CARLOS RODRÍGUEZ LÓPEZ
Son veces lo que tenemos y tiempo para saber que son las últimas lo que nos falta. Cuando lo sepamos, todo seguirá habiendo parecido demasiado pronto. Sobre todo para las primeras últimas veces.
Hat-trick
Estoy tumbado en la cama, boca abajo, codos hincados sobre el colchón y manos sujetando la cabeza a la altura precisa. Mis ojos están ahora a una distancia a la que ningún oculista recomienda ver la televisión, que es la mejor para no perder detalle de un partido. Es una de esas posturas difíciles, de las que cuando pasan los años te preguntas cómo carajo podía resultarte cómoda.
Es domingo y hay fútbol en La Sexta. Ya hay fútbol en La Sexta o todavía hay fútbol en La Sexta, según la edad que tengas. Yo tengo once años. Mi padre viene a decirme que sale un rato, o eso creo, porque apenas le presto atención. Estoy demasiado ocupado empezando a merendar mientras veo el partido. El Madrid acaba de empatar al filo del descanso en el Sánchez Pizjuán. Cuando mi padre vuelve, Marcelo marca el cuarto.
La última vez que Raúl marcó un hat-trick, yo todavía merendaba pan con Nocilla.
Estrella Galicia
Mi abuelo y yo estamos sentados en la mesa de siempre, delante de la ventana que hay frente a la esquina de la barra. Es el primer partido de la temporada que podemos ir a ver allí. En el bar están los de siempre y uno que solo está de vez en cuando, cuyo nombre desconozco. Los de siempre han ido viniendo a saludar a mi abuelo al ritmo al que reparaban en que estaba allí después de tanto tiempo. Que qué tal, que ya me han dicho que estabas malo, que qué bien te veo…
Empieza el partido y ya están todos en su sitio: los de la barra, en la barra; los de las mesas, en las mesas; mi abuelo y yo, donde siempre. El tío que solo está de vez en cuando entra en escena. Se acerca a nosotros, colorado, y toma asiento en nuestra mesa. Se repite constantemente como si estuviera un poco borracho y balbucea porque está muy borracho. Me hace cinco veces la misma pregunta antes del primer gol, que no llega especialmente tarde. Termina por demostrar su embriaguez cuando vacía su botellín de Estrella Galicia sobre nuestra mesa. Después de secar lo derramado y pedir perdón 17 veces, vuelve a la barra. No se dio cuenta de que estaba borracho hasta entonces.
La última vez que vi un partido con mi abuelo hacía mucho del último hat-trick de Raúl, pero todavía era demasiado pronto. Hoy sigue pareciendo demasiado pronto.