Este artículo puede contener incorrecciones temporales ya que fue publicado en 2019
CARLOS RODRÍGUEZ
Decía Santiago, protagonista de El Viejo y el mar, que es mejor que la suerte te sorprenda cuando estás preparado. Afortunadamente, María Flores (Málaga, 1996) lo estuvo en todas las ocasiones en las que el siempre caprichoso fútbol le brindó una oportunidad. En su caso, igual que en el del personaje del maltrecho pescador ideado por Hemingway, el mar también estuvo por el medio. Para Santiago, trabajar en su barca daba sentido a su vida; para María, cruzar el charco supuso un gran cambio para la suya.
“Empecé jugando con los niños de mi pueblo. Con ellos estuve en alevín e infantil”, recuerda una María que, como la mayoría de las niñas futboleras de la España de principios de este siglo, pegó sus primeras patadas al esférico rodeada de chicos. Con 13 años, fue convocada por la selección de Málaga —ahora sí, un equipo íntegramente femenino— con la que se proclamaría campeona de Andalucía. La labor de aquella selección llevó al Málaga CF a fijarse en ellas para crear su propio equipo de fútbol femenino, en el que Flores permaneció cinco temporadas.
Durante ese lustro, María consiguió debutar con las categorías inferiores de la Selección Española gracias a su buen desempeño como central. Sin embargo, lo primero seguían siendo los estudios, el fútbol era más bien un hobby. Tenía que serlo, pues en España vivir del balón siendo mujer sonaba —todavía lo hace hoy muchos casos— a utopía. Con 17 años recibió una oferta aparentemente irresistible para irse a EEUU, aunque ella no lo vio del todo claro: “La verdad es que al principio dije que no me iba. Pero el entrenador me insistió, se puso un montón de veces en contacto conmigo, con mis padres… y como me ofrecían una beca completa pensé que no podía desaprovecharlo y al final decidí irme”.
Te tratan como una profesional desde que llegas. La universidad, el campo de fútbol y la residencia están conectados a cinco minutos. Las facilidades que te dan son increíbles
María, que hasta entonces nunca se había planteado marcharse al extranjero, tendría que permanecer otra temporada en Málaga por problemas burocráticos. Finalmente, con 18 años, y tras aprobar las pruebas de nivel de inglés exigidas y arreglar el “montón de papeles” pertinente, cruzó el charco con destino Rochester, Nueva York.
La oportunidad
“La beca, una vez que la firmas, normalmente es para hacer la carrera completa, a menos que exista un problema de comportamiento o de estudios. Cuando me fui, yo dije que me iba un año para probar la experiencia, pero no…[risas]” reconoce Flores.
Tras un primer año en Rochester, compaginando los estudios con jugar en el Monroe Community College, una oferta de un club universitario de Kansas le hizo cambiar de aires. Allí, en la Baker University, permaneció dos temporadas antes de fichar por la Bellevue de Nebraska con la que disputó su última campaña.
Finalmente, en diciembre de 2018, decidió volver a España, después de conocer un fútbol muy diferente y con una carrera y un máster debajo del brazo: “Allí te tratan como una profesional desde el momento en que llegas, juegues en donde juegues. Entrenas, vives y estudias en el mismo sitio; y la universidad, el campo de fútbol y la residencia están conectados a cinco minutos andando. Las facilidades que te dan son increíbles. La verdad es que es una pasada”
Además de las sobresalientes condiciones con las que se encontró en el país norteamericano, María destaca otras diferencias con respecto al fútbol europeo más vinculadas al juego. En primer lugar, la obsesión con la preparación física durante los entrenamientos, con muchos menos ejercicios de balón de los habituales aquí. El sistema de puntuación tiene mucho que ver con el baloncesto. En vez de por el total de puntos acumulados, la clasificación se rige por el número de victorias, teniendo mayor importancia las conseguidas en el tiempo reglamentario.
Respecto al desarrollo de los partidos, escuchar el himno antes del comienzo es una de las cosas que más le llamaron la atención, aunque no la única: “Se juega a tiempo parado, igual que en el baloncesto. De hecho, no pitaba el árbitro, pitaba el marcador, igual que en el baloncesto; y tampoco existen los tiempos de descuento. Lo que también me llamaba mucho la atención es que, en los partidos de liga, si empatas hay prórroga. Son dos prórrogas de 10 minutos para intentar que alguno de los equipos gane, y si al final de la segunda no hay ganador, se acaba el partido. No hay penaltis ni nada. A mí me llamaba mucho la atención, porqué pensaba ‘¿Para qué se juega la prórroga si después se acepta el empate?’ Pero es que eso también contaba, porque no es lo mismo ganar un partido en la prórroga que en los 90 minutos”.
Meses antes de terminar la beca, el pasado diciembre, decidió volver a España y terminar su máster a distancia. Las posibilidades de permanecer allí pasaban por ser escogida en una especie de Draft que se celebra en verano, pero Flores declinó la opción: “No me planteé quedarme allí, porque para hacerlo tendría que quedarme allí en la liga de verano, que es semiprofesional, para poder ganarme un puesto en otro club no universitario. Juegas la liga de verano y después tienes que esperar al sorteo a ver si te han cogido. Ningún verano me había quedado porque yo lo que quería hacer en ese tiempo era desconectar y ver a la familia, y además solía trabajar, entonces era complicado”
Vuelta a España
Desde diciembre del curso pasado, María estuvo jugando en un club provincial de Málaga. En verano fichó por el PM Friol, club de Primera B, la recién creada segunda categoría del fútbol femenino en España. Pese a tener ofertas de otros países, el crecimiento que está viviendo el fútbol femenino en todos los aspectos le hizo decantarse por la opción lucense.
Con el “partido a partido” como filosofía, para el fútbol y para la vida, ve casi utópico poder vivir únicamente de su pasión: “Me encantaría poder vivir del fútbol, pero no es algo que tenga como objetivo y que diga “juego para ello”. Yo tengo mi trabajo y el fútbol siempre lo he practicado porque me gusta, no por otra cosa”
Quién sabe, quizá dentro de un tiempo, tenga la opción de vivir del fútbol. Resulta imposible saber si sucederá o no, lo único claro es que, si la suerte le sorprende, estará preparada.