DAVID FERREIRO PÉREZ
No hay que mezclar fútbol y política. Esta frase, repetida hasta la saciedad por políticos, deportistas y aficionados de barra de bar a partes iguales, es una de las falacias más descaradas del fútbol. No hay que hacerlo, no. Pero se hace. En un domingo de elecciones, ¿qué mejor plan que un repaso de lo paralelos que son los mundos del balón y de la oratoria? Al fin y al cabo, todo gira en torno a lo mismo. Este reportaje va de ideologías, políticos, ultras, futbolistas… De tronos de hierro y urnas, de coronas y reyes o de sobres y papeletas. Un repaso general, una pincelada, de lo que ha podido influir este deporte en el mundo de la política, y viceversa.
La política, tan cansina como necesaria. Presente en todos y cada uno de los ámbitos de la vida, en mayor o menor medida. Y el fútbol no iba a ser menos. Ya casi desde los comienzos de este deporte allá por el siglo XIX, el fútbol y la política han ido estrechamente ligados, especialmente por ser el primero un buen elemento propagandístico del segundo.
De hecho, todos hemos escuchado alguna vez aquello de que el fútbol es, para los políticos, la lucha de gladiadores para los emperadores romanos: una buena forma de distraer al pueblo. Sea cierto o no -que cada uno decida en qué invertir su tiempo, nosotros nos quedamos con la pelota-, es innegable que el deporte esta politizado, tanto desde dentro como por fuera. Y no es para menos teniendo en cuenta los millones de personas que mueve este deporte. Ya lo decía Jorge Valdano: «El fútbol es la cosa más importantes de las cosas menos importantes«.
El fútbol como elemento propagandístico
Si algo tiene de cierta la afirmación del párrafo anterior, es que el fútbol sí se usó como elemento propagandístico en más de una ocasión y por distintos bandos. Pasó en tiempos de Di Stéfano y el Real Madrid de las cinco Copas de Europa, cuando Francisco Franco aprovechó la imagen vencedora del conjunto ‘vikingo’ como ejemplo nacional fuera de nuestras fronteras. Algo parecido a lo que hizo Rafael Videla con Argentina después de que la ‘albiceleste’ se alzara con el Mundial de 1978.
«El fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes.» – Jorge Valdano, ex jugador y entrenador de fútbol.
El contexto europeo, en particular, de mediados del siglo XX, fue un buen caldo de cultivo para aprovechar el deporte como defensores de una y otra ideología. De hecho, múltiples son los conjuntos -especialmente en Europa del este y norte- que están estrechamente ligados a una ideología o a un sector social desde su fundación. Encontramos casos de equipos históricos como el Steaua de Bucarest, originado desde el ejército rumano y que ahora quiere despojarlo de su simbología, o los varios ejemplos de la Russian Premier League: FC Dynamo Moscú (afiliado al MVD y a la policía secreta soviética), el CSKA Moscú (históricamente vinculado al ejército soviético) o el Spartak de Moscú (que en sus orígenes era el equipo del pueblo al no tener apoyo económico -en aquellos tiempos- de ningún sector del país).
La política, oculta en todas partes
De hecho, nuestra propia competición de Copa es, en cierto modo, un elemento propagandístico más. No hay que olvidar que se trata, de forma oficial, de la copa de Su Majestad El Rey, algo que suena tanto a ‘Juego de Tronos’ como a libros de historia, pero un hecho que no deja de ser tan anecdótico como real. Torneos en los que se pone en juego un título honorífico a un Rey que, sin embargo, no cede ni su trono ni su corona. Por otro lado, se ha de tener en cuenta que esta competición siempre ha sido una herramienta propagandística. No en vano, durante sus más de 100 años de historia ha sido la Copa del Rey, de la República o del Generalísimo, en función de la situación política del país.
Otro buen ejemplo del fútbol utilizado como método propagandístico fue el amistoso entre Argentina e Israel que debía disputarse en territorio asiático en 2018. En aquella ocasión, los integrantes de la ‘albiceleste‘ se negaron a jugar al sentirse parte de un lavado de imagen por parte de los israelitas.
Reivindicando desde dentro
Pero no solo los terceros aprovechan el fútbol a su favor, también sus propios protagonistas, desde presidentes o directivos, a entrenadores y futbolistas. Con más voz que nunca, cada vez son más los casos de profesionales que aprovechan su situación para dejar claras sus ideas, no siempre exentos de polémica. Esta suele ser, precisamente, más bien su compañera. Pasó tras el referéndum catalán, con claros ejemplos como Pep Guardiola, que acudió durante todo este año a las ruedas de prensa con el lazo amarillo a favor de la liberación de los presos políticos catalanes.
Pasó también con Gerard Piqué, que durante los 9 años que defendió la camiseta de la Selección española tuvo que sufrir ataques de todo tipo, conspiraciones y pitos todos y cada uno de los estadios en los que se enfundó ‘la Roja’. Todo esto sin declararse abiertamente independentista y simplemente defender el diálogo.
Un altavoz mediático
En el fútbol ha habido opiniones de todos los gustos. Oleguer Presas y su ‘no’ a la Selección por cuestiones ideológicas, Iríbar y Kortabarria defendiendo a Euskadi, Frédéric Kanouté reivindicando medidas sociales, Didier Drogba aprovechando su tirón para interferir en la situación de su país, Salva Ballesta o Paolo Di Canio, de reconocidas ideas extremistas, o nombres como Pablo Infante, que tira un poco de la lucha de clases -si se me permite la comparación- afirmando que todos los futbolistas de Segunda B son «de izquierdas, aunque los de Primera no sé».
En este ámbito, un caso de gran repercusión posiblemente sea el de Recep Tayyip Erdoğan, presidente de Turquía, que recibió gran apoyo en el fútbol de su país, actuando equipos y jugadores como abanderados de su partido. Incluso fuera de sus fronteras varios han sido los actos o celebraciones en honor al presidente turco. Jugadores como Cengiz Ünder de la AS Roma suelen celebrar sus goles con el saludo militar, en homenaje al líder turco y sus intervenciones militares como en el Kurdistán.
El salto del verde al atril
Pero no todos se quedan en las palabras. Algunos, incluso se atreven a cambiar las botas y los entrenamientos por los maletines y los mítines. El caso más mediático sea, posiblemente, el de George Weah. El liberiano, único ganador del Balón de Oro nacido en África, saltó a las portadas de todos los periódicos al alzarse como vencedor en las Elecciones Presidenciales de Liberia del año 2017 liderando el partido Coalición por el Cambio Democrático.
Algunos incluso han desarrollado una importante carrera política. Son casos como los de los brasileños Bebeto, que fue elegido como Diputado por Río de Janeiro en dos ocasiones consecutivas, y Romario, que comenzó como Diputado General y actualmente ejerce de Senador, Kakha Kaladze, quien tras varios años ocupando distintos cargos en su Georgia natal ahora ejerce de alcalde de Tiflis, o el mexicano Cuauhtémoc Blanco, muy vinculado a la vida política tras su retirada y que recientemente fue elegido como Gobernador del Estado de Morelos.
Para otros, como es el caso de Andriy Shevchenko, su carrera política no ha sido tan prolífica como la futbolística. El ucraniano partía con la intención de formar parte del Parlamento Ucraniano, pero su apoyo fue insuficiente y no consiguió representación alguna.
Lucha de ideología política
Y en otras ocasiones no es defender uno u otro candidato, ni una ideología concreta, sino una postura. Muchas de estas ocasiones, incluso transciende los político. El Old Firm es un claro ejemplo de esto. El clásico escocés enfrenta a católicos contra protestantes, a los pro Unión Europea con los contrarios, a los independentistas con los favorables a seguir perteneciendo al Reino Unido. Es algo que trasciende de lo político, incluso de lo religioso, al plano social.
Como sociales son los ideales que promueven clubes como el Rayo Vallecano en España o el St. Pauli alemán. Equipos y aficiones que tienen una ideología clara y van hasta el final con ella. De hecho, no hay que olvidar que fueron los seguidores del Rayo Vallecano los que prácticamente le prohibieron al club la incorporación de Roman Zozulia, jugador ucraniano conocido por su ideología extremista que cerca estuvo de jugar en el Rayo en enero de 2017. Estos dos equipos son un buen ejemplo de cómo utilizar el fútbol como herramienta de lucha contra las injusticias y a favor de las medidas sociales.
«Todos los futbolistas de Segunda B somos de izquierdas, los de Primera no sé.» – Pablo Infante, ex jugador del Mirandés y de la Ponferradina.
Sin embargo, no deja de resultar paradigmático como muchos equipos no ocupan una posición o no manifiestan su ideología de una manera clara, pero sus aficionados sí lo hacen. Así surgen los movimientos ultras, que empapan de política el mundo del fútbol y enhebran, casi por naturaleza, los colores de un equipo con una serie de ideas. Se trata de luchar por unos valores, como se hacía antaño, pero defendiendo una camiseta con un balón.