TONI FERRERA
Hace 30 años cayó el Muro de Berlín. La división de Alemania se resquebrajaba entre ladrillos y los ciudadanos de la República Federal y la República Democrática cruzaban miradas por primera vez en décadas. Comenzaba una nueva era.
Comenzaba la unificación de un país que nunca debió separarse, pero que se vio envuelto en una lucha transversal que afectó todos los elementos socio-económicos. La carrera de liderazgo encontró en el capitalismo su aliado más próximo. Poder y capital se entienden y se buscan. Y el neoliberalismo encontró un pasillo abierto sin críticos donde expandirse. Thatcher, Reagan y Friedman subieron al podio.
Fútbol a sol y sombra
La nueva Alemania dejaba atrás muchas cosas. Todas las instituciones, organizaciones y prácticas contaban con sus homólogas al otro lado del Muro. El fútbol, deporte de masas, no iba a ser menos. Los conjuntos de la RDA estaban comandados por dirigentes y gobernantes vinculados a organizaciones como la Stasi, el servicio de inteligencia del Ejecutivo. Las posibilidades de viajar eran nulas. Las opciones de marchar a un equipo de la Bundesliga ni se replanteaban. El crecimiento como futbolista no dependía de la meritocracia, sino de las decisiones a dedo de unas cuantas élites. Matthias Sammer, Balón de Oro en 1996 y nacido en Dresde, ciudad perteneciente a la RDA, recuerda así sus inicios en la revista alemana 11Freunde:
De chaval nunca soñé con huir de la RDA. Dresde es mi ciudad, allí crecí, allí mamé el fútbol, allí me sentía identificado. Adoraba a los jugadores del Dynamo, como Dixie Dörner. Llegué al primer equipo [con 17 años] y empecé a frecuentar un bar. El dueño me decía: ‘tienes que tomar las riendas de tu vida, en este país no vas a poder crecer’. Y el alcohol hacía el resto para terminar de imaginarme al otro lado. Pero luego, a la mañana siguiente, se me pasaba todo. Una vez coincidí en un hotel con el entrenador del Stuttgart. ‘Podrías jugar en cualquier equipo de la Bundesliga’, me soltó. Y mientras me lo decía, recuerdo que pensé: espero que no haya un micrófono de la Stasi cerca. Pues sí, lo había. Tuve que declarar ante la policía política y negar que quisiera salir
Desde la Alemania del Este se trataba de desdeñar todas las hazañas cosechadas por sus vecinos. Pero el éxito de los Beckenbauer, Muller, Rummenigge y cía ocupaba portadas y grandes espacios televisivos. Entre los suburbios, las óptimas condiciones sociales no parecían suficientes. El Magdeburgo fue el único club de la Alemania Oriental en ganar un título europeo, la Recopa de 1974. La selección nacional, más allá de su oro en los Juegos Olímpicos de Canadá 1976, se clasificó una sola vez al Campeonato del Mundo y nunca llegó a disputar una Eurocopa.
El fútbol era una vía para difundir el orgullo patriótico y poder mostrar a sus vecinos y al resto del mundo la superioridad del país. No lo estaban consiguiendo. Cuando la RDA venció a la RFA en el Mundial de 1974 (único duelo oficial en el que se enfrentaron) se desató la locura y Jürgen Sparwasser fue nombrado héroe nacional por su gol. Se llegó a comentar que el Partido Comunista le ofreció grandes bonos, un coche de lujo y otros privilegios. Hasta se rumoreó con una salida posterior por parte de la Selección a Reeperbahn, la calle de los prostíbulos de Hamburgo. Después de que Sparwasser se revelara ante sus superiores políticos, decidió huir de la RDA. Esto declaró en una entrevista a El País en 2006:
Nunca planeé hacerme entrenador cuando terminara mi carrera. Después de mi operación de cadera, tuve que abandonar el deporte profesional y pensaba dedicarme a la docencia en escuelas deportivas. En 1986 vino gente del Partido Comunista a decirme que debía hacerme entrenador del Magdeburgo. Lo rechacé en tres ocasiones. Les dije que no era lo que quería hacer. Mi meta era otra. Pero intentaron presionarme y evitaron que pudiera escribir mi tesis doctoral. Así que entonces destruyeron mi carrera profesional. Yo tenía 40 años y me quedaban 25 de trabajo para recibir la jubilación. Me quedé sin posibilidades de completar mis planes profesionales. Así que decidí irme a la RFA con mi mujer, que ya estaba al otro lado de la frontera
Un nuevo escenario
La reunificación de Alemania tras el Muro de Berlín significó dejar atrás casos de represión deportiva para fomentar la libre circulación de jugadores. Michael Ballack y Toni Kroos son futbolistas nacidos en la antigua RDA que pronto disfrutaron de libertades inconcebibles años atrás. Uno marchó a Inglaterra para triunfar con el Chelsea. El otro viajó hasta Madrid para lograr tres títulos de la UEFA Champions League.
El fútbol germano camina de la mano con el balompié occidental, pero siempre ha tratado de alejarse de la mercantilización de todo lo que le rodea. En las calles de Berlín, Düsseldorf o Frankfurt cuesta entender este juego como algo más allá de eso, un deporte. Los aficionados germanos suelen manifestar su animadversión ante las decisiones burguesas dirigidas a alimentar el «fútbol moderno». En esa línea, Christian Seifert —presidente de la Bundesliga— fundamentó su rechazo al proyecto de la Superliga europea por ser una iniciativa que “tendría consecuencias inaceptables para las ligas nacionales de Europa”.
Los aficionados del Dynamo Dresde —uno de los pocos clubes profesionales que pertenecía a la RDA y compite en la 2.Bundesliga— ya se han manifestado en un par de ocasiones para mostrar su rechazo contra la comercialización del fútbol. Lo han hecho en las calles, disfrazados con vestimenta militar y con banderas que rezaban “Guerra a la Federación Alemana de Fútbol”. Les solivianta la implantación del VAR, el fútbol los lunes por la noche o la irrupción del Leipzig gracias al capital de la empresa Red Bull.
30 años después de la caída del Muro de Berlín, otras barreras se levantan. Tiempos convulsos en los que la extrema derecha avanza y las clases sociales se alejan. Alemania vivió su particular guerra contra las libertades en una pequeña porción de tierra. Ahora, se revela ante la industria del fútbol.