
LUCAS MÉNDEZ VEIGA
Si en Italia se respira fútbol por los cuatro costados es, en parte, gracias a Génova. A la ciudad liguriese, encajada entre mar y montaña, llegaron los buques ingleses que derivaron en la creación del conjunto decano del calcio: el Genoa Cricket and Athletic Club. Profundizamos en las raíces de la ciudad, cuna del fútbol italiano, y la encarnizada rivalidad entre el conjunto rossoblù y el blucerchiato de la Sampdoria.
Bienvenidos al Derby della Lanterna.
‘Forza vecchio cuore rossoblù’

Cuando llegó el fútbol a orillas del Mediterráneo, el Genoa Cricket and Athletic Club no tenía mucho posible rival. Hablamos de 1893 y los cargueros ingleses desembarcaban en Génova para hacer negocios y transportar de paso su cultura. Aquell football primigenio italiano deparó encuentros de un equipo azulgrana formado única y exclusivamente por ingleses.
El Liguria o la Società Ginnastica Andrea Doria —posteriormente formaría parte de la fusión de la que nació la Sampdoria— eran las otras escuadras de la ciudad. Menos jerarquizadas y profesionalizadas, protagonizaban divertidos partidillos en el barrio de Sampierdarena. Junto a los muelles de carga y la mítica Lanterna de la ciudad genovesa se dio el primer calcio a un balón en suelo italiano.
Del otro lado del puerto, en un palacete del Seicento italiano, se erige el Museo del Genoa. La recuperación de la zona del Porto Antico ha permitido una bonita pasarela que abre Génova al mar. Pero si se giran hacia la zona vieja, vuelven las contradicciones tan italianas. Capaces de la belleza más sobrecogedora y las decisiones más extrañas que uno pueda imaginar.
Curiosamente, una de las uniones entre el barrio de la Sampierdarena y la zona del puerto antiguo, es una carretera. No una cualquiera, una que sobrevuela la ciudad. A principios de los 60, y con el crecimiento del número de vehículos en la capital de la Liguria, alguien decidió que lo mejor era construir una autovía de dos sentidos que cruzase la ciudad sobrevolándola por encima de sus calles. Feismo alla italiana.
En la parte rossoblù de la ciudad no solo fueron pioneros en el fútbol. Uno de los primeros y más impresionantes tifos en España llegó de la mano de la afición genovesa. Corría el año 91 en plenas fiestas de San Mateo en Oviedo, cuando 6.000 hinchas italianos desembarcaron para ver fútbol europeo de UEFA. El estadio carbayón se colorearía horas más tarde de rojo y azul con enormes banderolas con grifones, todo tipo de pancartas y hasta monedas que no dejaron de incordiar al meta del conjunto ovetense.
De aquella nació un gemellaggio —término utilizado en Italia para hablar del hermanamiento entre aficiones— muy significativo. La primera convocatoria europea del Real Oviedo y el ruidoso colorido italiano del Genoa.
Y es que, hasta 1924, el Genoa fue un equipo puntero. El cuarto con más ligas. El primero en imponer una dinastía de títulos, con 9 tricolores de sus correspondientes Scudettos, pero sin nada que llevarse a la boca en más de 80 años de fútbol. Los grifoni se han dejado vagar por la Serie A coqueteando siempre con el vagón de cola —con algún que otro descenso consumado a ligas inferiores—.
El grifo mitológico ha visto casi 300 partidos de Marco Rossi, a un napolitano de apellido Criscito honrar la cinta de capitán portada por gente como Signorini, o los goles de dos argentinos de apellido Milito y Palacio. Su gran y reconocida hinchada le ha acompañado en la larga travesía.
Son la ‘Fossa del Grifone’, como se hace llamar su tifosería más animada en la zona norte de ‘Marassi’. Y, para colmo, una década después de su último título nacería el enemigo ‘en casa’. La ciudad de Génova y el fútbol italiano salieron ganando un derby como pocos en el mundo.

Un marinero en el Luigi Ferraris
La unión de la Sampierdanese y el Andrea Doria se pactó en 1946. Con el nombre decidieron fusionar un poco de los dos para dar origen a la Sampdoria actual, pero con el escudo incluyeron un nuevo símbolo de la Liguria.
Si sus vecinos habían cogido el animal mitológico del escudo de la ciudad y la bandera inglesa, el nuevo conjunto sería una oda al mar. Desde los colores —azul, blanco y rojo— hasta su símbolo, el marinero que fuma pipa. Hablamos de una figura reconocida en la Ligura, los baciccia, que eran los marineros tradicionales de la región.
Su inicio no fue fulgurante, sino que creció conforme se fue acercando el tramo final del siglo XX. La llegada de Paolo Mantovani en el 79 lo cambió todo con una gran inyección de capital y el preciado metal, los títulos. Una Recopa en el 90, un Scudetto en el 91, cuatro Coppa Italia y casi… enfrente tuvieron al Dream Team de Cruyff. Casi una Copa de Europa.
Aquella de Koeman tuvo enfrente al marinero de Génova. Pagliuca, Mannini, Attilio Lombardo, Toninho Cerezo, Luca Vialli, Roberto Mancini… podríamos enumerar el 11 entero de la nave de Vujadin Boškov, el técnico fetiche de la Doria.
En los últimos años, y con la llegada de un romano romanista de Testaccio, la Sampdoria volvió al primer escaparate futbolístico aunque de manera tibia. El empresario cinematográfico Massimo Ferrero compró el conjunto en 2014 y desde entonces han vivido arriba y abajo. Las salidas de tono del carismático ‘presi’ han sido la tónica, aunque se ha apostado por el talento joven y una labor de scout que ha permitido crecer —aunque solo fuese económicamente— al club.
Les sonarán Skriniar o Lucas Torreira. Patrick Schick o Bereszynski. Talentos de Europa del Este o del infrafútbol transalpino. Allí hombres de la casa como Carlo Osti o Riccardo Pecini y su equipo de scout han puesto a disposición del entrenador de turno talento fresco y novedoso. Marco Giampaolo los puso a funcionar hasta que decidió hacerse a un lado. Después llegó un Di Francesco post-marejada romana y ahora viven con Claudio Ranieri, un mito del fútbol que ha conseguido calmar la tempestad de Ferrero.
Strozzapreti alla genovese (pesto), el plato típico, la vista de los jardines de la Porta Soprana —desde la que, dicen, fue la primera vivienda de Cristobal Colón— y, por último, el famoso letrero en la Piazza De Ferrari | Lucas Méndez
Cuando a Ferrero le ofrecieron a los últimos coletazos Ronaldinho para su Samp, simplemente contestó: “Nos llamamos la Sampdoria, no los Globetrotters”. Después llamarían para colocar a Adriano Leite. “Ya tengo el cine y se llama igual”, dijo en referencia al Cinema Adriano que posee en Roma, detrás del Castel Sant’Angelo.
En cada Derby della Lanterna, ‘Marassi’ simula un navío. Al norte, el Genoa, el más viejo de la ciudad. La ruidosa grada coloreada de azulgrana. Al sur, le contesta ese marinero enfurecido. Una Sampdoria que pone el color azul. En las serpenteantes calles de Génova se vive la rivalidad el resto del año.
Entre la montaña y el mar hay pocos kilómetros. Laderas interminables en el horinzonte liguriese que dan esa idiosincrasia tan propia a un pueblo luchador y marinero. El espectáculo está servido entre dos hinchadas que se odian y que se necesitan en un campo estilo inglés que, como sus clubes, ya son historia del vasto fútbol italiano.