Este artículo puede contener alguna incorrección temporal ya que fue publicado en 2019
LUCAS MÉNDEZ VEIGA
Cuando se suba este artículo a nuestra web, la Juventus de Turín y el AC Milan ya habrán disputado en el King Abdullah Stadium en Jeddah, Arabia Saudí, la Supercoppa. Poco importará el resultado. El partido se ha convertido en una crisis diplomática en varios actos y con un puñado de actores en juego, todos ellos muy poderosos. El despropósito de llevarse una competición histórica fuera de las propias fronteras —ya se han disputado varias ediciones fuera del país de la bota— solo se agrava con varias situaciones interesadas y denigrantes que permiten creer que el fútbol y el aficionado es el mayor elemento de decoración.
Un encuentro político
E intereses económicos. Solo así se explica una decisión que tampoco ha inquietado demasiado a los clubes encargados de participar en esta edición. La explicación puede tenerla los 21 millones de euros que el régimen saudí entregó en bandeja de plata a la Lega Serie A. Los clubes, dos de los más seguidos del mundo como la Juve y el Milan, habrían aceptado en una decisión tomada con no mucho mimo hacia sus aficionados. Aunque, a estas alturas, ¿a quiénes les importan?
Esta final se juega solo unos meses después de que saltase por los aires el caso del asesinato del periodista Yamal Jashogyi. El redactor del Washington Post fue asesinado por enviados saudíes en el consulado en Estambul el pasado 2 de octubre después de haber huído del yugo del régimen y escribir todas las atrocidades cometidas por el país bajo el mandato del príncipe heredero —ya mandamás— Mohammed bin Salman. En uno de los países más herméticos del mundo, además de uno de los que más desprecia los derechos humanos, el fútbol italiano se ha plegado para convertirse en el pequeño entretenimiento de la corte saudí.
Solo así se explican decisiones que ha ido amparando el fútbol italiano con su apoyo al país árabe. Una de las que causó más revuelo fue la venta de entradas con carácter prioritario para muchos sectores del estadio saudí exclusivamente para hombres. Nada que deba sorprender en un régimen que hasta hace un año prohibía a las mujeres acercarse a un estadio de fútbol. Estamos escribiendo esto en 2019 y el bochorno es mayúsculo.
Dicho de otro modo, la Serie A debería haberse planteado si todos los crímenes cometidos por el país merecen esta clase de amparo. Para los dirigentes italianos se trata de un «socio estratégico» para muchas empresas italianas. «El fútbol forma parte del sistema cultural y económico de Italia y no puede tener lógica sobretodo en las relaciones internacionales… El sistema del fútbol no puede elevarse como autoridad en temas de política internacional. Es un apoyo fundamental a la promoción del Made in Italy y sus valores», declaró Gaetano Micciché, presidente de la Lega Calcio. No queda mucho por decir.
La lucha de las televisiones
El otro gran poder que maneja los hilos en el fútbol actual son las televisiones. Además de la controvertida idea de mandar la Supercoppa a tierras saudíes por el reciente asesinato del periodista y los crímenes cometidos bajo el amparo de los dirigentes saudíes, la decisión traerá cola en las relaciones de la liga italiana con ciertos conglomerados televisivos.
En la crisis geopolítica de Oriente Próximo, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Egipto declararon en 2017 que Qatar «sostenía el terrorismo y prestaba apoyo logístico y armamentístico a Irán». Desde entonces, las consecuencias del aislamiento de Qatar han repercutido en BeIN Sports, cadena de retransmisiones con origen en dicho país. A dicho canal le ha substituido en Arabia BeoutQ, una plataforma pirata que transmite todos los partidos cuya señal y derechos pertenecen al conglomerado televisivo qatarí. Entre ellos, toda la Serie A. Según BeIN, detrás de dicha plataforma está el gobierno saudí.
«No entendemos cómo la Lega Serie A ha decidido recompensar públicamente a Arabia Saudí con un evento como la Supercoppa y les rogamos se replanteen la celebración del mismo», rezaba un comunicado del CEO de la compañía en el New York Times. Ni las críticas de la cadena, de activistas en favor de los derechos humanos ni las críticas de muchísimos trabajadores periodistas de la RAI —la televisión pública en Italia— han frenado la disputa del encuentro. Además de un conflicto de interés político, la liga italiana se juega un importante montante de dinero que BeIN Sports ha desembolsado —105 millones— por ser el embajador de la liga en Oriente y expandirla en países de medio mundo.
Supercoppa extranjera
Desde su creación en 1989, han sido varias las ediciones del trofeo nacional que se han disputado lejos de las fronteras del país mediterráneo. Aún hoy muchos tratan de entender por qué Italia mal exporta un trofeo otrora importante como este a ciudades como Washington, Tripoli, New York, Pekín, Doha o Shangai. Todas estas ciudades han recibido un espectáculo venido claramente a menos. Solo así se explica que grandes goleadas y anécdotas de antaño hayan quedado reducidas a un encuentro que se mete con calzador en las planificaciones deportivas italianas año tras año.
Lejos quedan el hat-trick de Shevchenko en 2004, las seis copas de Stankovic o las cinco de Hernán Crespo con cuatro equipos diferentes. Las exhibiciones de Totti o Del Piero, la clase de Maradona o Zidane y los goles de Van Basten, Ibra o Batistuta. Reducido al más puro sentido mercantilista, el trofeo tendrá un ganador. Poco importará si se trata de justificar lo injustificable y dar alas a los que nunca debieron manchar el fútbol. Por desgracia, esta es la historia hoy —contagiada a otros países con ligas potentes— de un bonito trofeo que se nos fue.
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