DIEGO TOMÉ CAMOIRA
Portugal ha sido, desde la antigüedad, territorio marítimo y portuario. La tierra que vio nacer a navegantes como Vasco da Gama o Magallanes, y que lleva en su toponimia una alusión directa al mar —Porto—, tiene en Leixões uno de sus puertos comerciales más importantes. No obstante, en clave balompédica, Leixões siempre será sinónimo de una de las gestas más inverosímiles de la historia del fútbol luso.
El Leixões Sport Club nació en el año 1907 en la localidad de Matosinhos, municipio aledaño a Oporto y una de las ciudades más importantes del conocido como ‘Gran Oporto’, el área metropolitana de la ciudad homónima.
Su ubicación geográfica hizo que el club se viese obligado a pelear en aficionados no sólo con el propio Oporto, el segundo club más laureado de Portugal tras el Benfica, sino también con clubes como el Académico FC en sus orígenes -club desaparecido en 1942-, el Boavista o el Río Ave. Por si fuera poco, dentro de Matosinhos el Leixões tiene en el Leça FC su rival ciudadano.
Como decimos —y si bien en los años 60 vivió su época dorada— el conjunto portuario ha estado desde sus orígenes a la sombra de los grandes equipos de la región del Grande Porto; hasta el año 2002, cuando su nombre quedó grabado en el imaginario colectivo de cualquier aficionado al balompié en el país luso.
Ascenso y caída del Leixões
Sólo los más mayores del lugar habían visto el triunfo del club rojiblanco. El Leixões se enfrentaba en el año 1961 al Oporto en la final de la Taça para llevar, sí o sí, el trofeo a la desembocadura del Duero. Lo que ocurrió fue que, contra todo pronóstico, la copa de campeón acabó en manos rojiblancas y no fue a parar a las vitrinas del viejo Estadio das Antas, antiguo hogar de los dragões.
Aquella época dorada, en la que el conjunto de Matosinhos encadenó varias temporadas en la máxima categoría del fútbol portugués y se clasificaría para competiciones europeas, finalizaría con el descenso a Segunda en la campaña 1976/77. Desde entonces, una serie de descensos derivados de la crisis institucional en la que se había sumergido la entidad llevó al club de Matosinhos a vagar por las divisiones regionales y amateur del fútbol portugués. Hasta que sonó la campana.
De Varzim al Estadio Nacional
La temporada 2001/02 empezaba con ilusión renovada en el Estadio do Mar. El Leixões, relegado a jugar en la tercera categoría del fútbol portugués desde 1994, buscaba volver a la II Liga de la mano de José Manuel Teixeira, el nuevo presidente de los de Matosinhos. Para ello se realizó una cuantiosa inversión económica fichando a jugadores de gran experiencia en el fútbol profesional luso como Nené, Zé Antonio o Besirovic, este último proveniente de la Primeira Liga.
A pesar de esta apuesta decidida por volver al fútbol profesional, ni los más optimistas del lugar contaban con los ‘leixonenses’ en las quinielas para estar el 12 de mayo de 2002 en el Estadio Nacional de Portugal. Aún menos cuando el equipo vagaba tras la primera vuelta por mitad de tabla en la -por entonces- conocida como II Divisao, el tercer peldaño del fútbol portugués y se enfrentaría en la cuarta ronda de Copa al Varzim en Póvoa.
El Varzim, que por aquel entonces militaba en la máxima categoría del balompié luso se puso por delante en el marcador hasta en dos ocasiones, hasta que el conjunto entrenado por Carlos Carvalhal logró el empate en la prórroga, llevando la eliminatoria al partido de desempate en Matosinhos. Allí, el Leixões se deshizo del Varzim por 3 goles a 1. Comenzaba el sueño.
En toda gran gesta protagonizada por clubes humildes la suerte juega un papel fundamental. Después de una victoria in extremis frente al Moreirense en la prórroga, en el sorteo de los octavos de final el Leixões quedó exento de participar, pasando directamente a la ronda de cuartos por el exceso de equipos en liza.
Una victoria rotunda en casa por 3-1 frente al Portimonense de Segunda puso a los de Matosinhos en semifinales, donde ya esperaba el Braga. El conjunto del norte de Portugal, instalado desde hacía años en la máxima categoría partía con la vitola de favoritísimo y ya veía la final a lo lejos, más aún con el factor cancha a su favor.
Nada más lejos de la realidad; El Leixões repetiría el mismo resultado que contra el Portimonense, en esta ocasión ejerciendo como visitante, para alcanzar la final de la Taça, donde se vería las caras contra el Sporting de Portugal que, de la mano de Mario Jardel en su vuelta al fútbol portugués, venía de conquistar el triunfo en Liga. Sería precisamente Jardel -Bota de Oro en esa campaña-, con un solitario gol en el minuto 40, quien truncaría el sueño de un humilde conjunto que plantó cara como pocos en aquella final.
Viajando a Tesalónica y a Viana do Castelo
La clasificación del Sporting de Portugal para Champions dejó un hueco vacante en la Copa de la UEFA que, como finalista de la Taça, correspondía al Leixões. Pese a su buen hacer en el torneo del KO, la trayectoria de los de Matosinhos en Liga no les permitió ascender de categoría, lo que trajo consiguió algo completamente inusual. Un club de la Tercera división portuguesa estaba disputando competición europea.
Tras superar con dificultades al Besalica macedonio, en primera ronda esperaba el PAOK Salónica. La ida en el Estadio do Mar se presentaba como una fiesta para el club donde saldrían a disfrutar frente a uno de los grandes del fútbol griego. Tal fue el disfrute que hicieron de su estadio un fortín y el club portuario logró la victoria por 2 goles a 1 frente al PAOK. En Tesalónica llegaría el golpe de realidad y el Leixões quedaría eliminado de la Copa de la UEFA por 3-5 en el global.
La inyección, tanto moral como económica, que supuso aquella final de copa llevó al Leixões a imponer su fuerza en la competición doméstica y regresar a la Segunda División casi dos décadas más tarde. Por un momento, hubo alegría en casa del pobre.