
DIEGO TOMÉ CAMOIRA
Las subculturas urbanas, también aquellas asociadas al fútbol, han sido objeto de estudio sociológico desde tiempos inmemoriales. En un medio como este, donde la cultura, la sociedad y el esférico se dan la mano, también ha habido espacio para hablar de una serie de movimientos que tuvieron en las islas británicas su auge y utilizaron el fútbol y, sobre todo, a sus aficionados, para lograr un mayor calado.
Durante varias décadas, el término skinhead fue sinónimo de gradas futboleras y ultras. En España, más en concreto, se asoció por lo general esta tendencia estética y cultural a los movimientos fascistas y nacional-socialistas, prescindiendo de un factor que les hacía verdaderamente skinhead: la música.
El reggae y los skinhead primigenios
La ebullición cultural en el Londres proletario, cuyas calles se llenaban de mods, rude boys y distintas subculturas, provocaron que algunos jóvenes insatisfechos por sus circunstancias y el contexto que les había tocado vivir, decidieran ir un paso más allá y distanciarse de cualquier movimiento contracultural y estético conocido hasta el momento.
Las botas y los tirantes no eran el principal nexo de unión entre estos primeros cabezas rapadas. Más allá de la estética, estos skinhead primigenios apostaron por nuevos géneros musicales para distinguirse de otras culturas urbanas, de las que gran parte de estos skins provenían. La adhesión de mods y rude boys jamaicanos a esta nueva subcultura facilitó que el reggae, aquella música jamaicana que comenzaba a sonar en medio mundo, se convirtiese en hegemónica entre los cabezas rapadas.

A finales de la década de los 60, exactamente en el año 1969, como explica George Marshall en su obra ‘Spirit of 69’ —considerada el gran compendio intelectual de los orígenes del movimiento skinhead— la multiculturalidad, el reggae y los Sound Systems jamaicanos marcaban las pautas a seguir por quien se adhería a la cultura skinhead.
Como en todo movimiento cultural incipiente, el estar a pie de calle y conocer las tendencias que van surgiendo suele otorgar un valor diferencial. Esta ebullición del movimiento skinhead debe gran parte de su éxito a Lee Gopthal y la fundación de su sello Trojan Records. Este jamaicano afincado en Reino Unido desde los años 60 vio como sus compatriotas rude boys estaban creando nuevas tendencias musicales como el skinhead reggae que tan en boga se puso en los barrios obreros londinenses.
Así, y bajo el amparo de Gopthal y Trojan Records, comenzaron a publicar artistas de la talla de Lee Perry o Desmond Dekker, pioneros de géneros musicales como el Dub o el Ska, derivados del reggae y este último impulsado como ningún otro por la segunda ola skinhead a lo largo de los años 70. En lo que respecta al fútbol, en estos primeros años las gradas seguían siendo pobladas principalmente por jóvenes mods que utilizaban las terraces [gradas] para realizar sus fechorías al tiempo que trataban de expandir esta subcultura plagada de trajes, scooters y corte de pelo al estilo Wedge.
The Specials, 2Tone y el auge definitivo del ska entre los skinhead
“Habían pasado ya unos cuantos años desde el primer auge del ska, desde su surgimiento en Jaimaica y el boom de los primeros Sound Systems. Pero no había desaparecido la fuerza (…) Two tone no es sólo música: es un símbolo deliberado contra el racismo. El blanco y el negro. La música y la hermandad. La condición de colonia inglesa que sufría Jamaica derivó, a pesar de todo, en un rico intercambio cultural entre ambos países, amén de una inmigración hacia el viejo continente que llevaba consigo música, ideales, y unos cuantos rude boys”, se alude al respecto de estos años y la explosión definitiva del movimiento skinhead desde el plano musical en el blog Melolagnia.
Gracias a grupos como The Specials, Madness y The Selecter, el ska obtuvo gran aceptación popular e incluso logró popularidad en las listas de éxitos gracias a esa mezcla de reggae guitarrero, multiculturalidad y antirracismo que impregnaban las letras y melodías de estas bandas británicas.
Si los skinheads primigenios sí veían en la violencia callejera y la autodefensa una arista más de su idiosincrasia, durante los años 70 se fueron desmarcando de las gradas y aparcando a un lado esta vena pandillera. En su lugar, y empujados por toda la efervescencia sociológica que había vivido Inglaterra durante el Mundial del 66, las gradas británicas se convirtieron en un hervidero de hooliganismo con los Boot Boys como principal exponente.
Aunque pudiese parecer que la idiosincrasia de los Boot Boys y la violencia gratuita está muy alejada de los principios que conformaban el movimiento skinhead, es importante hablar sobre la relación y similitudes existentes entre ambos movimientos ya que, pocos años después, esta línea que separaba a los integrantes de ambas subculturas se volvería prácticamente imperceptible, en gran medida, gracias al papel que jugaron las gradas de los estadios de las islas británicas.
La evolución skinhead: Del Oi! al RAC
En plena ola de efervescencia cultural en los barrios obreros de las grandes ciudades inglesas como el que se vivía en los 70, lo ‘cool’ y diferencial se encontraba en la estética skinhead. Los mismos jóvenes que pasaban la semana en su pub de confianza y los sábados acudían a ver a su equipo a los fondos de Anfield, Old Trafford, Boleyn Ground o Stamford Bridge, ese mismo fin de semana aprovechaban para disfrutar del concierto de la banda de moda del momento.
De forma progresiva, el movimiento skinhead iba mutando. Los rude boys jamaicanos que habían tenido el monopolio del movimiento en sus orígenes eran apartados a un segundo plano y con ello, el reggae dejó paso a nuevos estilos musicales influenciados, esencialmente, por el punk-rock.
La reacción contra todo tipo de autoridad típica del punk tenía buena acogida dentro del movimiento skinhead, y a mediados de la década de los 70, pese a que los skins primigenios seguían apostando y defendiendo la que consideraban su música, se creó el Oi!, un movimiento musical propio y exclusivo.
Creado por y para skinheads, con el auge del Oi! la línea que dividía el fútbol y el hooliganismo de la subcultura skinhead se evaporó instantáneamente. Los Cockney Rejects, conocidos por ser los inventores del género musical, se fundaron en las gradas de Upton Park, con el West Ham como principal nexo de unión entre todos sus miembros fundadores.
De este modo, a las botas y los tirantes se le sumaba la distorsión guitarrera y el desgarro en la voz de los artistas que más que canciones componían y versionaban cánticos futboleros; tanto en forma como en contenido de sus letras. Como género musical que nace al albor de una subcultura, el Oi! tenía un cierto componente obrerista y proletario. No obstante, surgía con un cariz completamente apolítico, alejado de cualquier posición política determinada.
Este apoliticismo, alejado también de los valores antirracistas del skinhead reggae, propició que cualquiera hiciese suyo este género, y que muchos miembros de la extrema derecha británica encontraran en esta cultura musical un caldo de cultivo ideal para sumar nuevos adeptos.
El auge del Frente Nacional británico en los barrios más humildes de las principales urbes inglesas propició que muchos grupos de hooligans organizados, como los Chelsea Headhunters, uniesen el movimiento skinhead con el ultraderechismo, creando también su propio género musical que bebía del Oi!

Miembros destacados de la rama juvenil del Frente Nacional, como Joe Pearce, realizaban propaganda política cada fin de semana en los aledaños de los principales estadios de fútbol de las islas. Y ante este clima de tensión, cierta rama del Oi! dio lugar al surgimiento del RAC (Rock Against Communism).
Tras conocer a Pearce durante su estancia en prisión, Ian Stuart, cantante de Skrewdriver, regresó de la cárcel como un ferviente defensor de la extrema derecha británica. Fue en ese instante cuando el RAC inició su andadura como nuevo género musical asociado al movimiento skinhead, lo que, unido a los más de 100.000 votos sumados por el Frente Nacional en las elecciones generales de 1979, propició que, cada vez más, se asociase a la estética skinhead con el fascismo.
Previo a su posterior declive como cultura hegemónica en las gradas de fútbol británicas, el hooliganismo era propiedad de los skinheads, quienes no escapaban al control de la policía de las islas tanto en sus encuentros locales como en los desplazamientos a otras ciudades. Creando un ‘mix’ definitivo entre la música, la estética y el fútbol, uno de los grupos más reconocibles dentro de esta rama de skinhead tardíos fueron los Chelsea Headhunters, el grupo radical que puebla las gradas de Stamford Bridge.
Con Chris Henderson como ‘frontman’ de la banda Combat 84, a la par que líder de la facción hooligan de aficionados del Chelsea, el movimiento skinhead apartó el antirracismo como condición sine qua non para formar parte de esta subcultura para el resto de los días. Incluso fue extrapolada a otros países como un movimiento esencialmente ultraderechista. Pero esa ya es otra historia.
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