CARLOS RODRÍGUEZ LÓPEZ
Imagina abandonar la oficina a la mitad de la jornada porque quieres ir a un concierto. Ahora imagina que tu oficina es un campo de fútbol, y que te marchas. No hace falta seguir imaginando, Pat Nevin ya lo ha hecho.
Para Nick Hornby, Pat Nevin (Glasgow, 1963) “acabó siendo un jugador mucho mejor cuando se dio a conocer que sabía bastante de arte, de libros y de política”. Y es que el fútbol de los 80 todavía destilaba cierto aroma a los ‘machos de manual’ de la época.
Nevin, uno de los primeros en no esconder sus gustos extradeportivos, amaba la música por encima de todas las cosas. Durante su etapa como jugador del Chelsea, protagonizó un episodio que todavía se recuerda en Stamford Bridge. Antes de un partido, Nevin pactó con el club abandonar el estadio al término del primer tiempo para poder acudir a un concierto de New Order. Si el club no le daba permiso, el extremo escocés se negaría a renovar su contrato.
La afición de Nevin por la música venía de lejos. De niño comenzó a coleccionar vinilos y ni siquiera el fútbol de élite (durante una década defendió las camisetas de Chelsea y Everton, además de la de la selección escocesa) le hizo desviarse lo más mínimo de sus verdaderas pasiones.
Cuando jugaba en el equipo blue —con el que llegó a disputar 200 partidos—, comenzó a escribir columnas musicales en el periódico del club. Gracias a esa aventura con la máquina de escribir pudo cumplir uno de sus sueños, conocer a John Peel, con el que contactó para proponerle una entrevista.
El fútbol le había permitido conocer a su ídolo musical, con el que entablaría una relación de amistad que se prolongó hasta el fallecimiento del compositor.
Cuando todavía era jugador del Chelsea, Pat comenzó su carrera como Dj. En la actualidad, compagina sus sesiones en clubs británicos con la labor de comentarista deportivo. «Ahora me preguntan mucho y solo puedo aceptar alrededor de una de cada cinco de las ofertas que recibo», reconocía orgulloso en una reciente entrevista.
Un mal día lo tiene cualquiera
Dicen los que vieron jugar a Nevin que era un extremo muy habilidoso que no rehusaba defender cuando el equipo lo requería. Sin embargo, su personalidad ha desplazado a un segundo plano sus aptitudes sobre el verde. Pese a todo, la naturaleza desagradecida de este deporte ha hecho de un fallo uno de los momentos destacados en su hoja de servicio. Suyo es el ‘honor’ de haber ejecutado uno de los peores penalties de la historia del fútbol, el sexto más malo si atendemos al ranking del tabloide británico The Guardian.
Ya retirado, sin oposición para acudir al concierto que quiera ni opción de hacer el ridículo lanzando algún penalti, Nevin sigue dando la nota. Con lo tranquilo que podía estar observando su colección de vinilos, en 2017 casi mata a un ciclista.
“Estaba en Arran, de vacaciones, e iba conduciendo hacia el norte. Cuando estaba llegando a Lachranza, casi atropello a un hombre que iba en bicicleta. Lo esquivé en el último momento, pero podría haberlo matado. Era Roman Abrahamovic, pero el no sabía hasta ahora que había sido yo”, reconoció a SportBible.
Cargarse al propietario del Chelsea, eso si que habría sido rock and roll.