La agrupación Porco Íris nació en octubre de 2019 y ha puesto en la mesa el debate de la posición de los colectivos LGTB en un deporte que nació popular y de todos como es el fútbol | Fuente: Twitter @oporcoiris
La agrupación Porco Íris nació en octubre de 2019 y ha puesto en la mesa el debate de la posición de los colectivos LGTB en un deporte como el fútbol que nació popular | Fuente: Twitter @oporcoiris
LUCAS MÉNDEZ VEIGA

@LMendez8

Cuando el veterano de 37 años Felipe Melo alzó al cielo de Maracaná el pesado y ansiado armatoste de metal, una parte de São Paulo y de Brasil celebró con júbilo. Si algo nos ha dejado el bienio del covid 2020-2021 son celebraciones futbolísticas que ni la pandemia ha podido reprimir. Por todo lo alto, obviando que existe un letal asesino invisible, con esa alegría desmedida que muestran los que hace mucho que no celebran a lo grande. Ocurrió en la ciudad de Liverpool. Ocurrió en la ciudad de Leeds. Veremos si ocurre, por ejemplo, con un Scudetto de vuelta a la ciudad de Milán.

Pero también ocurrió en São Paulo y medio Brasil el pasado 30 de enero. Palmeiras volvía a alzar una Copa Libertadores, la segunda de toda su historia. El club verdão,  fundado hace 106 años por la emigración italiana, ha visto como desde la llegada de Jair Bolsonaro al poder se veía inmerso en un hilo de controversia. Como respuesta a esas políticas, a la privatización de un deporte popular y al clima de racismo y xenofobia del país, un grupo de aficionados del equipo fundó Porco Íris para recordar que el fútbol es de todos. La agrupación creció gracias a una reivindicación silenciosa, en forma de tela en un estadio vacío. Lo verán simple pero pretende calar cuando todos los graderíos estén llenos.

Palmeiras, en medio del odio

Desde la llegada del presidente ultraderechista al Palacio de la Alvorada de Brasilia el país no ha salido del disparadero público mundial. La voz de Bolsonaro, con sus políticas abiertamente racistas, sexistas y homófobas, ha calado en parte de la sociedad brasileña. La crisis sanitaria actual, con el coronavirus azotando con fuerza en todo el planeta, solo ha hecho radicalizar un discurso peligroso para las vidas de millones de ciudadanos en Brasil.

Coincidiendo con la llegada al poder de Bolsonaro, en el renovado Allianz Parque de São Paulo se empezó a gestar un movimiento inclusivo. Porco Íris nació en octubre de 2019 como agrupación en favor de la aceptación, inclusión y defensa de los derechos del colectivo LGTB+ entre la torcida palmeirense. Charlamos con sus miembros, que prefieren mantenerse en el colectivo y no personificarse: «Porco Íris surgió con la idea de crear una cuenta en Twitter que pudiera representar y reunir a los fanáticos LGBTQIA+ del Palmeiras, denunciar la LGTBIfobia en el fútbol y enseñar a otros sobre ser parte de este colectivo. Decidimos formar un grupo de amigos para ir al estadio y cooperar en el contenido de la cuenta, que hoy también se ha expandido a Instagram«.

Bolsonaro en un partido entre Palmeiras y Vasco da Gama del campeonato brasileiro de 2019 | Fuente: Foto: Marcos Corrêa/PR para Wikimedia
Bolsonaro en un partido entre Palmeiras y Vasco da Gama del campeonato brasileiro de 2019 | Fuente: Foto: Marcos Corrêa/PR para Wikimedia

«Hace un uso político explícito del fútbol», continúa. Para Mariana, cuya tesis de máster se centró en analizar en profundidad a la hinchada de Palmeiras, el uso político por parte de Bolsonaro solo ha hecho manchar el nombre del club verdãoLa mancha que le unió al club sucedió en 2018. Acababa de ser elegido como máximo mandatario y la prensa afirmó que Jair Bolsonaro había sido invitado por la CBF a la entrega del trofeo del Brasileirao para tratar de estrechar lazos. No todos creyeron esa versión. El problema vino en la celebración.

El mismo Felipe Melo, abiertamente partidario a las políticas del presidente, le recibió con efusividad y con el saludo militar en la ceremonia de entrega del trofeo, objeto que cedió amablemente para que Bolsonaro tuviera su momento de gloria completo. «Esta mancha en nuestra historia ha llevado a muchos aficionados rivales a señalar a los aficionados del Palmeiras como fascistas o bolsonaristas», dice la periodista brasileña.

El fútbol para las élites del país

A pesar de este episodio, la historia y fundación del club verde demuestran lo contrario. La afición de Palmeiras sigue siendo tan diversa como cualquier otra en el país brasileño. «La asociación entre el fascismo y el club con sede en Italia es una expresión de xenofobia de la misma manera que vimos en 1942″, declara. En ese año al que hace alusión Mandelli, el Palestra Itália —título con el que se fundó Palmeiras— fue forzado a cambiar dicho nombre. Brasil apoyaba a los Aliados en la II Guerra Mundial y el presidente de la nación, Getúlio Vargas, obligó a que todas las asociaciones y clubes con alusiones a potencias del Eje (Alemania, Italia y Japón) cambiasen su denominación.

Palestra Itália pudo, al menos, mantener la P de su escudo. Abandonó sin embargo sus colores principales, el rojo y el blanco, hoy relegados a una residual y eventual tercera equipación usada en algunos amistosos. «En 1942 se empezó a perseguir a los italianos en Brasil. Sin embargo, la presencia de deportistas negros y de otras regiones del país, sumado a los buenos resultados, hizo que el club ganase afición de otras regiones, razas y clases sociales. Con el crecimiento de São Paulo y la ‘elitización’ del barrio alrededor del estadio y de la sede del club, se creó una narrativa de que Palmeiras es un club de las élites de la ciudad. Es una mentira. Tiene más de 18 millones de hinchas, es imposible ser un equipo de las élites con una hinchada tan numerosa, en un país social y racialmente tan diverso como el nuestro», explican desde Porco Íris.

Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Es el fútbol brasileño de todos? ¿Accesible e inclusivo? La pregunta, extrapolada al mundo futbolístico en general, arroja un simple respuesta. En Palmeiras, el devenir actual del fútbol ha alejado a las clases trabajadoras del nuevo y remodelado estadio verde. A raiz de los Juegos Panamericanos de 2007, el Mundial de 2014 y los Juegos de Río en 2016, varios estadios brasileños han sufrido desde lavados de imagen hasta grandes remodelaciones. Al antiguo coliseo llamado mismamente Palestra Itália, propiedad de Palmeiras, también le tocó. Aunque finalmente no albergó partidos de la Copa del Mundo de 2014, fue derribado y en su lugar nació el imponente — ahora con nombre esponsorizado— Allianz Parque.

Pero no solo la entrada de capital extranjero modificó el clásico e histórico nombre del recinto de los palmeirenses. El precio de sus entradas tampoco dejó de subir. «Este movimiento ‘elitizó’ al público en general. En el caso de Palmeiras, la situación es grave: Allianz Parque no tiene un sector popular. Aquellos que no pagan un plan mensual de socio-aficionado tienen mucha dificultad para conseguir entradas, sobre todo si se trata de un partido decisivo. Comprar entradas es muy caro: la más barata para un partido de la Libertadores en la fase de grupos, antes de la pandemia, costaba 100 reales brasileños, una décima parte del salario mínimo en Brasil», dice la periodista Mariana Mandelli.

En 2019, Palmeiras tuvo el abono más caro de todo el país. «Por eso, ver jugar al Palmeiras es de unos pocos. Si consideramos la torcida que va al estadio y consume productos oficiales, ciertamente podemos clasificar a esta porción de palmeirenses como clase media-alta. Los más vulnerables son cada vez más excluidos de esta lógica de consumo que se ha apoderado del fútbol mundial», continúa. A pesar de muchísimas presiones el club tomó una decisión liviana, prácticamente simbólica y alejada de las pretensiones reales de su público. Un simple y reducido cupo de abonos al ‘popular’ precio de 50 reales, todavía inaccesibles para la inmensa mayoría de aficionados.

#FutebolÉParaTodos, el grito silencioso de Porco Íris

Esta radicalización y racialización de las hinchadas en Brasil solo ha hecho acrecentar las diferencias con las minorías, silenciadas y puestas en el disparadero por las políticas que imperan en el país.  «Antes de Bolsonaro la situación de la LGBTfobia en Brasil ya no era la mejor, pero al menos hubo algún esfuerzo a través de políticas públicas para promover la inclusión y combatir los prejuicios. Los derechos de la comunidad continúan hoy garantizados a través de decisiones judiciales que determinan la aplicación por analogía de leyes que no fueron creadas para atender situaciones específicas que ocurren en la vida de los LGBTQIA +. Por ejemplo, la Corte Suprema determinó el año pasado la aplicación de nuestra Ley Antirracismo a los casos de delitos LGBTfóbicos», aluden esperanzados desde el grupo Porco Íris.

Sin embargo, el colectivo sigue sin leyes que regulen y protejan sus vidas, y cada vez lo ven más lejos. El parlamento brasileño es de mayoría conservadora y Bolsonaro se ha propuesto desmantelar esa red de protección que se había creado previa a su llegada. «Retiró fondos de salud pública que habían sido invertidos en tratamientos de salud mental, lucha contra el VIH y tratamientos y cirugías a personas transexuales», continúan desde Porco Íris.

Esta agrupación de hinchas del conjunto verde nació como un acto político de resistencia a esa ola conservadora y para exigir justicia de verdad para su comunidad. «Después de todo, la ciencia y la naturaleza están ahí para demostrar que somos naturales y normales», afirman. Sin embargo, no fue hasta el pasado octubre de 2020 cuando pusieron el debate de la xenofobia, el racismo y el machismo en el fútbol brasileño encima de la agenda política. 

Con motivo del partido de octavos de final de la Copa Brasil ante el Red Bull Bragantino, un detalle llamó la atención de los hinchas verdãos que veían el partido por los televisores. En el vacío del estadio, una bandera arcoiris envolvía el escudo del club con el diseño de una cabeza de cerdo y la frase «Futebol é para todos«. Esa fue la primera acción simbólica del colectivo Porco Íris. Silenciosa, pero cargada de emotividad en unos recintos que no acostumbran a ver este tipo de mensajes.

«Es muy raro ver esas banderas en los estadios y creo que solo sucedió porque no hay torcida debido a la pandemia. La homofobia en el fútbol brasileño (y en el de otros países de América Latina) sigue siendo un problema muy grave. El propio pueblo de Porco Íris sufrió numerosas amenazas por el hecho de convirtirse en un tema de actualidad en la prensa deportiva. Además, las propias reglas de la CBF para la entrada de banderas y estandartes en los estadios de Brasil pueden ser contradictorias, ya que piden colaboración para prevenir conductas violentas, de racismo, xenofobia o cualquier forma de discriminación. Las banderas con causas sociales suelen estar vetadas«, explica Mariana.

En el Allianz Parque hay colectivos como Porcomunas, Palmeiras Antifascista o Palmeiras Livre que luchan contra la élite del fútbol, el racismo, la homofobia y el machismo | Fuente: @PalmeirasAntifa vía Twitter
En el Allianz Parque hay colectivos como Porcomunas, Palmeiras Antifascista o Palmeiras Livre que luchan contra la élite del fútbol, el racismo, la homofobia y el machismo | Fuente: @PalmeirasAntifa vía Twitter

A través del activismo, y justamente ahora que se habla mucho de ella por sus triunfos, la hinchada popular de Palmeiras, la gran olvidada en este fútbol, ha vuelto a la carga. Porco Íris no deja de crecer y ya sueñan con izar ellos mismos su bandera en ‘su’ estadio. Mientras, la lucha continuará desde las redes sociales y desde las calles para reivindicar que el fútbol vuelva a ser inclusivo y de las clases populares. «Poco a poco construimos algo, como hacen las hormigas. Lo importante es resistir, como resistieron los fundadores de Palmeiras a principios del siglo pasado», sentencia Mandelli.

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