
DIEGO TOMÉ CAMOIRA
Los años 80 del pasado siglo cambiarían para siempre la realidad geopolítica de Oriente Medio hasta la actualidad. En apenas una década, la estabilidad y el consenso que se había logrado alcanzar entre las diferentes repúblicas y gobiernos del Golfo Pérsico tras la Segunda Guerra Mundial se vendría abajo definitivamente.
El derrocamiento del Sah Mohammad Reza Pahlavi, y el consiguiente triunfo de la Revolución Iraní comandada por el Ayatolá Jomeini, unido a la llegada a la presidencia de Irak de Saddam Hussein en el año 1979, provocó la invasión iraquí de la provincia de Juzestán, perteneciente a territorio iraní.
Esta acción militar por parte del gobierno iraquí dio lugar a un conflicto bélico entre ambas potencias que se alargaría durante casi una década, y en el cual el fútbol también jugó su papel a través de Uday Hussein —primogénito de Saddam— y su club, el Al Rasheed SC.
Al Rasheed: Órgano de propaganda
En el año 1983, y con la guerra Irak-Irán en pleno apogeo, un joven Uday Hussein de apenas 19 años vio en el deporte, y especialmente en el esférico, una herramienta a través de la cual atraer a unas masas profundamente desmoralizadas a causa del conflicto bélico. Fue así como se fundó en la localidad de Karkh, perteneciente al área metropolitana de Bagdad, el Al Rasheed SC, un club propiedad del propio Uday Hussein y al cual pretendía no sólo convertir en campeón en unos pocos años, sino conseguir que se estableciese como el conjunto más representativo de Irak.
Comenzando a competir en la segunda división del balompié iraquí, Uday consiguió que en tan sólo una campaña, el Al Rasheed lograse el ascenso a la máxima categoría. A base de talonario, el hijo del mandatario había logrado que su club se estableciese entre la élite del país. En cierta medida, esto era más fácil de lograr desde los despachos del Comité Olímpico Iraquí y la Federación de Fútbol de Irak, instituciones que desde el año 1984 Uday Hussein dirigía con mano de hierro.
“Uday cree que la agresividad lleva a los deportistas a esforzarse más. No intentaba matarlos, pero pensaba que los castigos les asustarían tanto que les animaría a jugar mejor”, mencionaba al respecto Abbas Janabi en el año 1999, en una entrevista con The Sunday Times. El exsecretario personal de Uday hacía alusión así a las torturas que, según el testimonio del propio Janabi y de varios jugadores de la selección iraquí de la época, resultaban habituales como respuesta a las derrotas del Al Rasheed y el combinado nacional.
Lograr que la selección de Irak acudiese a la cita mundialista en el año 1986 se había convertido en una de las obsesiones de Uday, y para lograr su fin no había nada mejor que hacer del Al Rasheed una especie de combinado a pequeña escala que, cada fin de semana, saltase sobre los diferentes terrenos de juego del país asiático. Tras derrotar a Siria en la eliminatoria que daba acceso al Mundial de México ’86, Irak —y sobre todo Uday— vería su sueño cumplido, al tiempo que la población civil continuaba sufriendo el conflicto diario con sus vecinos iraníes.

La importancia del simbolismo
En el año 1985, coincidiendo con la reanudación de la Liga Premier de Irak, y en plena fase de clasificación para México, Uday fichó a algunos de los mejores futbolistas del país en el momento para su club. Si bien durante aquella campaña no alcanzaría el éxito a nivel nacional, los fichajes de Ahmed Radhi —considerado uno de los mejores futbolistas de la historia de Irak—, Ahmad Jassim o Khalil Allawi entre otros, supusieron un salto de calidad que marcarían la hegemonía en el fútbol árabe durante los siguientes años.
Durante la segunda mitad de la década de los 80, el amarillo del Al Rasheed marcaría la pauta en el mundo árabe, logrando tres títulos ligueros, dos copas de Irak además de la Saddam International Cup en el año 1986 y tres Ligas de Campeones Árabes de forma consecutiva entre 1986 y 1988, siendo, en el momento actual, el equipo que más veces ha conseguido proclamarse campeón en la historia de dicha competición.
Aquel amarillo impregnaba todo el deporte iraquí en su momento. El éxito de Al Rasheed era el éxito de Uday y, en consecuencia, el triunfo del régimen de los Hussein en el momento en el que la guerra contra Irán más difícil se les ponía.
La fuerza del Al Rasheed, que en apenas tres años había pasado de la inexistencia a formar parte de la élite absoluta, entroncaba con la participación de la selección iraquí de fútbol en el único mundial que ha disputado el combinado asiático hasta la fecha, más de 30 años después de aquel éxito sin precedentes.
El simbolismo de la victoria o la derrota en Irak iba mucho más allá del rectángulo de juego y, como era presumible, la primera aparición del conjunto dirigido por Evaristo Macedo en una Copa del Mundo no podía hacerse con otro color que no fuese el amarillo del Al Rasheed. Porque con Uday al mando, Al Rasheed era Irak e Irak era Al Rasheed; o al menos eso era lo que el mayor de los hijos de la saga Hussein pensaba.
Vencer, pero no convencer
Un club, un estadio propio, los mejores jugadores del país y el triunfo del régimen iraquí representado a través del balón incluso en los momentos más crudos del conflicto persa-iraquí. Uday Hussein había logrado todo lo que se había propuesto a su llegada al Al Rasheed, con la salvedad de que aquel conjunto apenas tenía apoyo entre la población de Bagdad.
Tal y como se relata en esta pieza de From Boothferry To Germany, el Al Rasheed se convirtió en el club más odiado de todo Irak. Sus futbolistas eran interpelados por aficionados de otras escuadras por las calles, y los simpatizantes de conjuntos de gran tradición en el país como el Al-Zawraa, Al-Shurta o el Al-Talaba llamaban cobardes a aquellos futbolistas que habían decidido partir desde sus clubes en dirección a Karkh.
A estas voces discordantes con Uday Hussein y su política al mando del deporte iraquí se sumaría Ammo Baba, la primera estrella del fútbol iraquí durante los años 50. Tras dirigir al Al Rasheed en el año 1986 y a la selección nacional entre los años 1987 y 1989, sus discrepancias con el propio Uday fueron creciendo progresivamente, hasta el punto de que el propio Ammo Baba llegó a ser encarcelado por el gobierno iraquí en varias ocasiones.
Sin embargo, la leyenda de Baba era tan grande en el país, que la presión popular ejercida sobre Uday acabó, de manera definitiva, con los pocos apoyos que Al Rasheed pudiera tener —también a nivel institucional—.
“Baba was one of the few people in all of Iraq who could openly confront Uday. When Baba refused to watch football and discuss strategy with Uday, the latter exploded and threatened to hang the manager and cut out his tongue. Baba spoke out against Uday repeatedly, yet somehow managed to survive. For many, there is hardly any doubt that, if Baba didn’t have Saddam’s backing, Uday would have killed him. The Iraqi people greatly respected Baba’s resolve, and even Saddam respected his honesty, calling him “the most honest man in the country”, se relata en este reportaje de Goalden Times a través del cual se analiza la figura de Uday Hussein en su etapa al frente de la federación de fútbol iraquí y del Al Rasheed.
El plante de Ammo Baba, sumado al hastío de los aficionados al resto de clubes hizo que el Al Rasheed dijese su adiós definitivo el 18 de agosto de 1990 por orden de Sadam Hussein. Siete años después de su fundación y unos cuantos títulos después, el Al Rasheed se despedía siendo el equipo de Irak, pero no de los iraquíes.
