Pilar, en el centro, en su primer (y único) partido en directo en el Camp Nou | Cedida
Pilar, en el centro, en su primer (y único) partido en directo en el Camp Nou | Cedida
ALBERTO GÓMEZ GARCÍA

@AGomezgarcia

Pilar recuerda todos aquellos partidos pegada al transistor. La llegada del televisor. O la irrupción de las plataformas con las que hoy se puede ver cualquier encuentro que uno quiera. Porque Pilar es de esas aficionadas con los días marcados en rojo cada vez que juega el Barça. Su Barça. No se pierde un solo encuentro, que analiza con criterio y pasión por partes iguales. Por eso es exigente cuando juega mal y por eso sonríe y cierra los ojos, por un momento, cuando recuerda una de esas míticas finales ganadas por los blaugranas. O cuando Cruyff jugaba, quizás su mayor debilidad de todos los futbolistas a los que ha visto jugar. A los que ha visto desde su sofá. Porque Pilar, a pesar de vivir a apenas tres kilómetros del Camp Nou, nunca ha ido al estadio a ver en directo al equipo de sus amores. O, mejor dicho, nunca había ido, a sus 81 años, hasta el pasado Barça-Madrid de la Champions femenina.

“Siempre he trabajado seis días a la semana. Despertándome a las cuatro y media de la madrugada. Y el poco tiempo que me quedaba lo dedicaba a la casa y a mis hijos. No me veía yéndome al fútbol”, cuenta esta entrañable aficionada, a la que se le intuye fácilmente lo que pudo disfrutar aquel día en el que sus hijos la animaron para que, esta vez sí, cantase los goles desde la grada y no desde su sofá. “Había un ambientazo, en cada esquina veías gente y más gente —91 mil espectadores en total acudieron a ver de cerca la victoria de Alexia Putellas y compañía—. Fue precioso. Y, encima, con tantos goles”, relata Pilar.

Siempre que podía llevaba a sus hijos a jugar los clásicos partidos de ligas infantiles, una labor que no le impedía ver y sufrir victorias y derrotas que llenarían una enciclopedia rodeada, precisamente, de esos hijos que revoloteaban alrededor de la televisión. Recuerda el secuestro de Quini. Haber ido a la fuente de Canaletes. Que uno de sus hijos viajó a la final de Wembley. Cómo jugaba Baquero. O cómo saltaba de alegría Jordi Pujol en una celebración en una plaza de Sant Jaume abarrotada.

Ahora ya no juega Baquero ni se puede celebrar un título en dicha plaza por cuestiones de seguridad, pero Pilar destila la misma entrega de siempre. Por eso es fácil imaginarla, minutos antes de que arranque un partido, hecha un manojo de  nervios, con los ojos pegados a la pantalla y sintonizando Rac1, porque es de las que prefiere el tono de los comentaristas de la radio que los de la tele. Su hija reconoce que Pilar es la más futbolera de la casa y me cuenta que, varios días antes de cada cita, su madre le advierte de qué es lo que se verá en casa. Sea a la hora que sea el partido: “Y es lo único con lo que jamás se duerme”.

“Ya lo he visto. Ahora ya lo he visto”, resume Pilar de su primera experiencia en el campo. Y por su tono sosegado uno cree, realmente, que a esta enérgica mujer no le harán falta más visitas al Camp Nou. Que su pasión a prueba de derrotas es inagotable. Pero que la ejercerá desde casa y no desde una grada cada vez más llena de turistas por la que prefiero no preguntarle. Prefiero que me describa “esas piernecillas tan delgadas de Guardiola” con las que el astro corría y maravillaba a tantísimos aficionados deseosos de sonreír como lo hace Pilar cuando, desde su salón, ve cómo la pelota cruza la línea de gol.

También te puede interesar… L’Oliba: 88 años de elegancia

¿Te ha gustado? Nos ayudaría mucho que lo compartieras