
DAVID FERREIRO PÉREZ
Imagina un campo de fútbol flotante. Increíble, ¿verdad? Pues un puñado de jóvenes de Tailandia lo hicieron realidad con el único objetivo de jugar con la pelota. No tenían recursos. Ni tan siquiera espacio. Pero querían jugar, y contra eso poco se puede hacer.
Esta es la historia del Panyee FC, el equipo de fútbol sin campo, pero cuya pasión sirvió para sobreponerse a todas las adversidades.
España es uno de los países con más campos de fútbol en el planeta. Aunque la cifra exacta es muy difícil de cuantificar, se estima que son cerca de 10.000 los que se distribuyen por todo el país, aunque seguro que en esa cifra no se recogen los campos de tierra o los urbanos, que se hacen paso en cada esquina de nuestro territorio.
Sin embargo, ninguno es tan especial como el del Panyee FC, que hizo suya la máxima de que si quieres, puedes.
A falta de espacio, ingenio
Era el año 1986 cuando unos cuantos jóvenes aficionado al fútbol en la isla pesquera de Ko Panyi, decidieron buscarse su propia suerte. El deporte rey les encantaba, seguían cada partido que echaban por la tele y soñaban con jugar con los mejores algún día. Era una especie de amor platónico. ¿Por qué? Bueno, pues porque tenían una situación un tanto peculiar: nunca habían jugado al fútbol.
Y no porque no quisieran, qué va. No podían. En una isla cuya mitad del territorio estaba construido directamente sobre el agua, y que ya de por sí tenían una sobrepoblación importante (más de 1.500 personas distribuidas en apenas un puñado de metros cuadrados), era inviable tener un campo de fútbol. O eso pensaban, pero es que los niños no entienden de imposibles.
Así, un nutrido grupo de jóvenes de la isla decidieron ponerse manos a la obra y construir su propio campo de fútbol sobre el agua. Sí, así como suena. A los más mayores les parecía ridículo, pero nunca subestimen a los niños. Y, sobre todo, al poder de la ilusión. En la isla donde solo había lugar para la pesca y las carreras de lancha, el balompié buscaba su sitio.
Cada día, los jóvenes se reunían a la salida de la escuela para montar, con trozos de madera y restos de lanchas, una pequeña cancha para poder jugar a ese deporte que tanto idolatraban. A base de trabajo y de insistencia lo terminaron consiguiendo. Tenían su campo, austero pero funcional.
Poco importaba el estado de la madera o que los clavos sobresalieran cada uno por un lado. Podían jugar al fútbol y eso era suficiente, aunque tuvieran que nadar a por la pelota cada vez que se les escapase.
El Panyee quiere más
Un buen día, los jóvenes se enteraron de que se celebraba un torneo de fútbol en una localidad cercana, la Copa Pangha. Después de tantas horas jugando descalzos sobre su pequeño campo, lo cual les hizo especialmente habilidosos, decidieron apuntarse. El islote se volcó con los chavales, consiguiéndoles equipaciones y yendo a animarlos a cada partido.
Estaban nerviosos, además de que para ellos era nuevo eso de jugar sobre césped y con botas. Pero resultó que, tras tanto practicar, era buenos. Mucho mejores de lo que se imaginaban. Así las cosas, consiguieron llegar hasta semifinales. El día en el que se decidía el pase a la gran final empezó a llover. Mucho. Muchísimo.
Tanto que el campo se empapó. Los chavales del Panyee se sentían pesados, lentos… les costaba jugar así. Y encima sus contrincantes eran buenos. Tan buenos que se pusieron 2-0. Todo se complicaba.
Sin embargo, intentaron ponerle solución volviendo a sus orígenes. Decidieron descalzarse, jugar solo con las medias. Y funcionó. Se sentían más ligeros, consiguiendo empatar el partido. Aunque el final fue triste, perdiendo en el último momento, esa experiencia les marcaría para siempre. Además, un tercer puesto era más que meritorio.
Mirando al futuro
Ese torneo lo cambiaría todo. Con los años, el campo de fútbol se fue profesionalizando, dejando de lado las tablas y los clavos para dar paso a un campo mucho mejor, en el que los jóvenes de la isla pasaban las horas. Su afición terminó dando sus frutos, convirtiéndose en uno de los mejores equipos amateurs del sur de Tailandia.
Quién lo iba a decir, ¿no? Pues desde principios de siglo, el Panyee FC consiguió demostrar su calidad, ganando el Campeonato juvenil del sur de Tailandia en varias ocasiones y haciendo propio aquello de piensa en grande. Porque ellos lo hicieron. Soñaron, pensaron en grande cuando apenas había nada más que ilusión. Y con eso y trabajo, bastó.