El equipo nacional de China en un partido internacional de 2011 | Fuente: Doha Stadium Plus Qatar, CC BY 2.0 <https://creativecommons.org/licenses/by/2.0>, via Wikimedia Commons
El equipo nacional de China en un partido internacional de 2011 | Fuente: Doha Stadium Plus Qatar, CC BY 2.0 <https://creativecommons.org/licenses/by/2.0>, via Wikimedia Commons
CARLOS RIANDE CORTIZO

@carlosriande

Si quieres un año de prosperidad, cultiva granos; si quieres diez años de prosperidad, cultiva árboles; si quieres cien años de prosperidad, cultiva gente

Este proverbio chino parece tomarse al pie de la letra en el nuevo objetivo del país: estar en el primer plano del deporte rey. A la llegada del mes de marzo se suma el arranque de, probablemente, la liga más ambiciosa de los últimos tiempos. La SuperLiga China quiere dejar atrás el tópico de ser un lugar propicio para el retiro dorado. Tienen un plan para convertirse en una competición a la que admirar.

Dejar a un lado la fama

Cuando juntamos las palabras China y fútbol hay dos pensamientos que rápidamente entran en nuestra cabeza: poco nivel y fichajes desorbitados para tratar de aumentarlo. Puede que hasta hace relativamente poco, además de una frase, estuviese argumentado.

En 2013, desde que su presidente Xi Jinping llegó al poder, los esfuerzos se concentraron en brillar en las canchas y por eso han fichado talentosos jugadores de Europa y América Latina. Futbolistas como Óscar (60 millones); Hulk (55); Alex Teixeira (50); o Paulinho (42) copan las posiciones más altas en cuanto a la llegada de grandes estrellas.

Sin embargo, el Gobierno parece haber dicho basta y los clubes se han moderado, desinflando una burbuja que contribuyó a hinchar los traspasos a nivel mundial. Pese a ello, la SuperLiga China sigue contando con líderes como los anteriormente citados u otros nombres como Bakambu, Mascherano, Talisca, Augusto Fernández o Jonathan Viera, el único futbolista español. En los banquillos también se puede encontrar prestigio en figuras como Quique Sánchez Flores, López Caro, Chris Coleman, Vitor Pereira o Fabio Cannavaro. El propósito de hacer atractiva la competición a base de talonario giró hacia una recomendación que solía hacer el emperador Augusto: “Caminad lentamente si queréis llegar más pronto a un trabajo bien hecho”.

Un plan trazado

El objetivo para 2020 es consolidar y expandir sus escuelas de fútbol. Para entonces debería haber más de 20.000 equipos de iniciación a este deporte y más de 30.000 estudiantes de primaria y secundaria que lo practiquen como actividad extracurricular.

A partir de 2021 y hasta 2030 se implementará la segunda fase de este proyecto, que consiste en garantizar que haya una cancha por cada 10.000 habitantes y que su liga profesional esté avaluada en más de 780.000 millones de euros. La fase final se extenderá hasta 2050. Para ese momento, las selecciones chinas deberán competir de igual a igual con los europeos o sudamericanos.

Hace dos años que la Federación China de Fútbol (CFA) aprobó un impuesto del 100% a los fichajes de futbolistas extranjeros, lo que supondría el doble de desembolso. El destino de lo recaudado debe ir a la formación de futbolistas jóvenes o a la promoción del fútbol, obligando a los equipos a gastar en el desarrollo del talento nacional más que en la adquisición de jugadores de otros países.

Las normas no se quedan ahí y la SuperLiga China presenta una normativa de formación de su cantera muy interesante: cada equipo puede inscribir hasta seis extranjeros a lo largo de toda la temporada, pero sólo pueden estar cuatro a la vez en la plantilla. Además, en un mismo partido sólo podrán participar tres, estimulando de este modo el crecimiento de los futbolistas nacidos en el país. Los porteros tienen que ser chinos y los equipos están obligados a utilizar al menos a tres jugadores nacionales menores de 23 años, uno de ellos, mínimo, debe ser titular.

La voluntad de proteger el talento local es clara y ahí están las soluciones. El plan de China parece ser menos llamativo a corto plazo para colocar unos cimientos más sólidos en un proyecto de futuro.

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