
DAVID FERREIRO PÉREZ
Si existe una figura característica en el fútbol inglés es la del ‘bad boy’, el chico malo que va a contracorriente, políticamente incorrecto y que no le teme a nada. Marrullero, intenso y con un carisma especial, este tipo de jugador levanta tantas pasiones entre sus aficionados como odio en sus detractores. Hoy hablaremos del último representante de esta escuela, Joey Barton, un clásico bad boy de la última década en la Premier League.
La historia del fútbol inglés está llena de anti héroes, jugadores guarros, rompedores de tibias, con la mano más bien tirando a suelta, cracks con el ego alto o con vidas poco sanas si hablamos de deportistas. Una suerte de jugador punk, aquellos que, de una manera cuasi perfecta, representan el hooliganismo desde el verde. Están lejos de ser un ejemplo para los jóvenes y suelen ser repudiados en cada partido que juegan fuera de casa, pero su figura está llena de misticismo y despierta la curiosidad de propios y extraños. George Best, Paul Gascoigne o Éric Cantona son algunos de los bad boys más conocidos. Joey Barton, su último soldado.
Sin pelos en la lengua
La historia de Barton promete desde sus inicios. Nacido en un lugar tan emblemático como Merseyside, el mediocentro inglés siempre se ha caracterizado por su fuerte carácter. Incluso ahora, retirado desde 2017, lo demuestra en los banquillos del Fleetwood Town, en los que se sienta desde junio de 2018. Centrocampista defensivo inglés de la vieja escuela -con todo lo que suele conllevar ello-, al bueno de Joey se le notaba que en su juventud había practicado el rugby. Que se lo digan a las tibias de sus rivales, que aún tiemblan al pensar en su nombre.
Una única vez internacional con Inglaterra, Joey Barton desarrolló la mayor parte de su carrera en la Premier League, en la que debutó con la camiseta del Manchester City, con la que ya comenzó a mostrar su fuerte temperamento, todo a pesar de su corta edad. Las tanganas con Barton en el verde eran una constante, pero también fuera de él. En 2005 le rompió la pierna a un peatón al arrollarlo con su vehículo y unos meses más tarde agredió a un seguidor menor de edad del Everton, lo que llevó al club a multarle y obligarle a asistir a terapia. No quedaría ahí.
En los siguientes meses Barton siguió metiéndose en líos; peleas con compañeros de equipo, desajustes con su técnico, problemas extradeportivos y un excesivo gusto por el alcohol confesado por él mismo, acabaron con su carrera en Manchester, no sin antes cumplir condenas, pagar multas y sufrir sanciones deportivas.
Sweet and tender hooligan
Su llegada en 2007 al Newcastle no fue mucho mejor. Las agresiones a jugadores fueron una constante, al igual que su juego al límite del reglamento. Lejos de estar calmado, Barton estaba desatado. De hecho, el mediocentro estuvo más de 70 días en prisión (de una condena de seis meses) por una agresión y una reyerta fuera de los terrenos de juego. Aunque tras esto no se calmó, llegando a criticar a su propio club y a sus compañeros públicamente en multitud de ocasiones. No se relajó ni en Newcastle, ni posteriormente en el Rangers, Burnley o en el QPR, donde protagonizó otra recordada tangana contra medio equipo del Manchester City. Sin pelos en la lengua, ni ganas de hacer amigos.
Por otro lado, su breve paso por Francia tampoco dejó indiferente a nadie. Su año de “Erasmus” en el Olympique de Marsella le sirvió para quedarse a gusto y volver más relajado, por decirlo de alguna manera, a Inglaterra. Barton le dedicó palabras de “amor” a Neymar, al que lo comparó con Justin Bieber y lo tildó de jugador de Youtube o a Thiago Silva, al que llamó “transexual con sobrepeso”. Incluso con Zlatan Ibrahimovic, con el que estuvo a punto de llegar a las manos, se atrevió el bueno de Joey. Él solo es un dulce y tierno ‘hooligan‘, como bien nombró a su autobiografía. Con todo lo que esto conlleva.