Los aficionados del Livorno se han unido para salvar al club toscano: en marcha la vía del accionariado popular, una fórmula que nunca se había usado en Italia | Fuente: The Gentleman Ultra
Los aficionados del Livorno se han unido para salvar al club toscano: en marcha la vía del accionariado popular, una fórmula que nunca se había usado en Italia | Fuente: The Gentleman Ultra
LUCAS MÉNDEZ VEIGA

@LMendez8

Livorno, en la costa noroeste italiana, no es una ciudad como cualquier otra. Las aguas del Mediterráneo toscano bañan las dársenas de un puerto que sigue moviendo importantes cantidades de mercancía, pero donde la crisis ha hecho mella. Ya no llegan tantos cruceros. Ya no hay tantos turistas. Las infraestructuras se oxidan, el dinero deja de entrar en la ciudad.

Algo así ha pasado también con su equipo de fútbol. La Associazione Sportiva Livorno fue histórico, un club respetado, un asiduo entre el primer y el segundo escalón de ligas italianas. Pero ya no. A la vez que la ciudad se marchitaba, el club ‘amaranto’ dejó de interesar. Y las deudas ahogaron a la camiseta que vistieron, entre otros, el campeón del mundo Marco Amelia, Diamanti, Candreva, Igor Protti, ‘Ciccio’ Tavano o el ídolo de la curva, Cristiano Lucarelli.

Ahora, en la tercera división transalpina y a punto de la desaparición, han sido sus aficionados los que han tomado el mando de la nave. El accionariado popular, el fútbol manejado por sus aficionados, será quien salve al Livorno.

‘Solo el pueblo salvará al pueblo’

Para nosotros el fútbol y el equipo de nuestra ciudad van más allá. Son orgullo compartido, felicidad, amistad, dignidad, historia, sufrimiento y pasión. Son el gol de Grauso de volea, el de Amelia en Belgrado, el de Lucarelli en Piacenza y San Siro o el de Protti en Treviso. Son campos de hierba en las grandes ciudades y campos de fango de provincia – Manifiesto de Livorno Popolare

Hace tiempo que no se habla de esos goles importantes. Hace tiempo que ese fango cubre la camiseta del Livorno. Los años de oro, como en tantísimos casos y más hablando de fútbol italiano vetusto, pasaron factura. En 2007 la camiseta color amaranto se paseaba por Europa. Sería aquel Espanyol de Valverde que llegaría a la final quien apease al club toscano de Lucarelli y Marco Amelia de continuar con el sueño continental de la UEFA 2006-2007.

Tras aquel año de rozar la gloria, la historia que se repite y ya conocen: el Livorno dio con sus huesos en la Serie B. Solo sería un año de infausto recuerdo porque, por entonces, el músculo económico era importante. La familia Spinelli, con el empresario de los transportes portuarios Aldo Spinelli a la cabeza, inyectaría ilusión y varios ceros en un momento en el que las cosas por la costa toscana iban bien.

El icónico presidente de las últimas dos décadas en el club llegó para hacerlos grandes. Eso que se suele decir. A costa de llegar a Europa el club languidecería hasta nuestros días sin esperanza ni futuro. Un reflejo de lo que ocurre en una ciudad que llevaba siendo importante desde la época de esplendor con la familia Médici. Cómo la situación socio-económica de una ciudad puede llegar a afectar a lo que pase en los campos de fútbol lo supieron bien en Livorno.

La ciudad se había desarrollado enormemente y sin cesar desde el siglo XVI. La multiculturalidad, la presencia de grandes mercantes y empresas extranjeras para hacer negocios, la ubicación privilegiada como balcón al Mediterráneo y la calidad de sus aguas termales convirtieron a Livorno en una zona de gran auge turístico. Con todo ello llegó el boom del ladrillo, la especulación y la industrialización. Entre 2012 y 2015, todo quebró. El área livornese fue declarada ‘Área de compleja crisis industrial’. De pronto ya no había futuro en una zona de bonanza.

 

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Lo mismo pasó con su fútbol. La pelotita no entraba, las categorías se descendían y pesaban en las piernas y el presidente dejó, al instante, de querer al club que tanto había loado. De ahí a ser el juguete particular de Aldo Spinelli se tardó poco. En 2014, cuando la crisis azotaba con fuerza, ya intentó vender el Livorno a Stefano Bandecchi, propietario de una universidad privada en Roma al que poco importaba el fútbol de la ciudad toscana. Como no fue bien, dejó de insuflar dinero.

En noviembre de 2018 anunciaba que dejaría morir al Livorno, que dimitía junto a su hijo —administrador delegado— porque ya no había amor dinero y que se buscasen propietario. No lo consiguió hasta septiembre del pasado 2020. Por si acaso, decidió guardarse un 10% del club. Por aquello de si la cosa pudiese mejorar de nuevo.

Livorno: nuestra ciudad, nuestro equipo

En las horas más bajas de su historia, el club costero cumplía 106 años. Fue el 15 de febrero de 2021 y por las redes sociales no circulaba nostalgia en torno a la camiseta del Livorno, en torno a las celebraciones puño en alto de Lucarelli, en torno a los tifos con banderas comunistas y el Che Guevara en la Curva Nord del estadio Armando Picchi. Acababa de nacer Livorno_popolare.

Silvio Berlusconi, Urbano Cairo, la familia Agnelli, los Morati, la familia Sensi, Aurelio Di Laurentiis o Enrico Preziosi (sí, el de Giochi Preziosi). Hasta el día de hoy, el panorama del calcio italiano está plagado de empresarios como Aldo Spinelli. Gente de sectores empresariales boyantes que buscan agrandar sus influencias a costa de juntarse con muchos otros empresarios en las gradas de los estadios, esos lugares donde —probablemente— muchos negocios importantes se habrán cerrado.

En Livorno la solución pasaba por sus aficionados. Esos que siempre habían llenado la grada norte con su colorido particular. Esos que seguían en Serie C viendo como su club muere y se mercadea con su historia y su escudo. El pasado 15 de febrero Livorno, la ciudad donde nació el Partido Comunista italiano, una ciudad masacrada en la II Guerra Mundial y devastada por la crisis económica desde la pasada década, presentaba el primer proyecto de fútbol y accionariado popular del país transalpino.

«Somos personas, aficionados y aficionadas, ciudadanos y ciudadanas que, cansados de lamentarse, han decidido remangarse para estudiar y llevar a cabo un modelo de gestión deportiva para la AS Livorno Calcio que rompa completamente con el pasado —reza el manifiesto en la web www.livornopopolare.com—. El accionariado popular es un tema que ronda las cabezas de todos los que, en Livorno y en otros lugares, se preguntan si una sociedad de fútbol puede (nosotros decimos también ‘debe’) ser percibida como un bien común y ser administrada para convertirse en un valor propio y auténtico arraigado al territorio al que pertenece».

Fútbol democrático, participativo, con valor social, inclusivo y sostenible. Así nació la iniciativa de accionariado popular del Livorno, pionera en Italia | Fuente: Livorno Popolare
Fútbol democrático, participativo, con valor social, inclusivo y sostenible. Así nació la iniciativa de accionariado popular del Livorno, pionera en Italia | Fuente: Livorno Popolare

Desde su lanzamiento han conseguido cerca de 3.000 firmantes, personas que querrán entrar a formar parte de la entidad cuando se adquiera el capital y se cambie el órgano de gestión de la sociedad granate. Cada una de las personas que pasen a gestionar la nueva realidad del club lo harán en igualdad de condiciones. Una persona, un voto. Mismo poder de decisión.

En España es un modelo de gestión que tiene al Unionistas peleando por llegar a la Segunda División, desde abajo de todo, creciendo desde las desangeladas pistas de atletismo de El Helmántico de Salamanca viendo como otro club se apoderaba del dinero, la atención mediática y los símbolos de la extinta UD Salamanca. También es una realidad en Ourense con la Unión Deportiva Ourense tras la desaparición del CD Ourense, o en Madrid con el Independiente de Vallecas. Y en el primer nivel europeo, clubes como el Union Berlin demuestran que es posible.

En Livorno quieren anticiparse a su caída, a la desaparición absoluta. Para ello siguen buscando apoyo y difusión para que Italia se abra a un modelo que cada vez cobra más fuerza. Ese en el que el aficionado, el mayor interesado en el bien de su club, es dueño del mismo en igualdad de condiciones respecto a su infatigable compañero de grada.

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