CARLOS RODÍGUEZ LÓPEZ
Piensa en fútbol. Deja a un lado recuerdos y sentimientos para centrarte en los pioneros. Clubes, futbolistas o profesionales del arbitraje. Seguramente no hayas pensado en ninguna mujer. Pues ahí va una, Léa Campos, la primera mujer en arbitrar un partido de fútbol.
Léa Campos nació en Belo Horizonte (Brasil) en 1945. De adolescente comenzó a jugar al fútbol de forma clandestina. El Decreto Ley 3199 del 14 de abril de 1941, impulsado por el expresidente Getúlio Vargas, prohibía a las mujeres participar en una lista de deportes en la que se encontraba el fútbol.
Ese amor prohibido por la pelota la llevó a estudiar Educación Física en la Universidad de Brasilia. El paso de los años no había supuesto un avance en los derechos de las mujeres, al contrario. En 1965, se unió al Decreto Ley 3199 la Deliberación Número 7, que insistía en especificar la prohibición de determinados deportes para las mujeres, por ser ‘incompatibles con la naturaleza femenina’. Y ahí volvía a aparecer el fútbol.
La lucha de Léa para poder pitar
Pese al empeño en discriminar a las mujeres en la práctica deportiva, tras las leyes anteriormente citadas existía un vacío legal. Ni el Decreto ni la posterior Deliberación mencionaban el arbitraje. Léa se percató y, decidida, emprendió el único camino que le permitiría estar cerca del balón.
En 1965 se inscribió en el curso de arbitraje de la Federación Mineira de Futebol. Se preparó a conciencia durante ocho meses en los que pasó todas las pruebas, tanto físicas como teóricas. La víspera de recibir el diploma que la acreditaría para arbitrar, recibió una ingrata noticia: la Confederación Brasileña de Deportes la había vetado.
Léa inició entonces una batalla contra un enemigo demasiado poderoso, Joao Havelange. En una entrevista concedida a UOL en 2019, Campos manifestó la reacción del por entonces máximo responsable del fútbol brasileño a sus reclamas: “Mientras yo sea presidente de la CBF ninguna mujer juega, arbitra, dirige, no hace nada en el fútbol. Porque yo no quiero”.
La contundencia de Havelange topó con la perseverancia de Campos, que encontró un insospechado aliado en el dictador Emilio Garrastazu Médici. Tras atenderla personalmente, el mandatario le hizo entrega de un escrito en el que exigía la entrega inmediata a Léa de su diploma.
Ahora solo hacía falta conseguir de nuevo la atención de Havelange, algo nada fácil teniendo en cuenta los antecedentes. En 1971, la selección brasileña organizó un partido homenaje a Pelé al que, como no, acudiría Havelange. Campos lo vio como la oportunidad perfecta. Y así fue. Entregó personalmente el escrito a Havelange, que tuvo que aceptar la orden de Médici. Los cuatro años de batalla habían valido la pena.
Havelange, de enemigo a interesado
Joao Havelange ofreció una rueda de prensa para anunciar el reconocimiento de Léa como primera mujer con derecho a arbitrar. Hasta ahí, todo bien. El problema fue el motivo aludido por Havelange: su buena gestión como presidente.
Tal y como reconoció para UOL, aquellas palabras irritaron a Campos, aunque no ensombrecieron su victoria: “[Havelange] Me hizo daño durante cuatro años y terminó poniéndome en bandeja para el mundo deportivo. A partir de ese momento comencé a compartir los titulares de los periódicos con Pelé”.
No fue fácil. Hubo incluso dirigentes que, después de conocer que una mujer podría arbitrar amenazaron con su dimisión. Otros llegaron incluso a declarar que la estructura ósea femenina imposibilitaba el arbitraje. Pero nada pudo con Léa Campos, que arbitró varios partidos en Sudamérica y Europa, para convertirse en estrella y pionera.