LUCAS MÉNDEZ VEIGA
La figura de Ezio Vendrame trasciente más allá del fútbol. Mucha gente decidió apodarlo el «Best italiano», pero nada más lejos de la realidad. Vendrame es único, un mito del calcio como no ha habido otro.
Un jugador rebelde, inconformista, sin una gran carrera si por méritos deportivos nos regimos. Pero hablamos de algo muy diferente.
La mayoría de las aventuras de este jugador han alcanzado el nivel de fábula, como esos cuentos de tradición oral que se transmiten de generación en generación. En Italia, muchos abuelos futboleros habrán contando a sus nietos las hazañas de un jugador que nunca destacó por estar en grandes equipos o brillar en la élite de la Serie A.
Al contrario, Ezio fue un futbolista atípico que hizo carrera en el Padova o en el Vicenza, entre muchos otros. Y quizá el protagonista que hoy centra esta historia sea el que menos se ha interesado por el propio juego. El fútbol, como cualquier juego, tiene sus reglas. Salvo para Vendrame, que tenía las suyas propias. Solo así se explican la gran cantidad de anécdotas que se relatan de su paso por los campos de toda Italia.
De origen pobre, la familia de Ezio Vendrame tuvo que recurrir al Estado para la educación de su hijo, que con solo seis años entró en un orfanato. Sin ser huérfano. En ese clima de extrema pobreza, fue forjando un carácter fuerte que le marcaría de por vida.
Ya entrada la adolescencia, fue descubierto por ojeadores del Udinese por casualidad. Allí siguió madurando y fue uno de los clubes en los que más asentado estuvo, después de la retahíla de clubes a los que pertenecería más tarde. SPAL, Torres, Siena, Rovereto —todos a club por año— Vicenza, Napoli, Padova, Audace, Pordenone y Juniors Casarsa.
El inconformista jugador pasaba sin pena ni gloria por clubes de toda Italia. Como dijimos con anterioridad, solo en Vicenza y en Padova consiguió asentar su carácter y centrarse para desplegar su fútbol. Se cuenta que en realidad Vendrame poseía un buen toque de balón pero, no exento de calidad, decidió ser recordado por poseer otra visión del deporte.
Las anécdotas, legado de Ezio Vendrame
Sin duda, las leyendas que se han contado sobre el futbolista de Casarsa della Delizia han marcado su legado futbolístico. Todas esas historias de diversa índole hablan de un carácter indomable, revolucionario y que no combinaba nada bien con los entrenadores que tuvo.
Una de las historias que se cuentan habla bien de este genio. Ocurrió en 1975. Jugaba para el Padova en Serie C un partido ante el Cremonese, líder de la liga. El partido marchaba a ceros en un auténtico pacto de no agresión entre conjuntos. Sin embargo, no contento con ello, Ezio decidió cambiar el signo del encuentro y mostrar su disconformidad.
Agarró el balón y comenzó a regatear, en campo propio, a todos y cada uno de sus compañeros incluído el portero, hasta quedarse parado, solo, en la línea de gol de su propia portería. Nadie creía lo que estaba ocurriendo. En ese momento, se quedó inmóvil y retrocedió sobre sus pasos; ya había dejado su mensaje.
«En un partido así, con ese gesto, la emoción ya estaba a salvo» diría el propio jugador años después en su propia autobiografía titulada «Se mi lasci in tribuna, godo!» [Si me dejas en la tribuna, disfruto]. Con lo que nadie contaba era que esa emoción y esa jugada loca causó la muerte de un tifoso en las gradas del estadio. Preguntado más tarde por dicha muerte, Vendrame alegó que no era su culpa. «No debes venir a verme si estás débil del corazón», apostiyó.
Otra de las grandes anécdotas que rodean la figura rebelde de Ezio Vendrame habla de sobornos. Cuando jugaba en Padova se tuvo que enfrentar a su antiguo equipo, Udinese. Aquel año, el equipo padovés pagaba una cantidad ridícula, por partido y resultado y Ezio cobraba solamente 44.000 liras.
Ante eso, se dice que un emisario del equipo friuliano se presentó ante Ezio para prometerle siete millones si «jugaba mal» a propósito ante sus ex compañeros. «Había jugado mal muchas otras veces… y gratis», confesó el jugador. Hasta que llegó el día del partido. La afición rival la tomó con él y comenzó a pitarle cada vez que tocaba el balón y eso para Vendrame era lo peor. Decidió que no aceptaría el soborno y marcó dos goles que permitieron al Padova ganar su encuentro 3 a 2.
Especialmente sonado fue el segundo tanto. Fue un gol olímpico, un golazo al que le precedió un gesto sonándose la nariz con el banderín de córner. «Quise castigar a aquel público ingrato…a la mierda los siete millones. ¡Vivan las 44.000 liras!». Siempre protagonista.
Calcio e fantasia
Desde muy pequeño admitió absoluta devoción por Gianni Rivera, considerado junto a Baggio y Meazza, uno de los mejores jugadores italianos de todos los tiempos. Hasta que tuvo la ocasión de enfrentarse a él. Ahí no tuvo piedad… hasta que se dio cuenta de su acción. En un enfrentamiento ante el Milan de Rivera, el díscolo jugador le tiró un caño a su ídolo y se giró de inmediato para pedirle perdón. Era su muestra de respecto al gran trequartista italiano.
También sonada fue su amistad con Piero Ciampi, un cantautor. La historia cuenta que el artista acudió a verlo a un encuentro al Estadio Appiani con la camiseta del Padova y Ezio se dio cuenta en pleno partido. ¿Su reacción? Pararse con el balón en medio del encuentro y saludar al graderío en el que se encontraba su amigo.
Hay quien dice que con otra mentalidad, si hubiese «tenido cabeza», habría llegado a la Nazionale italiana. A su modo de ver, él siempre jugaba con el combinado nacional ya que «jugaba sin depender de nadie».
No son los del domingo, sino los del resto de días los que han disfrutado de mi talento. Para los del domingo, las migajas
El juego es la pasión menos teatral porque funciona con reglas. Ezio era un espectáculo, no un juego. Y el espectáculo atrae la mirada, seduce, no es el orden, es placer. Por todo esto, no busquéis a Ezio Vendrame en el campo: «vedete in tribuna«.