Graffiti en homenaje a Paul McGrath en Dublín | Fuente: Swifty4, CC 4.0 via Wikimedia Commons
Graffiti en homenaje a Paul McGrath en Dublín | Fuente: Swifty4, CC 4.0 via Wikimedia Commons
CARLOS RODÍGUEZ LÓPEZ

@Carlosrlop

Millones de niños sueñan con ser futbolistas, pero apenas un porcentaje testimonial lo consigue. Menos aun logran defender la camiseta del Manchester United. Pocos, muy pocos, son capaces de sacar de quicio a uno de los jugadores más talentosos de la historia. Y solo uno ha sido capaz de hacer todo eso bajo la influencia del alcohol y una mente autodestructiva, y vivir para contarlo. Su nombre, Paul McGrath.

Del orfanato al Teatro de los Sueños

A finales de la década de los 50, Irlanda no era precisamente uno de los países más modernos del mundo. Las relaciones sexuales entre dos personas que no estaban casadas no eran bien vistas, menos aun si se trataba de personas de distinta raza. Por eso, cuando Betty McGrath, la madre de Paul, se quedó embarazada de un hombre nigeriano con el que no estaba casada, decidió ir a dar a luz a Londres, ante el temor de posibles represalias. De vuelta en Dublín, y después de que el padre se desentendiera de Paul, Betty lo dio en adopción.

Paul pasó sus primeros años de vida de orfanato en orfanato y, rápidamente, se enamoró de la pelota. Pearse Rovers y Duldelk United fueron sus primeros equipos, aún en edad formativa. En las filas de este último, durante una concentración en Alemania para disputar varios partidos amistosos, entregó al alcohol el dominio de su mente.

Dos meses después de regresar del país germano, sufrió un colapso que le hizo perder el habla. Tras recuperarse de aquel episodio, McGrath volvió a ponerse en forma y, en 1981, llegó su oportunidad de hacerse profesional al firmar por el St Patrick´s Athletic. Una gran temporada con los ‘Pat’s‘, en la que se erigió como mejor jugador de la liga, hizo que el Manchester United, que lo llevaba siguiendo desde su etapa en el Duldelk, se lanzara a ficharlo.

En el Teatro de los Sueños, la adicción de McGrath al alcohol no hizo más que acrecentarse. Llegaba borracho a entrenar y, a veces, incluso a los partidos. Sin embargo, nadie en el club hizo nada por corregir estos comportamientos. El irlandés seguía jugando a un gran nivel, tanto cuando ocupaba el eje de la zaga como cuando se desenvolvía en el centro del campo y, además, en aquella época, que un futbolista fuese alcohólico no se contemplaba como un gran problema mientras siguiese rindiendo.

El punto de inflexión se produjo en 1986, cuando un tal Alex Ferguson sustituyó en el banquillo red devil a Ron Atkinson. Desde su llegada, el escocés mostró su preocupación por los malos hábitos de jugadores como McGrath o Norman Whiteside, principal compañero de borracheras del central. Pese a su negativa para dejar el alcohol, McGrath continúo siendo una figura capital en los planes de Ferguson por su gran nivel sobre el verde. Tanto es así que no fue hasta 1989 cuando Fergie decidió prescindir del dublinés, que fichó por el Aston Villa.

El suicidio y La Gran manzana

La marcha de McGrath del United se produjo en la época en la que las rodillas le comenzaban a dar problemas. Más de uno pensó entonces que sus mejores años habían pasado, pero el bueno de Paul volvió a redimirse. En su primera campaña en Birmingham, su aportación fue fundamental para que el equipo terminase la liga en segunda posición, por detrás del Liverpool.

Sus cuatro temporadas como villano fueron suficientes para convertirlo en toda una leyenda del club, llegando incluso a ser nombrado mejor jugador de la liga inglesa. Sin embargo, la gloria sobre el césped coincidió con la oscuridad más absoluta lejos de los campos.

Mientras militaba en el Aston Villa, McGrath intentó quitarse la vida en cuatro ocasiones, pero nada de lo que se veía sobre el campo invitaba a pensar en el infierno por el que estaba pasando. De hecho, disputó un partido pocos días después de haberse rajado las muñecas, liderando a su equipo en una victoria por 6-2 sobre el Everton en la que lució unos vendajes para ocultar sus cortes. Después de aquel encuentro, jugó otros 38 partidos de manera consecutiva, como si nada hubiera pasado.

La velocidad, capacidad de anticipación e inteligencia para colocarse sobre el campo, eran las mayores virtudes del McGrath futbolista. En el Mundial de Estados Unidos 94, impartió una masterclass en la que hizo gala de esas habilidades para neutralizar a Roberto Baggio, la gran estrella del fútbol europeo por aquel entonces.

Cuando el partido —celebrado en el Giants Stadium de Nueva York— finalizó con victoria para los irlandeses (1-0), periodistas y aficionados destacaron el gran trabajo del veterano ‘Big Paul’, y todo pese a desconocer un “pequeño” detalle: el dublinés había jugado lesionado de su brazo izquierdo, que apenas podía levantar.

Aquel es su partido más recordado, el que lo encumbró entre los hinchas irlandeses hasta el punto de que muchos califican aquella actuación como la mejor jamás vista en un jugador con la camiseta de Irlanda, y también su último gran  partido. Después del Mundial, McGrath cumplió su última campaña como jugador del Aston Villa, y vivió sus cuatro últimos años de fútbol entre el Derby County y el Sheffield United.

El “milagro” de llegar a los 60

En una entrevista concedida a finales de 2019 al diario Independent, Paul McGrath reconoció que sigue bebiendo de vez en cuando, aunque las borracheras son mucho menos frecuentes.  Ahora reside en Wexford, 150 km al sur del Dublín que le vio crecer y lo sigue recordando entre sus calles, sorprendido por seguir vivo: “Estaba haciendo tantas cosas raras con tantas substancias raras que, honestamente, nunca pensé que llegaría a los 60”.

Y sí, la verdad es que cuesta creer que haya podido llegar hasta aquí. Cuatro intentos de suicidio, años y años de alcoholismo, coqueteos con la cocaína e incluso dos ‘pintas’ de lejía no han podido con él. Llegados a este punto no hace falta ni que lo diga, pero lo haré igual: larga vida a Paul McGrath.

 

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