LUCAS MÉNDEZ VEIGA
En el cambio de paradigma que experimenta la sociedad, y el fútbol como fiel espejo de ella, nos encontramos con cambios en los arquetipos de iconos de la moda. La industria textil y el balompié han sido considerados, desde el principio de los tiempos, agua y aceite. La primera, tan altiva, renegó del esférico y de sus protagonistas olvidando que, como iconos, podrían ser sus mayores y mejores sustentos. ¿Qué ha cambiado?
La ruda y chandalera old school
Lo entendemos. El fútbol nunca reunió la mística atracción de otros deportes como el skate o el tenis, por citar ejemplos, que sí llenaron los ojos de grandes diseñadores y los bolsillos de astutos empresarios. Era considerado un deporte rudo y sin glamour. No les culpamos. No muy lejos quedan escenas de banda en los campos españoles por los que ‘desfilaban’ —por llamarlo de alguna forma— hombres de estilo cuestionable. Es cierto, era otra época. A todos se nos vendrán a la mente tipos como David Vidal, Javi Clemente, Menotti, Arsenio Iglesias o el mito Bielsa, ataviado en chándal, cigarro en mano y vociferando desde fuera del rectángulo, sin duda bastante alejados del mutismo pijerío que poblaría las gradas de, por ejemplo, el Roland Garros.
Sin embargo, el germen del hipster en el fútbol, dicen, se remonta más allá de los añorados 90. Primero con Cruyff como gran y primer futbolista-marca. Y después en 1953, cuando se jugó el denominado ‘Partido del Siglo’ en Wembley. La poco gloriosa Hungría, comandada por nombres como Puskás o Hidegkuti, se enfrentaba a los —¿temidos?— Three Lions.
Gusztav Sebes era el entrenador de aquella selección de leyenda. Socialista comprometido, fue asignado en el cargo por su creencia de que aplicar esta ideología en el fútbol de sus equipos era la clave ganadora. Así, ante la inamovible táctica de la ‘WM’ británica, el húngaro desplegó un 4-2-4 con posiciones muy permutables y un as bajo la manga: Puskás sería regista. El genio poco convencional de Sebes tejió un ideal para posteriores preparadores y, casi sin quererlo, cambió ese paradigma de ruptura de las reglas preestablecidas del que hablamos. Formaciones rupturistas y exóticas y una estética austera y vanguardista. Tuvo, además, la ventaja de quedar como ‘dulce perdedor’ que nunca alcanzó la cima de los trofeos.
Expuesto este ejemplo, queda claro la inmersión del mundo futbolístico actual en la creciente moda del hipsterismo. De este modo, el hipster se ha colado para siempre en los banquillos y vestuarios en un punto indefinido entre el nacimiento de la banda indie Arcade Fire y la irrupción de jóvenes e irreverentes técnicos como Julian Nagelsmann en Alemania.
El fútbol también va a la moda
Retomamos el relato estilístico. Hablamos de que, casi desde el principio de los tiempos, el textil obvió el poder del deporte rey como escaparate y pasarela. Se quedó todo en un «ya veremos» del que los diseñadores y las firmas no han despertado hasta hace bien poco. El fútbol, y de eso parecen haberse dado cuenta, no es de los futbolistas y entrenadores, sino de sus aficionados. Surge así la necesidad estilística de darle la enésima vuelta de guión al streetwear. Todo ello sumado a la carencia de nuevas tribus urbanas como aquellas que poblaron, primero, las gradas británicas bajo subculturas como la mod y movimientos musicales como el britpop de Oasis, Stones Roses o Blur y el punk de Sex Pistols.
El mundo de la alta costura —y no tan alta también— parece haber reparado en el fútbol como manantial inagotable de comunicación directa más efectiva con el público. Además, apela siempre a lo emocional, con lo que el legado es más inquebrantable. Esta conexión emocional habla del incipiente interés en las camisetas y bufandas como artículos de culto y colección. El sentimiento de pertenencia garantiza el éxito.
Solo así se explica la vuelta de tuerca que gigantes como Nike, Adidas o Umbro han dado a sus creaciones para equipos en el último lustro. Las viejas creaciones tan aclamadas en los pasados 90 siguen siendo éxitos de ventas bien entrado el siglo XXI. Solo así se explica esas camisetas de conjuntos como F.C. Barcelona, AS Roma, Inter, Arsenal, West Ham o el combinado nacional de Alemania.
La industria de la moda, que puede parecer muy elitista cuando quiere, siempre vivirá de las ventas. Ese concepto parecen no olvidarlo y tampoco están para desaprovechar este tipo de oportunidades.
El hipster se ha colado para siempre en los banquillos y vestuarios en un punto indefinido entre el nacimiento de Arcade Fire y la irrupción de jóvenes e irreverentes técnicos como Julian Nagelsmann en Alemania.
Entrenadores y futbolistas ‘modelos’
Como todas las cosas que están de moda, los entrenadores y futbolistas no escapan a ello cuando están en el foco de la noticia. Cuando alguien recibe un reconocimiento unánime por su trabajo -más o menos, que es fútbol y nos conocemos- se ve envuelto en el huracán de la exposición mediática. Es aquí cuando crean tendencia.
En la larga lista de personajes futbolísticos que han creado su imagen de marca y viven, además, de ella podríamos echarnos aquí escribiendo hasta que nos quedásemos sin ideas. Puede que todo haya comenzado con el giro de guión que exprimió Guardiola a sus pupilos culés. Las bufandas y jerseys de cuello alto del de Sampedor crearon tendencia y a él le siguieron, con su estilo, otros tantos. Jürgen Klopp con su estilo desenfadado tras sus famosas gafas, Thomas Tuchel con un aire al mancuniano Pep, el citado Nagelsmann, el —¿ya olvidado?— portugués André Vilas-Boas o una creación del mitificado Bielsa: Jorge Sampaoli. Ya ni el considerado irreverente Maurizio Sarri se atreve a alejarse del traje y corbata —con mayor o menor éxito— olvidando por completo el ya vetusto y romántico chándal de algodón del Napoli, cigarrillo en mano.
No es descabellado que, tatuado como alguno de los deportistas que dirige y tras una gafapasta de manual, consideremos al preparador rosarino Sampaoli como el icónico hipster de la generación futbolística actual. Ataviado con camisetas ajustadas y preparando sus tácticas en un MacBook, dista bastante del aire que desprende su mentor argentino dirigiendo desde la banda con el chándal del Leeds sentado en la neverita de Powerades.
En el terreno de juego tampoco escasean ejemplos. Cada vez más deportistas cuidan la que consideran su imagen de marca, que no solo será su forma de patear el esférico. Una imagen de cara a la galería positiva, rompedora o innovadora siempre gana papeletas. Cuántos ejemplos conoceremos todos en la pasarela de moda más accesible: Instagram. Por la red social de fotos de Zuckerberg ‘desfilan’ iconos de moda entre los que destaca, por encima del resto, Héctor Bellerín.
El catalán del Arsenal es un auténtico forofo de la moda y su carrete de fotos está repleto de posados con outfits variados y variopintos, si se me permite la expresión. Otros que se nos ocurran a bote pronto en la inagotable lista son Memphis Depay, que ya ha posado como portada de Vogue, Marc André Ter-Stegen y su aire bohemio paseando por el barrio del Born en ‘Barna’, su compañero de equipo Sergi Roberto o Van der Wiel, más conocido por sus vestimentas que por su fútbol.
Queda claro que ya no se hacen trajes como antes. Ni camisetas como antes. En el mundo donde todo es medido, y una buena medición es un número de seguidores en una red social, el futbolista a la moda triunfa. Quién nos lo iba a decir hace no tantos años. El negocio requiere que la moda acompañe. Y en el fútbol ya son muy apreciadas las nuevas indumentarias. Por algo el nuevo fútbol moderno, más banal, presta cada vez mayor atención a lo que ocurre fuera de la ‘pasarela’ del rectángulo verde.
El delantero oranje Depay es un icono estilístico. ¿Futbolista? a la moda: Van der Wiel | Fuente: Instagram
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