Saadi Gadafi frente a un retrato de su padre en su época como líder de la Yamahirija libia | Fuente: RTVE
Saadi Gadafi frente a un retrato de su padre en su época como líder de la Jamahiriya libia | Fuente: RTVE
DIEGO TOMÉ CAMOIRA

@FirstClassSDP

A lo largo de más de 4 décadas Muamar el Gadafi ejerció como máximo mandatario de Libia. El asesinato del gobernante en el año 2011, encuadrado dentro de las revueltas de la Primavera Árabe, dejó al país norteafricano en una difícil situación de la que se aprovecharon distintos grupos islamistas radicales para imponer su fuerza en diversas regiones del estado. El régimen de los Gadafi destacó por tener una de las sociedades más desarrolladas en términos económicos de todo el continente africano, pero también por sus excentricidades. Entre ellas, la pasión por el fútbol de su hijo Saadi.

“El fútbol es de idiotas” relataba Gadafi en su ‘Libro Verde’, obra doctrinal a través de la cual condensó buena parte de las medidas que impulsaría con el establecimiento de la Jamahiriya -nombre que recibía su gobierno- tras la Revolución del 1 de septiembre, que acabaría con el derrocamiento del por entonces monarca libio Idris I.

Toda su percepción en torno al esférico pareció cambiar con la llegada al mundo de su tercer hijo, Saadi, quien, gracias a la influencia de su padre no sólo dentro de las fronteras libias, sino a nivel internacional, pudo iniciar una tardía carrera profesional con el balón como protagonista.

El derbi de la ira

En Trípoli, la capital libia, o se es del Al Ahly, o del Al Ittihad, no existe el término medio. Una suerte de Betis-Sevilla magrebí por el que Saadi, desde bien pequeño, parecía haber tomado partido. O no.

El 21 de julio de 1996, en un encuentro entre ambos conjuntos de la capital, llegó la masacre. Un gol del Al Ahly anotado de forma irregular poco antes de finalizar el partido trajo consigo una auténtica revuelta popular en el estadio. En la tribuna de aquel recinto se encontraba Saadi, fanático del Al Ahly acompañado de su guardia personal. Tras el estallido de la revuelta, los miembros encargados de su seguridad dispararon sus pistolas, y, junto a la policía, fueron los encargados de llevar a cabo una masacre que acabó con la vida de medio centenar de personas.

Las excentricidades de aquel régimen llevaron a que Saadi Gadafi, al tiempo que ejercía como presidente de la Federación de Fútbol Libia se convirtiese en futbolista del Al Ahly a los -ni más ni menos- 27 años de edad, sin haber jugado previamente en ningún club tan siquiera amateur. Tras una temporada en el club de sus “amores” llegó la sorpresa. Saadi se hizo con la gestión del Al Ittihad, convirtiéndose en presidente de la entidad. Al tiempo que se encargaba de la gestión del conjunto capitalino, el hijo del gobernante decidió vestirse de corto de nuevo, pasando a formar parte de la plantilla del mayor rival del Al Ahly.

Los caprichos del régimen con el balón no quedarían únicamente circunscritos al fútbol de clubes. Saadi, como cara visible del gobierno libio y presidente del máximo órgano regulador del balompié en el país se vistió con los colores del combinado nacional, con quien, pese a apenas disputar 18 partidos en más de 6 años, se erigió como capitán.

En busca de la Champions

Las relaciones entre Muamar Gadafi y los países occidentales, sobre todo aquellos con importancia dentro de la OTAN, se hicieron complicadas durante los últimos años de su mandato. No obstante, hubo una época en la que el líder libio mantenía buenas conexiones, sobre todo en términos comerciales, con gran parte de los gobernantes de la Unión Europea.

Los mismos líderes políticos que celebraron públicamente el asesinato de Gadafi, y participaron de la intervención en el país cumpliendo la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, años atrás abrieron la puerta al comercio con Libia a través del Mediterráneo.

Uno de los mercados en los que Gadafi fijó sus objetivos fue Italia. En 1976 el presidente de FIAT y propietario de la Juventus de Turín, Gianni Agnelli, vendió el 9% de la sociedad automovilística al gobierno libio. Los lazos entre el magnate italiano y Gadafi se hicieron más férreos en el año 2002, cuando la Juventus anunció su salida a bolsa. A través de Lafico -Sociedad Internacional de Inversiones Libio-Árabe- el gobierno libio se hizo con el 5% del accionariado de la Juve, en una operación por valor de 23 millones de euros. Esta compra dio pie, nuevamente, a las excentricidades del régimen libio.

Saadi Gadafi realizó una prueba con la Juventus, en aquel momento dirigido por Marcelo Lippi. El hijo del líder tenía un sueño que ni el dinero podría cumplir. Jugar la Champions League. Lippi accedió a que Saadi participase eventualmente en los entrenamientos de la escuadra turinesa, pero tras ver el nivel futbolístico del capitán de la selección libia desestimó su incorporación a la plantilla que acabaría la temporada como subcampeón de Europa.

Nandrolona desde el banquillo

Su ansia por jugar, y el amor que Saadi le profesaba a Italia, hicieron que el hijo del dictador probara suerte en el Perugia. Lo que ocurrió fue que las ganas de triunfar en el fútbol europeo le jugaran una mala pasada cuando, sin haber disputado un solo minuto en toda la temporada, el futbolista libio dio positivo por Nandrolona en un control antidopaje.

Gadafi en un entrenamiento con el Perugia | Fuente: Bleacher Report
Gadafi en un entrenamiento con el Perugia | Fuente: Bleacher Report

“A un cuarto de hora del final debutó en la Serie A italiana, a los 31 años, Saadi Gadafi, el hijo del coronel, el único futbolista que ha cumplido sanción por dopaje sin jugar un solo minuto, el hombre que ha cambiado las reglas del negocio futbolístico: a Gadafi no le fichan, él es quien compra el club”. Así explicaba Enric González en sus aclamadas Historias del Calcio cómo Gadafi cambió el mercado futbolístico en una realidad balompédica como la italiana, en la que la trampa parece -o parecía- lo más cotidiano.

Tras 15 minutos en dos temporadas, Saadi vio una oportunidad de futuro al norte del país transalpino. En Udine iban a disfrutar de la Champions, y allí estaba el hijo del coronel para tratar de cumplir su sueño. Nuevamente, los intentos de Gadafi por participar en la máxima competición continental de clubes se quedaron en  simples deseos. El Udinese contó con él, pero sólo para jugar los últimos diez minutos del último partido de Liga frente al Cagliari en un choque intrascendente.

Y de allí a Génova. Aseguran los sabios del lugar que era habitual ver a Gadafi por la localidad genovesa después de su fichaje por la Sampdoria. Lo único cierto es que, en la temporada que estuvo en La Samp, Saadi no contó con un solo minuto. 25 minutos en 4 años y una sanción por dopaje se llevó el tercero de los hijos del mandatario libio de su paso por el país de la bota.

Del césped al campo de batalla

Imagen de Saadi en la actualidad | Fuente: Europa Press
Imagen de Saadi en la actualidad | Fuente: Europa Press

Tras poner el punto y final a su carrera deportiva a los 34 años Gadafi regresó a Libia para cumplir las expectativas militares que su padre había puesto en él. Las tensiones en el territorio magrebí iban en aumento, y las revueltas de la Primavera Árabe se empezaron a fraguar con Saadi como Teniente Coronel de las Fuerzas Armadas libias.

Tras la ejecución de su padre, y con todos los Gadafi en búsqueda, Saadi fue capturado por el Consejo Nacional de Transición en agosto de 2011, en la ciudad de Trípoli. Sin embargo, los esfuerzos por atrapar al hijo del ex mandatario fueron en vano. Gadafi consiguió escapar y refugiarse en Níger, lugar desde el cual, y tras una orden de detención por parte de la Interpol, fue extraditado a Trípoli en el año 2014, donde se encuentra retenido en la actualidad.

Ante la situación que se vive en territorio libio, la saga Gadafi -o lo que queda de ella- conforma uno de los pocos núcleos de resistencia al gobierno provisional de la nación. Las luchas intestinas entre los grupos rebeldes que acabaron con el derrocamiento de Muamar Gadafi, con la connivencia y ayuda de las fuerzas militares de la OTAN, han hecho que surjan núcleos de resistencia. Uno de ellos lo lidera Saif Al Islam, hermano mayor de Gadafi quien, desde la ciudad de Zintan -bajo su poder-, dirige una de las milicias que forman el último reducto de resistencia de la Guerra Civil Libia. Del rechazo al fútbol a hacer negocio con él y satisfacer las demandas de su hijo.

La Libia de Gadafi. Tan desarrollada en términos económicos dentro del contexto africano como extrafalaria y restrictiva.

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