
DAVID FERREIRO PÉREZ
El fútbol femenino está viviendo un evidente auge en los últimos años, consiguiendo de forma merecida llenar grandes estadios y atraer más focos que nunca. Todo esto ha ido de la mano de la profesionalización, que está cada vez más avanzada. Sin embargo, cuando el fútbol aún estaba en pañales en la España de los años 20, no era tan habitual ver a las mujeres sobre el verde. Bueno, al menos no lo era en todos los lugares, porque en A Coruña se podía encontrar el caso de Irene González, una pionera en el balompié femenino.
El nombre de Irene González Basanta quizás no sea todo lo mediático que debería. Esta joven, nacida en la ciudad de A Coruña en el año 1909, creció con un balón en los pies. Y siempre tuvo claro que con él en los pies quería crecer. No lo tendría fácil, especialmente por la época, pero eso a Irene poco le importaba. En un primer momento, la coruñesa se desempeñaba como delantera, llegando a jugar en varios equipos infantiles de A Coruña, como por ejemplo el Racing-Athletic. Su carrera, aunque breve, fue la primera piedra en el largo camino por la igualdad en el fútbol femenino.
El Irene FC
Después de formar parte de varios equipos semiprofesionales, Irene decidió dar un paso más y fundar su propia escuadra: el Irene FC, en el que ocuparía el lugar de capitana, de presidenta y, de forma más sorprendente, de portera. Bajo palos se hizo un nombre, demostrando su nivel y su falta de complejos, compitiendo de tú a tú ante cualquiera. Decían de ella que tenía un fuerte carácter, de ese tan necesario para organizar una defensa y defender los tres palos. Bajo la sombra de la portería se labraría un nombre entre los aficionados gallegos al fútbol. Su figura, en poco tiempo, se había convertido casi en un icono. Su sola presencia bajo los tres palos despertaba gran admiración y conseguía congregar a un buen número de aficionado entre el público.
No eran extraños los partidos a los que el Irene FC era invitado por la expectación que levantaba su fundadora y principal figura. Con su equipo, que llegó a estar federado, jugó distintas competiciones infantiles en A Coruña, además de participar en varios amistosos e incluso, en algún torneo. Posteriormente, González también jugaría con varios equipos pequeños de Galicia, especialmente en su provincia natal. Sin embargo, no le fue fácil conseguir el reconocimiento, sobre todo teniendo en cuenta la situación que atravesaba el mundo, en general, y España, en particular, en aquellos años. Pero eso a Irene le dio igual, ella respondía en el campo. Y así calló muchas bocas.
Empezando por la de su propio padre, que en un principió peleó por separar los caminos de Irene y el balón, pero el amor por el esférico de la coruñesa pudo ante cualquier duda y ante cualquier crítica, viniera de quien viniera. Las pocas noticias que se conservan de la época demuestran que Irene, además de levantar expectación por su presencia, también lo hacía por su nivel. De ella se destacaba su agilidad, su seguridad y su valentía, ya que no dudaba en lanzarse a por el balón tan pronto como un rival se atrevía a pisar su área.
Fugaz, pero eterna
La historia de Irene es tan fugaz como trascendental. Los años que le tocaron vivir a la coruñesa no fueron precisamente los más fáciles de la historia de España. Y la historia de Irene, cargada de simbolismo, de lucha, de superación, se tuvo que ver truncada en su mejor momento. En aquella época, las enfermedades mortales campaban a sus anchas y los recursos escaseaban. En 1927, se le diagnosticaría una tuberculosis, lo que le obligaría a apartarse de los terrenos de juego de forma permanente.
Su historia pronto fue recogida por varios medios locales de la época, que alertaron de la delicada situación de la futbolista coruñesa, de reconocido nombre en Galicia. La noticia corrió como la pólvora y la reacción de la gente no tardó en hacerse esperar. Se organizaron varios torneos benéficos y se recolectó dinero para ayudar a la guardameta, que consiguió recuperarse. Sin embargo, un par de meses después, una secuela de su enfermedad hizo que perdiera la vida en 1928, cuando contaba solo con 19 años de edad.
Un merecido reconocimiento
Con el paso de los años se ha ido rescatando su historia, convirtiendo la figura de Irene González en lo que tiene que ser, la de una auténtica pionera. Protagonista de exposiciones, artículos y hasta de un documental (‘Irene a porteira’, de Óscar Losada), su figura se ha mantenido lejos de los focos en décadas pasadas, pero la futbolista coruñesa gozó del respeto y la admiración de sus coetáneos. Incluso, con el paso de los años ha trascendido una pieza en su honor que reza lo siguiente:
“Mamá futbolista quiero ser / para jugar como Irene que juega muy bien. Mamá cuando sea mayor / ganaré mucho dinero jugando al fútbol
Ahora, tanto la prensa, principalmente en Galicia, como las distintas instituciones relacionadas con el fútbol han reconocido la trascendencia de la figura de Irene en el balompié femenino. No por nada, Irene es considerada la primera futbolista de nuestro país.