DIEGO TOMÉ CAMOIRA
La isla de Córcega podría parecer, a priori, uno de esos territorios donde cualquiera soñaría con pasar sus vacaciones. Calas cristalinas a lo largo de sus más de 1.000 kilómetros de línea marítima y hasta 20 cumbres por encima de los 2.000 metros de altitud hablan a las claras de un paraíso natural único en mitad del mediterráneo. Sin embargo, el peso de las mafias, así como los grupos terroristas asociados al nacionalismo corso que operaron durante varias décadas en la región, hicieron de Córcega un lugar donde la criminalidad está a la orden del día.
Los principales clubes de fútbol de la isla también se han visto abocados a convivir con esta serie de dinámicas en su vida pública: fútbol, nacionalismo y mafias es el cóctel explosivo que ha salpicado a clásicos del balompié francés como el SC Bastia y el AC Ajaccio, incluso, hasta nuestros días.
La bandera del independentismo corso
Una Copa de Francia conquistada ante el todopoderoso Saint-Étienne de comienzos de los 80, un subcampeonato en la Copa de la UEFA en el año 1978 y 34 temporadas en Ligue 1 reflejan que el SC Bastia es uno de los emblemas no sólo del deporte corso, sino del fútbol galo en general.
El equipo estuvo a punto de desaparecer en el verano de 2017, cuando, tras descender a la Ligue 2, sufre varios descensos administrativos que terminan con la escuadra en la quinta división del fútbol francés, en la que disputa sus partidos en la actualidad. De hecho, los aficionados del Bastia ven en el enarbolado del nacionalismo corso por parte del club uno de los motivos por el que la escuadra corsa juega hoy día en una categoría que, por tradición, no les corresponde.
El argumento viene respaldado después de que la Federación Francesa de Fútbol -FFF- decidiera que el Bastia debía jugar la siguiente campaña en la National 3 pese a que los 20 clubes de Ligue 2 estuvieran conformes con aumentar el cupo a 21 equipos para que ‘I Turchini’ pudieran disputar los encuentros en la categoría que les correspondería por méritos deportivos.
Y es que los lazos de la institución con el independentismo corso se remontan a los años 80, cuando Jean François Filippi tomó la dirección del club y se hizo con la presidencia en un momento duro –económicamente hablando- para el Sporting Club Bastia. Filippi, pese a no pertenecer a los sectores independentistas, mantenía contacto con ellos, lo que se prueba mediante la seguridad privada del club, tarea encargada a una empresa creada por A Cuncolta Naziunalista, el brazo político del grupo armado Frente de Liberación Nacional de Córcega –FLNC-.
Filippi, siendo ya ex presidente de la entidad, fue asesinado al salir de su domicilio en diciembre de 1994, en uno de los múltiples asesinatos cuyas causas se desconocen y que salpican a la isla diariamente. Tanto es así que Córcega se trata, actualmente, de la región francesa con mayor tasa de criminalidad proporcional del país, con 6’5 homicidios por cada 100.000 habitantes.
Los lazos del AC Ajaccio y el MPA
Si en Bastia, la ciudad más importante al norte de la isla con apenas 40.000 habitantes se había cultivado un fuerte sentimiento autonomista, Ajaccio, la capital de la isla corsa con apenas 60.000 personas censadas tampoco es una excepción. Como se puede apreciar, las urbes más importantes de la región no alcanzan tan siquiera los 100.000 habitantes, lo que facilita que las mafias que operan en Córcega tengan el control de buena parte del territorio.
El SC Bastia es el club más laureado y, a su vez, el que más arraigo futbolístico tiene en la isla del mediterráneo, sin embargo, sus 19 campañas en Ligue 1, avalan al AC Ajaccio como un peso pesado del fútbol galo. Tal y como comentábamos, A Cuncolta Naziunalista tomó las riendas del Bastia en la década de 1980; precisamente en aquellos años Alain Orsoni formaba parte de este mismo grupo hasta que en el año 1990, un cisma interno dentro de la organización, propició la creación del Mouvement pour l’autodétermination –MPA-, movimiento del cual fue dirigente hasta su exilio voluntario en América Latina a finales de la década.
Tras trece años sin noticias de Orsoni en la vida pública francesa, Alain regresa a Córcega en el año 2008, y lo hace con el fútbol como principal valedor de su nueva aventura en el país, convirtiéndose en el presidente del AC Ajaccio. El que fuera una de las cabezas visibles del nacionalismo armado corso en los 90 volvía para devolver al Ajaccio a la máxima categoría del fútbol nacional.
Sin embargo, las relaciones de Orsoni y el nacionalismo con el crimen organizado se pusieron nuevamente de manifiesto cuando su hijo Guy Orsoni fue arrestado por la justicia española en el año 2011 –en la etapa de Alain como presidente- acusado de cuatro asesinatos por ajustes de cuentas entre bandas rivales. Según la investigación policial, Alain Orsoni mantenía económicamente a su hijo a lo largo de su estancia en España.
Gazélec, el equipo proletario
El Gazélec siempre ha ido a remolque del AC en la capital corsa. El club de Ajaccio fundado en 1960 empezó a estar en boca de todos en el año 2015, cuando –por primera vez en su historia- consiguió el ascenso a Ligue 1.
En comparación con el AC Ajaccio es un club con mucha menos solera, pero, como su propio nombre indica, con mucho más arraigo entre los trabajadores de la empresa local de gas y electricidad –acrónimo de Gazélec-.
No obstante, y pese a que se le desconozca relación alguna en la actualidad con las mafias o el nacionalismo, a finales de los años 90 tuvo como presidente a Robert Feliciaggi, quien, al tiempo que conseguía el ascenso deportivo del Gazélec a Ligue 2 en 1999 –ascenso que no se hizo efectivo al no permitir la federación que una ciudad con menos de 100.000 habitantes contase con dos clubes en Segunda- mantenía contacto directo con François Santoni, el líder de la organización terrorista Armata Corsa. En un suceso parecido al de Filippi, y propio del crimen organizado que asola a la isla, Feliciaggi fue asesinado con dos balas en la nuca en el año 2006.