LUCAS MÉNDEZ VEIGA
Afirma llevar lo de contar historias dentro, desde pequeñito. También el gusto por viajar, porque siendo un niño cambió la costa de Riazor por el Ebro a su paso por Logroño. Andrés Mourenza (A Coruña, 1984) es hoy uno de los periodistas y escritores que mejor conoce una zona estratégica de un mundo muy cambiante: el mar Egeo.
Entre Grecia y Turquía lleva desde 2005, una vida en la que se embarcó por amor y le ha permitido echar raíces en Estambul. No ha parado desde entonces porque su trabajo no se lo ha permitido. Ha podido contar las consecuencias de la caída económica y social en Grecia, las ansias de poder y control de Erdogan en Turquía, la mayor crisis de refugiados de la historia y un discurso histórico de odio latente entre dos países que se parecen mucho más de lo que creen. También por su fútbol.
Pregunta: La primera es casi obligada. ¿Cómo empieza Andrés Mourenza en esto del periodismo? ¿Siempre hubo ese afán viajero?
Respuesta: Lo del periodismo lo he mamado, directamente. Mi madre y mi padre son periodistas en Coruña. Yo nací allí, mi familia paterna es de origen gallego, de Portomarín y como las anguilas, que allí son famosas y las cocinan como las gambas en la peli de Forest Gump, de todos los tipos posibles, volvieron a parir a Galicia. Nos fuimos años después. Yo tenía asma y no era el mejor clima, así que nos mudamos a Logroño. En Coruña mi padre trabajaba en Radio Nacional al lado de los jardines de María Pita y algunos de mis primeros recuerdos son allí, montado en los caballitos de la plaza, en la redacción con mi padre… En La Rioja mi madre empezó a trabajar también en Radio Nacional y mi padre en la televisión, en TVE, y de ahí el periodismo. A mis padres nunca les hizo mucha gracia y ahora lo entiendo, pero la verdad siempre hubo esa curiosidad y siempre me atrajo.
Y el afán viajero siempre lo he tenido. Me mudé a Turquía por la que hoy es mi mujer. La conocí de Erasmus en Italia y decidí venirme. Yo aún no había terminado la carrera y estaba haciendo una prácticas en la agencia EFE en Logroño. Mi jefe me terminó de convencer diciéndome que iba a aprender mucho más en Turquía, haciendo lo que fuese, que en la universidad. Y así fue, me vine.
P: Ahora llevas años afincado en Estambul pero también pasaste por Grecia. ¿Cómo es tu llegada a la región?
R: Llevo por aquí desde 2005. Luego entre finales de 2011 y 2014 estuve en Grecia. Después me volví para Turquía y hasta hoy. A Grecia me fui porque me lo ofrecieron, se jubilaba la corresponsal en medio de la crisis, y lo acepté. Tras una temporada en Grecia decidí que ya había terminado con la agencia. Acabé con la vida de agencias, era un sinvivir, básicamente.
Que, pensando en el fútbol, de aquella estando en EFE me tocó cubrir la liga y sobre todo competiciones europeas en Grecia. Llegué cuando se iba Ernesto Valverde del Olympiakos, después de aquellas escenas de combates campales en Grecia, que allí el fútbol es la hostia. Y en Turquía también me tocó. Aquí coincidí con Luis Aragonés en el Fenerbahçe y siempre me echaba la bronca por las preguntas que le hacía (risas).
P: Bueno, además seguro que a Luis Aragonés era fácil buscarle las cosquillas…
R: Era fácil, era fácil (risas). Además el tío empezaba a discutir conmigo y al traductor no le daba tiempo a seguirle, entonces los periodistas turcos empezaban a decirme ‘¿Qué te ha dicho? ¿Por qué se ha enfadado contigo?’. Y nada, estando aquí, al cabo de medio año, El País me ofreció trabajar con ellos.
P: ¿Cuál es la situación con el coronavirus en el país?
R: Bueno, cafés y restaurantes solo para llevar, hay cerradas bastantes cosas. Para trabajo está todo abierto, transporte todo abierto. El problema es que mienten más que hablan con las estadísticas. Al principio se llevaba bien pero luego, por lo que he estado comprobando con los datos de mortalidad que no publican y tienes que ir tú buscando ayuntamiento por ayuntamiento, está la situación muy mal. Sobre todo en noviembre y diciembre que hubo miles de muertos y el gobierno contaba, como mucho, doscientos por día. Llegó a haber mil doscientos por día. Ahora ha empezado a bajar porque en fines de semana prohíben salir de casa exceso para compras básicas… y a los periodistas (risas). Se nos permite ver una Estambul vacía, que es bastante impactante.
Erdogan quiere controlar el ámbito simbólico del fútbol. Como no pudo con el Fenerbahçe, creó el Istanbul Başakşehir. La idea fue asociarlo a un barrio que él creó, muy bien construido, con instalaciones muy modernas pero muy conservador para las clases medias-altas islamistas. Es un equipo sin seguidores, que lo odia toda Turquía por la falta de identidad que tiene – Andrés Mourenza
P: ¿Cuál es el panorama que te encuentras al llegar a Turquía por primera vez?
R: Estaba en un momento de efervescencia. Llegué cuando se firmó el acuerdo de adhesión de Turquía como candidata a la Unión Europea. Erdogan llevaba tres años en el poder, las reformas pro-europeas se estaban tomando junto con la oposición. Era un ambiente de cambio, de ‘vamos hacia Europa’. Algo parecido a lo que se vivió en España en los años 80. Era esa euforia de ir en el camino correcto. Después, en 2006 se empezaron a torcer las cosas con varios asesinatos sin esclarecer. Las investigaciones se politizaron, hablo del asesinato del misionero católico Santoro en Trabzon. Hubo un asalto al Consejo de Estado por parte de un supuesto islamista, con el trasfondo de las presiones de la oposición. Intentaron derribar al gobierno incluso apoyándose en parte de la adjudicatura, del ejército y hubo manifestaciones contra Erdogan, contra el partido, en contra de nombrar presidente a Abdullah Gül que era Ministro de Exteriores…
Luego hemos ido sabiendo que se utilizaron políticamente las investigaciones sobre estos sucesos entre el gobierno de Erdogan y la cofradía de Fethullah Gülen, al que habían filtrado puestos claves dentro del Estado y tenían muchos fiscales y jueces en sus filas. Intentaron manipular los juicios para que en vez de una investigación real se convirtió en una ataque a los estamentos estatales que se oponían a Erdogan. Tanto Sarkozy como Merkel se oponían a la adhesión de Turquía y eso hizo que, una vez consiguieron el estatus de candidato, dejasen de hacer reformas en el país. El resto que he ido viviendo es ya más conocido. A partir de 2012 o 2013 Erdogan empieza a sentirse más arrinconado y responde con una actitud más autoritaria.
P: Turquía suele estar a la cola en cuanto a libertad de prensa. ¿Cómo es la vida de un periodista extranjero en el país? ¿Es diferente para los periodistas turcos?
R: Como dices, ni se pueden comparar los problemas que puede tener un periodista extranjero con los que puede tener un periodista turco. Ha habido momentos difíciles, como después del golpe de Estado, en los que hubo ataques a prensa extranjera. En las calles era peligroso. Hubo compañeros a los que no les renovaron la tarjeta de prensa, hubo algunos deportados directamente. Había algo de ruido. La situación no tiene nada que ver con 2005. Entonces el gobierno te abría las puertas a todo lo que quisieses hacer y hoy es todo lo contrario. Hay intentos de cambio. Muchas veces, como Erdogan es un malo, tiene esa imagen, al final resulta que todo lo que hace Turquía está mal y eso no es del todo así. Al final parece que han empezado a entender algunos en el gobierno que tienen que hacer algo para cambiar la imagen y no presionar a la prensa extranjera, que todo está mal, que es injusto o que es un complot.
Los periodistas turcos, sí. Cuando llegué aquí, sinceramente, la televisión que se hacía en aquel momento en el país era envidiable. En España nunca ha habido algo así, tantos canales de noticias, que hiciesen una televisión bien hecha, con muchas voces, crítica, entretenida. Era una maravilla. Los periódicos tenían ese poso sensacionalista, mucha foto y poca historia, pero también eran buenos. Había de todo y variedad. La prensa escrita siempre fue más opinativa que informativa pero fue cambiando. A medida que Erdogan se dio cuenta que tenía que construir un frente mediático, porque sobre 2008 tenía a todos los medios en contra, fue reconstruyendo primero los medios públicos metiendo a su gente. Después pasó a controlar los órganos de gestión y control de los propios medios públicos y luego fue comprando a los empresarios mediáticos con licitaciones públicas a cambio de rebajar las críticas y echar a los periodistas más molestos. Esto ahora es un desierto mediático, la mayoría de los medios son impresentables. No llegan al nivel de una dictadura pero sabes que no te están contando la verdad. Y muchos periodistas han sufrido el perder su trabajo, en muchos casos también la cárcel, aunque en el último año han salido muchos de allí. Antes era amedrentar y ahora han rebajado y se centran más en poner constantes multas, juicios, dificultar el trabajo.
Hay que decir que me he encontrado muchísimos periodistas turcos que siguen informando con mucho valor y hay un montón de medios digitales. El problema es que no tienen medios para cubrir todo el país, de ahí que volvamos a que es un periodismo opinativo. Hay cosillas de investigación pero no tienen la capacidad para cubrir todo el país. Los medios que lo hacían antes eran las agencias privadas como DHA. Yo siempre que iba a una provincia que no conocía hablaba con su corresponsal. Ahora no dan y el problema de los medios críticos es que su voz puede ser parcial al depender mucho de la oposición y que también dependen de medios económicos para dar voz a todo el país.
P: Saltando un poco a Grecia, en ese período allí viviste de lleno las consecuencias de la crisis económica y el gobierno de Syriza. ¿Qué crees que queda hoy de aquellas revueltas estudiantiles, de aquel país que buscaba protestar y cambiar las cosas? ¿Cómo es la Grecia de hoy?
R: Hay mucho cansancio, han sido muchísimos años. En 2008, con las primeras revueltas, aún no había empezado la crisis. Eso fue al año siguiente. Hasta que llega Syriza al poder fueron siete años de continuas revueltas. Es verdad que con Syriza se dio un gobierno mucho más social y que gestionó mucho mejor el dinero que los anteriores pero, al final, hubo que ceder y no aplicar el programa completo, que tampoco era un programa económico radical.
Yo tengo una visión… soy europeísta convencido pero cómo se comportaron con Grecia fue un desastre. Desde el principio, con Papandreu, el hecho de imponer recortes y no reformas… Grecia las necesita, ha estado muy mal gobernada durante décadas, tiene una burocracia obsoleta, un estado que no funciona bien en muchos sentidos y reformarlo iba a costar un tiempo y un dinero. Se hicieron recortes de pensiones, sanitarias y Grecia se ha ‘balcanizado’ más de lo que ya estaba, aunque es algo que no les gusta escuchar a los griegos. Está en una situación como en el este de Europa. A mí se me parece, cada vez más, a un país del bloque socialista, denostado y en el que mucha gente ha perdido la esperanza.
P: En todo ese caldo de cultivo también creció mucho Amanecer Dorado, un partido abiertamente fascista, que ahora está ilegalizado. Fue quizá uno de los primeros en entrar en las instituciones de países europeos. ¿Cómo viviste ese auge y el clima creado con este partido?
R: Partidos de ultra derecha los hubo antes de Amanecer Dorado y los sigue habiendo. El auge fue solo de este partido y lo viví con mucho miedo siendo sinceros. No estuve en la reunión famosa que hicieron tras las elecciones en las que lograron representación en el Parlamento. En dicha reunión mandaron a todo el mundo ponerse en pie, a todos los periodistas, y a los que no les amenazaban. Pero vamos, daba bastante miedo. Investigué mucho sobre ellos, les entrevisté en alguna ocasión. Recuerdo una vez que entré en una de sus sedes, la tenían sitiada porque al lado había una manifestación antirracista, y solo ver a sus matones… Todos con sus cascos, escudos, porras y simbología nazi a punta pala.
Esa vez me pasó una cosa curiosa. Iba a cubrir esa manifestación de la comunidad pakistaní y bangladesí en Níkea, un barrio de Atenas, del extrarradio. Allí la izquierda siempre ha sido muy fuerte, pero colocaron esa sede de Amanecer Dorado y comenzaron los ataques contra la comunidad migrante. Iba a ir con otros colegas periodistas pero tenían cosas que escribir y me quedé solo. Yendo hacia la manifestación me encontré con un tipo que, por la cara y las facciones, pensé que era migrante. Estaba algo perdido en el barrio, acababa de dejarme el taxi y decidí preguntarle. Cuando me estaba acercando veo que lleva una gorra de White Power. En esos momentos en los foros de ultra derecha, sobre todo de Estados Unidos, había la coña de que esta gente no podía ser de la White Power porque eran todos de tez oscura. Esas eran las incongruencias del racismo y el nazismo de estos tipos.
Desafortunadamente tuvo que darse el asesinato de un griego para que le prestasen atención al problema. Un mes antes de que entrasen al Parlamento me tocó otra con ellos. Estaba en una estación de Atenas con un fotógrafo colega mío, Alessandro Penso, entrevistando a los migrantes que vivían en la estación de tren. De repente, un grupo de tipos con un coche se lanzó a atropellarlos en una explanada. Habían ido a cazarlos. Me presenté como testigo en el juicio, que se dilató muchísimo, empezó tres años después. Fuimos a denunciarlo a la policía y presentaron como testigo al padre de uno de ellos para decir que era un buen tío, que nunca haría algo así. La policía estaba metida en el ajo, nos tuvieron todo el día para poner una denuncia y así desistiésemos. Era la connivencia de las fuerzas de seguridad con los nazis.
P: En uno de los reportajes de la revista 5W comentas que Grecia arrastró durante años una importante deuda por los Juegos Olímpicos de 2004, un año en el que el país tocó techo también al ganar, de forma sorprendente, la Eurocopa. ¿Qué nivel de importancia tiene el deporte en el país heleno?
Para los griegos, 2004, los Juegos Olímpicos y la Eurocopa, fue el momento álgido. El país crecía un montón y era su burbuja. Parte de la identidad nacional es el identificarse como los hijos de la Grecia clásica. Llevan parte de razón, aunque no toda con esa afirmación. Han pasado miles de años y tengo ciertas críticas con el tema. Para ellos era cuestión de identidad nacional y, desde el punto de vista económico, unos Juegos nunca son provechosos. Para España lo fue en términos de imagen, pero a nivel económico ningunos Juegos son rentables.
Entonces se planificó mal en Grecia, los estadios dejaron de tener uso. Se hicieron estadios de béisbol, cosas que no tienen sentido. Hasta uno de vóley-playa que es el deporte, que menos instalaciones necesita, una red y unas gradas móviles. Creó un monto importante de deuda acumulada pero era el modo de gobernar. Era un síntoma de lo que se estaba haciendo en un país que no produce más que turismo. Hay pequeñas y medianas empresas buenas pero no se las apoya. Llega al punto de que los lácteos producidos en Grecia son más baratos en Alemania. Era un desastre que se habría podido arreglar si la Unión Europea hubiese sido sincera con las reformas.
La crisis de los refugiados ha servido para separar a Turquía y Grecia. El griego considera inferiores a todos los pueblos que vengan del este y retoman la historia mitificada de Grecia como bastión de Occidente de lucha contra los persas. El problema de la crisis de los refugiados y de su uso político es que ha separado a los dos países – Andrés Mourenza
P: Quería preguntarte por la cultura de grada en Grecia, el poder del fútbol y los empresarios que dominan sus clubes. Antes, tanto Grecia como Turquía eran considerados infiernos por su violencia y sus ultras pero también por sus equipos, que vivieron épocas de esplendor incluso europeo. Has contado la historia de Yannis Moralis, vicepresidente del Olympiakos que ahora es alcalde de El Pireo con relaciones turbias con la ultra derecha, el caso del presidente del PAOK saltando al césped con una pistola…
R: El fútbol es importantísimo, es lo principal en todo el Mediterráneo, pero la forma en la que están gestionados los equipos es muy similar a la de los Balcanes. En las últimas décadas más oligarcas se han metido en los clubes de fútbol como en los casos que hablas: el PAOK, el Olympiakos, el Volos NFC… Son gente que, en el ambiente de crisis y hastío, intentaron dar el salto a la política. Lo consiguieron en Volos y en El Pireo, donde controlan la ciudad literalmente con unas alianzas cuanto menos extrañas. Entrevisté al alcalde saliente, un tipo de Nueva Democracia, conservador, y lo de Yannis Moralis es tremendo. Se ha llevado a gente de Nueva Democracia, algunos válidos y otros más corruptos, a golpe de talonario. Hizo una especie de pacto con el obispo de El Pireo, que es el tipo más carca y reaccionario de la iglesia griega, y también con los nazis. Hubo una transferencia de votos y eso fue gracias a los ultras del Olympiakos. Tienen relación. En el último año que estuve allí intenté investigar esos escarceos que se daban en El Pireo, la venta del puerto a una empresa china y demás.
Estaba todo relacionado allí con el fútbol, los ultras, los bajos fondos como toda zona portuaria y la política. Los movimientos sociales, las quejas de los armadores, la victoria de Moralis… Es una zona degradada llena de clubs, puticlubs y similares controlados por gente de Amanecer Dorado. Desde su sede de Níkea se orquestó el asesinato de Pavlo Fyssas, el rapero griego, y luego tenían una avanzadilla en el centro de Atenas. Relacionaban todo, el fútbol y el Olympiakos, los armadores, la venta del puerto, los cambios sociales que se estaban dando allí, los sindicatos y los ultras.
P: También en Turquía, Erdogan ha pasado a la acción con el control de la liga de fútbol y sus aficionados. ¿Se debe a la rentabilidad del negocio, a continuar con ese lavado de imagen…?
R: Por ejemplo, a lo del Passolig (Una especie de tarjeta fan estatal instaurada por Erdogan en 2018 para controlar a la gente que accede a los estadios) no le veo mayor contenido político. El fútbol turco en los 90 era conocido por su violencia y el ambiente hostil en las gradas. Hoy en día puedo decirte que eso no es así, rara vez se ve una bengala en los estadios, hay mucha menos violencia o casi ninguna respecto a la época en la que llegué yo. Con esta tarjeta fan los grupos se quejaron y estuvieron en contra. De hecho, en un gesto bastante populista, el líder de la oposición en 2018 dijo que la iba a quitar pero permite controlar quién va a los estadios. Realmente ha servido para pacificar y, de hecho, creo que es algo que le ha quitado simpatías a Erdogan.
Él es del Fenerbahçe y hubo un intento entre 2009 y 2011 de controlar el club junto a los ‘gülenistas’. Se intentó echar al presidente y el actual, que es de la familia Koç, tampoco le tiene mucho afecto. Todo esto fue, más que por dinero, por controlar el ámbito simbólico del fútbol. Como no podía, creó el Başakşehir, que era el Istanbul Büyüksehir Belediyespor. Le cambiaron el nombre y veías la directiva y eran todos de su círculo, amigos, del partido… La idea fue asociarlo a un barrio que creó Erdogan, Başakşehir. Se trata de una ciudad jardín, del extrarradio, muy bien construida en comparación con el resto de Estambul porque tendría que ser el modelo de barrio islamista donde no hay bares, obviamente, en el parque no puedes ir con perros o bicicletas… Es moderna, las instalaciones son muy modernas, pero muy conservadora para esa clase media-alta islamista.
Se juntaron las dos cosas, el barrio con el Istanbul Başakşehir y al club le empezó a llover dinero de contratos públicos, instalaciones nuevas, etc. Más que controlar el fútbol era por controlar el simbolismo de las guerras culturales, si quieres. Es un equipo sin seguidores, al que odia toda Turquía por la falta de identidad que tiene. Para más inri, cuando gana la liga es en medio de la pandemia, el pasado año. El anterior, 2019, ya habían estado a punto pero la ganó el Galatasaray. Imagínate, que hasta los del Fenerbahçe se alegraron de que la ganase el Galatasaray. Ni siquiera han podido celebrar esta liga.
P: Justamente quería preguntarte por la percepción del equipo en el país. Viendo imágenes de sus partidos, llevan varios años como dices en los puestos altos y acostumbran a jugar en Europa, y su estadio sigue vacío.
R: Una vez hice un reportaje sobre ellos para El País y me fui a ver un partido de Copa. Creo que eran dieciseiavos u octavos, nada importante, pero bueno. Jugaban contra el Hatayspor, un equipo de Segunda pero que de aquella estaría en la equivalente a nuestra Segunda B. Hatay está en la otra punta del país pero había más seguidores de ese equipo que del Başakşehir. Probablemente, y eso es cierto, gente de Hatay o seguidores que vivían en Estambul y su zona, pero eran clara mayoría. No va nadie al estadio, se venden tan pocas entradas que no da para cubrir ni el gasto en electricidad por el hecho de abrirlo. Es un equipo mantenido artificialmente, es un proyecto político.
Manolito Adebayor, en la imagen de la izquierda, o Robinho, en la de la derecha realizando el saludo militar, son algunos de los futbolistas extranjeros de renombre que han formado parte del proyecto político y futbolístico de Erdogan. En ambas imágenes se aprecian las gradas semivacías del estadio | Fuente: Istanbul Başakşehir y Turkisk Fotboll
P: Lo del gesto, el saludo militar, se ha extendido tanto en la liga turca como en el extranjero. Lo hacen jugadores turcos pero también extranjeros que han pasado por ahí, como Adebayor. ¿Cuál es el contexto de este gesto o reivindicación?
Es de apoyo al ejército y a los caídos. Esa es la narrativa oficial que comparte mucha gente también. Las intervenciones de Turquía en Siria, según el discurso oficial, son contra el grupo armado kurdo PKK y, por tanto, buena parte de la opinión pública las defiende como intervenciones antiterroristas como si fuese contra ETA. En el terreno de los simbólico, en España sería una cosa equivalente para la gente que las apoya. De ahí también el apoyo a las fuerzas de seguridad y al Ejército. Es básicamente identificarse con la patria, los caídos y contra el terrorismo.
Esto tiene que ver con que Erdogan ha incorporado un nacionalismo radical a su islamismo. En los 2000 mantenía un discurso de derecha liberal. Y además, por esa influencia islamista, un discurso más bien internacionalista o antinacionalista sobre todo con el discurso que mantienen el resto de partidos turcos. Fracasa el proceso de paz con el PKK kurdo y se alía con el MHP, ultraderecha nacionalista turca, y los eurasianistas que se consideran de izquierdas pero sobre todo son nacionalistas. A raíz de eso radicaliza un discurso nacionalista que antes estaba ausente en sus ideas. Parte de ese discurso nacionalista toca al fútbol y se trata de reinvindicar el papel de su ejército. Obviamente le ayuda a conectar con una gran parte de la sociedad turca, que es bastante nacionalista por su educación en el último siglo, y el ejército es una de las instituciones mejor valoradas a pesar de los intentos de golpe de estado.
Grecia se ha ‘balcanizado’ más de lo que ya estaba, aunque es algo que no les gusta escuchar a los griegos […] Lo mismo con sus clubes, es similar la forma en la que están gestionados los equipos. En las últimas décadas más oligarcas se han metido en los clubes de fútbol, gente que en el ambiente de crisis y hastío intentaron dar el salto a la política – Andrés Mourenza
P: «La democracia es como un tranvía, cuando llegas a tu parada, te bajas». La frase la pronunció el jefe de estado turco y es el título de uno de tus últimos libros. ¿Hasta qué punto la Turquía de hoy está hecha a imagen y semejanza de Erdogan?
R: Es un idealista. Tiene una idea y, además, como es muy creyente, cree en la predestinación y que está predestinado a llevarla a cabo, a llegar al poder y mantenerse en él para llevar a cabo una serie de reformas, recuperar el esplendor de Turquía, crear una generación más conservadora. Es un tipo, a la vez, muy pragmático. La frase tiene varias anécdotas relacionadas con cómo la dijo, pero lo principal es que él ve la democracia como un medio, no un objetivo. La prueba de ese pragmatismo y tacticismo: ha sido liberal, pro-europeo, anti-europeo, ha negociado con los kurdos y después los ha machacado… Hasta 2015 se apoyó muchísimo en el partido kurdo. De hecho, una de las razones por las que la revuelta de 2013 no fue a más fue porque no prendió en la parte sudeste del país. Los kurdos dijeron a sus seguidores ‘Estambul, haced lo que queráis’. Hubo alguna manifestación pacífica y pequeñita y todos para casa. Si se hubiese extendido por esa zona habría sido incontrolable pero en ese momento eran aliados poderosos. De este modo, Erdogan ha sabido pactar con uno y otros. Con los que lo hace ahora, eurasianistas, los estaba metiendo en la cárcel en 2008 o 2009. Las cualidades maniobreras de Erdogan le han llevado aquí.
P: Desde 2005 has vivido una época de efervescencia en el mar Egeo, en la frontera entre Turquía y Grecia que reflejas en el libro Sínora. Ahí hablas de la gente que habita en ese limbo y también de la crisis de los refugiados. ¿Cómo han redibujado el panorama en la región estas migraciones?
R: La crisis de los refugiados ha servido para separar a Turquía y Grecia. En Grecia hay un nacionalismo muy fuerte que se traduce en un racismo muy importante. En Turquía, el nacionalismo turco es más xenófobo, una continua sospecha sobre lo extranjero, pero menos racista. El griego considera inferiores a todos los pueblos que vengan del este y retoman la historia mitificada de Grecia como bastión de Occidente de lucha contra los persas. El problema de la crisis de los refugiados y de su uso político es que ha separado a los dos países. En 2010 las relaciones eran muy buenas, habían pactado el normalizar las relaciones. A nivel social sigue siendo buena relación.
P: Por acabar hablando un poco de tu relación con el fútbol, has ido contando los éxitos y fracasos en estos países, sus relaciones con el poder y el dinero pero, en la conversación previa a esta entrevista, me comentabas que habías notado un desapego hacia este deporte. ¿Se debe solo, como me decías, a la faceta de padre o hay otro trasfondo?
R: A ver, yo me hice aquí del Fenerbahçe porque mi mujer es del Fenerbahçe. Y en los 2000, cuando vinieron Güiza y Aragonés se arraigó y llegamos a cuartos de Champions. Es verdad que cada vez tengo menos tiempo por el hecho de ser padre y por el trabajo, pero luego está el hecho de las derrotas. Yo soy del Dépor y mi entrada con el equipo fue la liga perdida por el penalti de Đukić. Lo sufrí muchísimo después de tantos meses de ilusión. Con nueve años fue muy traumático y doloroso. Siempre viví el fútbol con una mezcla de gusto y sufrimiento y las últimas ligas del Dépor, con los descensos, ya decidí que no iba a ver el fútbol si me hacía sufrir. También coincide con un período malo del Fenerbahçe, aunque esta liga está remontando y va segundo. Es una mezcla de falta de tiempo y sobre todo no querer sufrir. Sigo siendo un apasionado, veo los Mundiales, me gusta el fútbol pero más allá… me estoy pasando al ciclismo (risas).