
LUCAS MÉNDEZ VEIGA
Uno con su talento se habría quedado en un club humilde una temporada. A lo sumo dos, mientras no dejaba de recibir ofertas de varios miles de liras para perforar las redes rivales en busca de algo más que el orgullo de un pueblo. Porque hubo una época en la que los llamados ‘bombers‘, los delanteros de raza italianos, se decidían a permanecer en sus clubes modestos. De provincia, les llamaban. Vito Chimenti encarnó ese tipo de delanteros que marcaron época y hasta fueron pioneros en el calcio.
Fútbol de barrio
Corrían tiempos en los que los equipos no disponían de una veintena larga de jugadores. Y, los grandes, tenían a su genio. En la época de los Paolo Rossi, Gianni Rivera, Ago di Bartolomei o Roberto Pruzzo, los equipos más modestos conseguían un sentimiento de arraigo mayor con algunas de sus grandes figuras. Por eso, se decía, los Vito Chimenti ‘nacían y morían’ en provincias. Como confinados allí, las estrellas modestas del calcio de otra época estaban destinadas al amor eterno de unos fans que vivieron los mejores años de sus vidas y hoy ven a sus equipos vagar, como mínimo, por la Serie D.
Es ahí donde nacieron las leyendas de clubes como el Avellino, el Catanzaro, la Pistoiese, el Taranto o el Messina. Tiempos de Massimo Palanca, Montefusco —el genio de un Nápoles más modesto—, Ezio Vendrame —poeta y artista más que futbolista— o Zigoni quien, dejando de lado la camiseta del Verona, se labró una fama de rebelde excéntrico por su amor por las mujeres, el alcohol y el ruido de motor de buenos vehículos.
Esta clase de jugadores permanecieron en el imaginario colectivo como futbolistas de cromos Panini, en unos años 70 en los que poco se podía ver por televisión. Estaban destinados a ser Robin Hood.
“U sa fari a Chimenti?”
La pregunta que todo niño palermitano se hacía a finales de los 60. Y tú, ¿sabes hacer un Chimenti? Así es como permaneció en el imaginario colectivo un gordecho delantero de Bari entre la población de la ciudad más populosa de Sicilia. Vito Chimenti, nacido en Bari en 1953, llegó a la isla en el 77 procendente de la ciudad de los Sassi, Matera. La Italia interior, provincia de Basilicata.

Con la camiseta rosanera jugó dos increíbles temporadas, hasta alcanzar la cuota de 29 tantos en Serie B. Pero, sin duda marcó su legado por un gesto técnico. Su aspecto físico, disimulado tras un frondoso bigote y la silueta de la que sería una buena panza, escondía talento a raudales. Poca gente sabe que, para toda Palermo y mucho conocedor del calcio, el inventor de la bicicletta, más conocida como Lambretta, fue Vito Chimenti.
Hablamos del regate más burlón, irreverente y fantasista que tan bien interpretaron Ronaldinho, Osvaldo Artiles, Djalminha u hoy Neymar o Douglas Costa —está claro, Braithwaite, no es lo tuyo—. Algunas historias en el resto del mundo atribuyen la invención de la “draisina” en 1817 al alemán Karl Von Drais. Sin embargo, en Palermo para hablar de la bicicletta, hay que hablar de Chimenti.
Es difícil de explicar con palabras: digamos que cuando tenía una adversario enfrente, lo superaba levantando el balón con el talón izquierdo y el tobillo derecho. Se lo vi hacer a Ardiles en la película ‘Fuga per la vittoria’ y de inmediato lo probé miles de veces hasta el punto de hacerlo mío – Chimenti
Aunque su aportación al calcio palermitano no terminó aquí. La presencia de Vito ‘Bicicletta’ en Palermo está marcada por un misterio relacionado con su participación en la final de la Copa de Italia 1978-1979 en Nápoles, en el estadio de San Paolo. Se enfrentaba el equipo siciliano contra la poderosa Juventus. Era una final histórica para el club. El partido se inició con un gol de nuestro protagonista en el primer minuto de juego. Todo se fue torciendo a partir de ahí. El Palermo acabaría perdiendo aquella final tras dos goles juventinos en los últimos compases: en el minuto 83 y en el tiempo añadido.
La leyenda de aquel partido es cómo Vito Chimenti, tras volver loca a toda la defensa de la Vecchia Signora, fue reemplazado tras el descanso. Saltó al verde pero, en el 46 fue sustituido para cabreo de los tifosi palermitanos. Nadie se lo explicaba y menos visto el resultado final. Más tarde se diría que todo fue causado por una lesión del joven Cabrini. Hay quien, incluso, sigue hablando de conspiración para apartar al bomber de provincias de las puertas de la gloria.
Aquella sería su despedida, su gran oportunidad de reinar ante los grandes. Entre su pueblo será recordado. Para el resto simplemente siguió siendo Chimenti, “quello della bicicletta”.