Ambos jugadores acabaron formando parte del imaginario colectivo por su ausencia en los cromos de la época | Fuente: tacchetee
Ambos jugadores acabaron formando parte del imaginario colectivo por su ausencia en los cromos de la época | Fuente: tacchetee
LUCAS MÉNDEZ VEIGA

@LMendez8

Los cromos de jugadores de fútbol representan una parte importante de la juventud de todo aficionado al deporte rey. El intercambio de figuras coleccionables con los rostros de los mejores futbolistas de las ligas ha sido una de las actividades más repetidas en los recreos de los colegios y en las tardes de parque con los amigos. La misión de ‘hacerse con todos’ no solo era el lema de cierta serie de dibujos animados japonesa: era el mayor de los retos.

Algo así ocurrió en Italia en la campaña 97/98. Los niños y niñas asistieron atónitos a la ausencia de dos personajes de su álbum de cromos. No piensen que eran los mayores ‘megacracks’ del calcio, no. Hablamos de Sergio Volpi y Paolo Poggi. Los cromos más deseados.

Italia, la cuna del cromo coleccionable

A todo el mundo le sonará Panini. Hacia principios de la década de los 60 se juntaron en Módena unos hermanos cuyo apellido acabaría trascendiendo y asociándose única y exclusivamente a las colecciones de figuras futbolísticas. Es pensar en Panini e inmediatamente nos viene a la mente esos álbumes de cromos con el logo del caballero en lanza en un recuadro amarillo. Nuestra infancia y, seguramente, la de muchos.

El caso que hoy nos ocupa habla de la campaña 97/98. En esa Serie A noventera destacaban nombres como Rui Costa, Batistuta, Zidane, Cafú o Weah. La empresa de chicles Dolber decidió comenzar a fabricar una goma masticable dirigida a los más jóvenes aficionados al calcio. Junto a estas, irían pequeños adhesivos con los rostros conocidos de aquella temporada.

Álbumes históricos de la marca italiana de cromos Panini | Fuente: Panini
Álbumes históricos de la marca italiana de cromos Panini | Fuente: Panini

La fama que cogieron aquellos chicles fue debido al premio que recibiría el afortunado coleccionista que reuniese todas las figuras de dicho álbum: una camiseta firmada por un jugador de la Serie A. El furor rápidamente tomó las calles de Italia. Los patios de recreo y las plazas de pueblos y ciudades se convirtieron en un continuo intercambio de cromos. “Yo tengo a Del Piero… ¡te lo cambio por Mancini!”. Las pocas liras que costaban los chicles Dolber albergaban un truco. Empezaron a llegar los problemas. Había dos figuras imposibles de conseguir.

¿Alguien tiene a Volpi y Poggi?

‘Completa correctamente este álbum. Identifica a todos los jugadores y coloca cada figurita en su respectivo recuadro. Si has completado diecisiete equipos diferentes podrás ganar un Pallone Cuoio. Si, en cambio, completas todos los dieciocho equipos tienes derecho a un Pallone Cuoio y una camiseta oficial’, rezaban las reglas del juego. Las consignas eran claras pero, a la hora de completarlas, faltaban dos figuras.

Sergio Volpi fue un más que correcto director de juego en clubes como el Bari, el Venezia o la Sampdoria, donde hizo buena carrera. Por otro lado, el veneciano Paolo Poggi fue un bomber, un delantero de área que alternó muchas campañas en el club de su vida, el de la ciudad de los canales, junto a geniales campañas en escuadras como el Udinese.

No eran los jugadores más lustrosos de una campaña muy recordada por todos los aficionados al esférico. Fue la época de Zeman en el banquillo de la Roma, de Baggio con la zamarra del Bologna o de Ronaldo maravillando al Giuseppe Meazza. En este contexto, el concurso de la marca de chicles Dolber cogió una fama generacional.

Dentro de la clase de jugadores más extraños que las empresas de cromos hacen más difíciles de conseguir, estos dos fueron los más buscados entre todos los grupos de amigos futboleros. Los meses siguieron pasando, acabó aquella liga y nadie parecía poder completar el dichoso álbum. El aura de misterio llegó a tal punto que se convirtió en tema de estado. Cosas de Italia. La estrategia comercial de la marca de chicles había sobrepasado todas las expectativas. Nadie hablaba de Panini, sino de aquellos chicles ‘sapore fragola’ —sabor a fresa—, Volpi y Poggi. Los cromos que nadie encontraba.

A finales de los 90, Volpi y Poggi se convirtieron en mitos... en los cromos Panini | Fuente: Calciomercato.com
A finales de los 90, Volpi y Poggi se convirtieron en mitos… en los cromos Panini | Fuente: Calciomercato.com

Figuras de culto

Como decimos, las carreras de ambos, sin desmerecer sus dotes futbolísticas, distaron bastante de ser las de dos ‘megacracks’. Sin embargo, en el imaginario colectivo italiano se convirtieron en figuras de culto para una generación que, años después y con la llegada de las tecnologías, descubrió que no solo eran imposibles de encontrar entre su grupo de amigos, sino que era algo que se repetiría en todo el país.

El caso llegó a la televisión. Aquellos padres y madres preocupados por las facturas de los dentistas de sus hijos asistieron atónitos al televisor mientras la televisión pública del país, en su ya clásico programa Mi Manda Rai Tre dedicaba un programa entero a lo que se consideraba una estafa al consumidor. Se llegó a llamar a la propia empresa. Hoy en día es imposible encontrar grabaciones o extractos de dicho programa.

De ahí, el caso llegó a la Cámara de los Diputados. El político del grupo mixto Mauro Paissan declaró ante el Ministro de Industria y Comercio que “los niños italianos habían engullido chicles en un caso de auténtico daño al consumidor y publicidad engañosa”.

Al final se evidenció que la empresa había ‘amañado’ el concurso, imprimiendo solo un centenar de copias de las figuras de Volpi y Poggi. Hoy se han convertido en nostálgicas anécdotas de grupos de treintañeros italianos y ya forman parte del imaginario colectivo futbolístico de un país completamente loco por su deporte rey.

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