo, de no tener dado un pase correcto o de no tener parado un tiro. Son muchas tensiones pero después nos juntamos en el vestuario, hacemos piña y conseguimos tirar hacia delante. Luego vamos a los sitios donde jugamos, hacemos fiesta, comemos unas pizzas, cuatro bromas, acaba todo y volvemos a empezar. Es una cosa importante, mucho más de lo que se piensa. El vestuario crea unión tanto o más que lo que se hace en el campo. Es importantísimo para nosotros, después de los entrenos o de los partidos, encontrar momentos dentro del vestuario, compartir momentos juntos», comienza.
La historia del club que comenzó por diversión, poco a poco fue tomando tintes de realidad y de posibilidad de proyecto serio y con futuro. «Cuando decidimos hacerlo era porque nos juntamos un día, jugamos un partidillo y pensamos que era bonito. Probamos a volver a hacerlo. Luego sabíamos que en Italia, como en el resto del mundo, el fútbol es un vehículo para tantas cosas y este deporte podía ser un motor de creciemento para todos. En ese momento, intentamos hacerlo seriamente», prosigue el veterano jugador.
Año a año la Romulea Autistic intenta mejorar en el plano técnico, elaborar de forma concienzuda los entrenamientos… no solo llegar y jugar: «Tenemos calentamientos, la parte atlética en la que intentamos mejorar físicamente, la fase táctica donde mejoramos los esquemas. No es fácil pero nos damos cuenta que si queremos crecer debemos hacerlo siempre y cada día más serio. Para esto debe ser algo verdadero, como cualquier equipo. A nosotros nos interesa proseguir con esta experiencia, que se nos reconozca y entrar en la Romulea es parte de esto», incide Matteo Gianmaruchi.
Un futuro con el que ilusionarse
La posibilidad de entrar a formar parte de una asociación histórica como la Romulea fue uno de los mejores estímulos para hacer crecer personalmente a los chicos que integran el equipo autístico. Además de los complejos generados, los problemas familiares derivados de la sobreprotección y los tabúes de la sociedad, la visibilidad que dio a este grupo de chicos y chicas un esférico fue poderosísima.
«La sociedad no te comprende, te comprende si te enfrentas a ella, si te expones. Salen y poco a poco hacen su camino propio. Hoy son conocidos en el fútbol de Roma y, cada vez más, en Italia. En su vida diaria, ser parte de un equipo así les hizo bien. Llevan orgullosos la equipación, los colores, hablan de que son parte activa de esto», relata con una gran sonrisa Tommaso, el entrenador.
El gran sueño del preparador romano sería el de participar en un campeonato federal, algo que también comparte la plana directiva que se hace cargo de la Romulea. «Esto significaría competir con treinta equipos, treinta realidades, ser conocidos en treinta sitios. Probablemente darnos a conocer más en la sociedad, aunque sea difícil la reacción de los otros y es algo con lo que ya convivimos. Habrá quien juegue con cuidado y piense ‘pobrecitos’. Para mí es un paso más y deberíamos salir de aquí, informar de lo que estamos gestando», concluye.
La visión desde la directiva del futuro y la deriva que tomará el conjunto no podría ser más positiva y esperanzadora. Villela relata desde su despacho en las instalaciones del club que la idea es la de poder crear un conjunto que pueda competir en un campeonato oficial. Lanzar el proyecto a «partidos de verdad».
Además, cobra sentido la creación de una sección de fútbol base, no como una cantera al uso, sino más bien como vía de escape y que permita que todos los niños a los que se les detecta autismo puedan entrar a formar parte de la Romulea, se integren lo más rápido posible y establezcan lazos de amistad con el balón de por medio.
«Cuanto más pequeños son, mayores son las necesidades que tienen. La idea es hacer crecer una cantera, no como una de fútbol al uso, sino dar la oportunidad a niños del espectro autístico de poder jugar al fútbol. Tenemos tres niños que están incluidos en nuestro sector de base, porque no existe un equipo dentro del espectro que todavía los acoja. La Romulea no hace mucho tiempo que desenvuelve este tipo de actividades inclusivas a través del deporte. Nos dimos cuenta al momento que no son tantas las asociaciones que lo llevan a cabo, o bien no se conocen», argumenta.
Lo bonito, según el directivo, es centrar los esfuerzos en llegar al máximo número de gente posible, darse a conocer y expandir un proyecto que non está reconocido tanto como creen que debería. «El objetivo seguramente es mejorar, aumentar el número de las actividades y participar incluyendo a más asociaciones. Cuántas más seamos mejor será», finaliza.
De esta manera, la visión futura de un conjunto tan singular y cargado de sentido humano no podría ser más esperanzadora. Las sociedades hoy viven de espaldas a los problemas de índole psicológica como el autismo, que pueden llegar a afectar a un gran número de personas y con diagnósticos totalmente diferentes.
Desarrollar y fomentar las facetas y actividades que más les gustan a estas personas permitirá su crecimiento personal, la apertura a un mundo exterior que bastante los degrada con su visión intencionada y cruel.
Hoy se habla de la Romulea Autistic, un caso ejemplar en Roma, lejos de nuestras fronteras, pero mañana deberán ser más. En más deportes, en más disciplinas, para más personas con diversas necesidades. Hoy es un esférico el que permite sonreír e incluir a este colectivo.