Iván Pérez celebra un gol con el Club Deportivo Lugo | Fuente: Alberto López - La Voz de Galicia
Iván Pérez celebra un gol con el Club Deportivo Lugo | Fuente: Alberto López – La Voz de Galicia
CARLOS RODRÍGUEZ  LÓPEZ

@Carlosrlop

Desde sus inicios, la carrera de Iván Pérez (Santiago de Compostela, 1985) ha estado repleta de obstáculos. En un deporte que no perdona, en el que “un día eres dios y al siguiente te quieren matar por lo que hagas en el campo”, su futuro estuvo siempre marcado por cuestiones ajenas a la pelota. Quizá el único ‘error’ que haya cometido es ser tan fiel a sus principios.

La primera oportunidad

Cuando Iván empezó a despuntar en el Laracha, el fútbol ya se parecía bastante a lo que es ahora, un negocio en el que un jugador consigue más gracias a su representante que a sus goles. Con 21 años, una gran temporada en el equipo coruñés despertó el interés del Dépor.

Pese al deseo general de ficharlo para el filial blanquiazul (Fabril), en Riazor no lo vieron del todo claro hasta que se enteraron de que el Celta B también lo pretendía. Ya saben, cuestión de no verse jodido por el vecino.

Con las dos ofertas sobre la mesa —aún a sabiendas de que en Vigo jugaría en una categoría superior (2ªB) y ganaría más dinero— se decantó por la opción herculina, que le permitía seguir estudiando en A Coruña.

El nexo entre Iván y el Deportivo para tramitar el fichaje fue José Luís Vara, entrenador del santiagués en el Laracha y jugador del conjunto blanquiazul en los 80.

Era simplemente un intermediario, pues Iván ni tenía ni quería representante: “Me habían llamado bastantes representantes, pero yo no veía bien que sin saber si iba a ser mi trabajo de por vida o no, se me tratase como un número sin tener en cuenta mi personalidad futbolística. Me gusta el fútbol como fútbol, no como negocio”, explica.

Esa manera de firmar por el Fabril suscitaría ciertas tiranteces con el director deportivo del Dépor desde su llegada a Abegondo. Iván sabía que oponerse a ir de la mano de un representante sería un hándicap, pero, pese a la desconfianza inicial, el primer año se sintió querido y valorado: “Hacen una serie de cosas conmigo que me agradan porque sientes que están contando contigo: me suben a entrenar con el primer equipo, debuto con ellos en Copa del Rey frente al Mallorca…”.

A las oportunidades con los mayores les sigue un ascenso con el Fabril a 2ªB como guinda a una gran campaña en lo personal. Las dos siguientes serán diametralmente distintas, pues Iván pasa de debutar a desaparecer por completo de los planes del primer equipo.

La semana en la que todo cambia

En la recta final de esa temporada y con el Fabril ya descendido a Tercera, Tito Ramallo —su entrenador— ofrece a Iván permanecer en la plantilla el año siguiente. Pérez declina la oferta porque cree que haber dejado de ser sub-23 le cierra la puerta del primer equipo a menos que le hagan ficha profesional (algo que parece imposible). Por ello planea un cambio de aires que le permita seguir compitiendo, al menos, en 2ªB.

Sin embargo, la semana siguiente todo cambia. Iván verá que tiene nivel para estar más arriba y descubre que los obstáculos para ir con el primer equipo no se limitaban al director deportivo y dejar de ser sub 23: “Hay un partido en Abegondo que es la clave. Es un Fabril – Athletic Bilbao B en el que perdemos 3 – 4 y yo marco los tres goles. Lotina, que ya era el entrenador del Dépor y estaba en la grada, me ve y me dice que vaya a entrenar esa semana con ellos. Habiendo marcado 8 goles y dado 18 asistencias ese año jugando de mediapunta, Lotina no había tenido constancia de mí hasta ese momento. Eso es de lo que me quejo, no de que no me llevaran con el primer equipo, sino de que nadie de su cuerpo técnico estuviera informado de los jugadores que había en el filial”.

Iván Pérez golpea el balón en un partido contra el Valencia CF en la temporada de su debut en primera división (2009/2010). Esa campaña participa en 20 partidos, convirtiéndose en el 14º futbolista con más minutos de la plantilla. Fuente: lavozdegalicia
Iván Pérez en su debut en Primera División | Fuente: lavozdegalicia

Después de esa semana de entrenamiento a las órdenes de Lotina, el entrenador vasco le ofrece hacer la pretemporada con el primer equipo. La carrera de Iván Pérez se encuentra ante un empujón que puede ser definitivo, aunque nadie le regalará nada: “Firmo un contrato que yo creo que es lo más cachondo que se ha visto: un mes a prueba porque no me conocía el entrenador que llevaba un año entrenando al primer equipo. Tenía hasta el 14 de agosto para convencerlo”.

Iván logra convencer con su calidad y en 15 días le hacen ficha con el equipo. Lo consigue curiosamente en una pretemporada en la que no está el director deportivo que había puesto trabas a su contratación para el Fabril.

Oportunidad de oro para demostrar su valía, aunque como sucederá de aquí en adelante, previo pago de un peaje: En ese momento me empezaron a comer la cabeza con la importancia de tener un representante cuando llegas al nivel profesional. Yo nunca había tenido uno y me hacen, entre comillas, firmar con los de Lotina”.

El año de los kilómetros

Al término de una primera temporada más que aceptable para un novato, el director deportivo (ese que había estado ausente el último verano) vuelve a cruzase en la carrera de Iván: “Me echa diciéndome que las veces que había tenido la oportunidad de jugar había demostrado que necesitaba un año fuera para coger experiencia, algo que yo sabía que era una excusa muy barata. En ese momento tengo ofertas de equipos que me llaman directamente (Sporting de Gijón, Córdoba, Barça B…), pero el club quiere que me vaya a la Ponferradina sí o sí. Mis representantes aceptan porque les interesa aceptar las órdenes del director deportivo, si hacen lo que él quiere podrán llevar a más jugadores al equipo y tener más poder dentro del club. Ahí me doy cuenta de que en el momento en el que él vuelve, yo desaparezco”.

Iván se marcha a Ponferrada sin poner ningún tipo de traba al club. Lo hace teniendo claras dos cosas: que si Lotina no lo había seguido cuando estaba en el filial tampoco lo iba a hacer ahora, y que el propósito era continuar creciendo futbolísticamente, no económicamente. Después de una primera vuelta en la que es titular en la mayoría de los encuentros, empieza a sentir molestias físicas.

Tras un primer diagnóstico equivocado se esconde una pubalgia que acarreará algo más que la lenta y dolorosa recuperación habitual de este tipo de dolencias: “Para camuflar el mal diagnóstico que me habían hecho en Ponferrada -dicen que rompo el aductor cuando lo que tenía era una pubalgia abdominal tremenda- estuve desde el mes de marzo desplazándome a A Coruña para tratarme. Tenía que ir todos los días y volver de noche a Ponferrada porque al día siguiente tenía que estar en el entrenamiento de la Ponferradina cambiado, aunque no hiciera nada, porque me tenía que ver la gente. Tenían que verme porque era la forma de tapar un mal diagnostico”.

Al final de la temporada y todavía en medio de su recuperación, Iván regresa a A Coruña para seguir tratándose. Pese al descenso del Dépor y la llegada de Oltra para sustituir a Lotina, el club le deja claro desde el primer momento sus intenciones: “Entiendo que la dirección deportiva me dijera que no se contaba conmigo. Llevaba seis meses lesionado y además se extendieron bulos como que salía de fiesta o que no entrenaba, afirmaciones que el tiempo acabaría demostrando que eran mentira. Se llegó a decir que había encontrado allí a una chica y estaba más pendiente de ella que del fútbol. Otra mentira, ya que mi novia era la de siempre y había venido conmigo desde A Coruña”.

Adiós al Dépor

Iván Pérez afronta la pretemporada con tranquilidad, como un proceso en el que seguir recuperándose después de que la dirección deportiva le comunicara que no va a jugar porque el entrenador no lo quiere.

Cuando el futuro parece más lejos de A Coruña que nunca, llega el primer amistoso del verano y el míster, José Luis Oltra, le comunica que jugará la segunda parte y que será el encargado de lanzar el balón parado. La sorpresa es mayúscula: el entrenador sí contaba con él, al contrario de lo que se le había comunicado desde la dirección deportiva.

Sin embargo, la alegría duraría poco. Antes del tercer partido de preparación, Oltra le dice que, sintiéndolo mucho porque le gusta su forma de jugar, desde arriba le prohíben volver a alinearlo.

Me gusta el fútbol como fútbol, no como negocio

Sin volver a participar en la pretemporada y centrado únicamente en su proceso de recuperación, llega el 31 de agosto, día de cierre de mercado. “Me llaman desde el club a las 12 menos 10 de la noche para que vaya a firmar el finiquito sin opción alguna de quedarme. Cojo el coche y me voy rápidamente a la Plaza Pontevedra a firmar, porque si no lo hago no tendría opciones de fichar por ningún otro equipo después del cierre.  Al día siguiente voy a despedirme de los compañeros y me doy cuenta de que el entrenador no sabe nada. Me enseña una planilla de 22 jugadores en la que me veo como segundo mediapunta, justo por detrás de Valerón, porque él contaba con que no me echaran y sabía que mi intención era recuperarme allí y seguir luchando, algo para lo que él mismo me había animado. Oltra siempre me apoyó, aun a sabiendas de la postura del club”.

La situación es todavía más inverosímil si se tiene en cuenta que, de los tres jugadores con los que el club no contaba en verano (Bodipo, Morel e Iván Pérez), Oltra solo quiere que se quede Iván y es el único de los tres que sale (siendo además el que menos cobraba).

“En el momento en el que salgo del Dépor rompo también con los representantes. Al principio, el contrato que firmo tanto con el club como con ellos es de 3 años y entonces te lo tienes que comer, sino encima tienes las de perder a nivel económico. Después empiezas a ver cuál es la realidad de esto, que solo estaban a la expectativa de lo que marcara el director deportivo. Lo demás eran ‘dimes’, ‘diretes’ y mentiras, pero cuando me doy cuenta realmente es cuando paso mi peor momento en el Montañeros”.

En diciembre de 2011 firma por el Montañeros de 2ªB. Fichar por un equipo de esta categoría es duro, pero lo peor es que siente que aquello que siempre le había apasionado ya no le llena. Él mismo califica esa temporada, en la que el Montañeros acaba descendiendo, como desastrosa. Mentalmente hundido, Iván decide cambiar el chip.

Salvador Setién

Después de tocar fondo en el Montañeros, Iván Pérez se plantea volver al fútbol profesional de la mano del CD Lugo. Pregunta al club acerca de la posibilidad de ir a entrenar sabiendo que no cuenta para ellos, simplemente para poder recuperarse física y anímicamente: “Voy al Lugo para volver a sentirme futbolista. Futbolista en cuanto a fútbol, de sentir el balón y disfrutar con él, no en cuanto a economía. Lo hago sabiendo que tienen otra serie de jugadores. Desde el primer momento me aclararon que no contaban conmigo, algo que agradezco porque me permiten entrenar y disfrutar sin tener que pensar en que tuviera que hacerlo bien para quedarme. Decido ir a entrenar porque sé que la calidad de las sesiones va a ser superior y que podría volver a un nivel bueno, o darme cuenta de que ya no podía competir a ese ritmo”

Iván recorre a diario los 100 km que separan A Coruña de Lugo para ir a entrenar. Lejos de frustrarse por saber que no cuenta, cada vez va más motivado a las sesiones.

Algo le está haciendo volver a ser el que era, alguien le está haciendo volver a sentirse lo que es: “Tengo la suerte de que está Quique Setién, que es partidario de hacer sentir a los futbolistas el fútbol. No de ganar por ganar, de sentir el fútbol y disfrutarlo para poder conseguir la victoria. Y eso me anima”.

Un martes de noviembre, el técnico cántabro le brindará una nueva oportunidad: “Nos habían hablado muy mal de ti: que eras muy mal compañero, que no entrenabas bien, que te dedicabas más a estar de fiesta que entrenando… y eres todo lo contrario. Quiero hacerte ficha con el equipo para que puedas jugar ya el viernes contra el Castilla”.

Iván acepta sin dudarlo y completa un buen regreso a la élite jugando 18 partidos que le valen una renovación en verano. Al final de su segunda temporada, en la que disputa más de 30 encuentros, el sueño albivermello se acaba: “Quique me dice que quieren una restructuración para intentar ascender con el equipo. Yo estoy muy agradecido con la oportunidad que me habían dado y me echan, pero de buenas formas, por lo que no puedo decir nada malo. Ahí te das cuenta de que con 32 partidos jugados en segunda ese año te llaman equipos y lo primero que hacen es preguntarte quién te lleva [representante], no decirte que están interesados en ti. Y cuando tu respuesta es que no te lleva nadie, te dicen que ya se pondrán en contacto contigo. Escuchaba eso, pero nunca volvía a sonar el teléfono… porque no interesas como negocio. Este mundillo, por desgracia, se mueve así”.

El hundimiento

¿Pensaría alguna vez este talentoso mediapunta en dejarse guiar por un representante? Sí, lo hizo, pero sus principios seguían estando por delante de todo: “Al salir de Lugo me llamaron varios representantes y a todos les dije lo mismo: si encuentras a un equipo que me quiera a nivel futbolístico, no a nivel negocio, que no genere más de lo que puede generar otro equipo porque a ti te interese, firmo contigo. No lo encontraron porque no les interesaba. Porque tú al final cuando firmas con un equipo sabes lo que se lleva el representante, y había alguno al que no le compensaba llevarse 300 o 400 euros. Y como esas partes no interesaban y daba igual el club que fuera, no hay opción para gente sin representante”.

En la temporada 2011/2012 se repite el proceso de Montañeros y Lugo. En esta ocasión es el Compostela (de 2ªB) el que lo acoge para entrenar y acabar fichándolo en el mes de febrero. Con los de San Lázaro disputa un total de 12 partidos.

Termina la temporada e Iván encuentra una novedosa vía para buscar equipo, las selecciones AFE: “Es una selección de 22 jugadores de 2ª, 2ªB e incluso 3ª que estén en el paro, que se hace para que puedan volver a entrar en el círculo de conocimiento de los clubs. Allí hay un director deportivo que llama a gente de equipos de la zona en la que va a jugar la selección AFE para que vayan a ver a los futbolistas. De esa forma te mueven, pero mirando lo mejor para ti porque ellos no cobran nada por los posibles fichajes, lo hacen porque si le dan salida a los jugadores podrán seguir con más convocatorias”.

Esa experiencia le valdría un billete a Grecia, donde tampoco escaparía a problemas extradeportivos: “Estoy allí seis meses viviendo una experiencia muy enriquecedora en la que conozco un fútbol muy diferente al de aquí. Por desgracia, me toca en la época de la crisis y después de estar tres meses sin cobrar me vuelvo a España”.

Ha pasado un año de su debut en Compostela y regresa a la 2ªB, ahora para militar en las filas del Talavera. Será un episodio breve pero intenso, en el que discrepancias con un técnico estrambótico alimentarán el sentimiento de morriña: “El entrenador faltaba al respeto continuamente a los compañeros más jóvenes. Les echaba la culpa de todo, dejaba de alinearlos argumentando que la línea en la que participaban ya era joven y debía de meter a alguien más mayor… Con 30 años que tenía no estaba dispuesto a aguantar aquello, así que me volví a Galicia”.

Despedirse con felicidad

Iván vuelve a su tierra para disfrutar, primero en el Somozas y después en el Alondras, club de Tercera División en el que milita en la actualidad. Paradójicamente para un jugador de su nivel, lejos del profesionalismo ha encontrado toda la alegría y tranquilidad que nunca le había dado el estar cerca de la gloria, y ahora su única ambición es divertirse jugando.

A los 33 años disfruta de su trabajo en una clínica deportiva gracias a esos estudios que no quiso abandonar, y siente que por fin está en el lugar adecuado: “No me planteo dar el salto a otro equipo de más categoría porque veo que el momento de disfrutar de otras cosas ha llegado. Cuando salgo de clínica paso de disfrutar con el trabajo a disfrutar con el fútbol, algo que a otros niveles no es tan fácil. Estoy orientando mi vida para cuando se acabe el fútbol y eso es algo que tengo que llevar con filosofía. Ponerme a pensar en lo que podría haber conseguido si las cosas fueran distintas no es positivo. Por suerte, disfruté y viví momentos en los que fui muy feliz con este deporte. Pasé de la dureza a la felicidad una y otra vez, y ahora prefiero despedirme con esta sensación de felicidad”.

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